jueves, 19 de julio de 2018

Querida niña (Edith Olivier)

Título original: The love child
Traductora: Ángeles de los Santos
Páginas: 168
Publicación: 1927 (2017)
Editorial: Periférica
Sinopsis: Con poco más de treinta años, tras morir su madre, Agatha Bodenham se encuentra completamente sola. Entonces recordará, e invocará de nuevo a la vida, a la única compañera que ha tenido en toda su existencia: Clarissa, una amiga imaginaria de la niñez. Sí, imaginaria pero, en verdad, más real que cualquier otra persona. Al principio, Clarissa se le aparecerá sólo de noche, luego conquistará el día, fundamentando su existencia material en la calidez del amor obsesivo de Agatha, hasta que los demás, extrañamente, también consiguen verla. Agatha protegerá hasta las últimas consecuencias su creación con un amor obstinado y posesivo; protegerá a Clarissa de los demás, incluso del amor de un hombre.

Pero incluso una mujer insulsa puede sentirse sola.
Nunca tuve una amiga imaginaria siendo niña. Supongo que porque mi imaginación no necesitó de ello, todo me valía para el entretenimiento y la fantasía: los demás niños, juegos alocados e hiperactivos, un charco, unas hormigas, un palo, un árbol, el rio, unas vías, una piedra, unos cartones, el mar y la arena, la libertad… No, no tenía tiempo para que en mi imaginación se creara una amiga. Tenía todo lo que necesitaba. Pero, es curioso, ya adulta tuve una amiga imaginaria (demasiado imaginaria).
Agatha estaba asombrada de ver lo fácil que era hacer algo insólito.
Hace no mucho leía La habitación de Nona, de Cristina Fernández Cubas, donde el relato que da título al libro aborda precisamente el tema de la amiga imaginaria. Me atrajo aquel punto de vista, y al ver que Periférica tenía este libro de una autora absolutamente desconocida tratando el mismo tema, la curiosidad me venció.

En realidad no se trata tanto de una amiga imaginaria como de una hija imaginaria. Que no es casual, porque si se tratara de una amiga imaginaria nos encontraríamos con una historia distinta que, dada la época en que se escribió (1927), hubiera sido absolutamente devastadora para la moral de aquellos tiempos. Incluso de estos, visto lo visto.

Agatha es una joven de 32 años que al perder a su madre se enfrenta a una soledad tan arrasadora como humana. Pero el instinto de supervivencia nos hace luchar contra la soledad, o al menos llenarla con algún contenido, y Agatha recuerda a una amiga imaginaria que tuvo de niña. La recuerda tanto que la convoca de nuevo. Hasta aquí, comprensible.

Clarissa, la niña imaginaria, la amiga imaginaria, la hija imaginaria, es un alter ego de Agatha, dotándola de unas cualidades que la propia Agatha hubiera deseado para sí misma y que, en cualquier caso, le ofrece una compañía a la medida de lo que necesita.
Era una persona nueva por completo. Le parecía que hasta entonces había vivido sin voluntad en absoluto, que cada cosa que hacía a diario era la inevitable consecuencia de algo exactamente igual que había hecho el día anterior.
Cuando Agatha consigue recuperar a Clarissa (“despedida” de su infancia por una torpe niñera, porque eso de tener amigos imaginarios no parecía ser nada sano para una niña) su vida cambia por completo. De repente ya no hace cosas para sí misma, sino que las hace para otra persona también. ¿No marca eso la línea que separa la soledad de la compañía?: hacer algo por/para otra persona. Personalmente tengo mis dudas (porque hay más líneas), pero como premisa puedo aceptarla y me puede parecer hasta noble y bondadoso además (aunque también me parece que tiene una vertiente insana). En cualquier caso, le sirve a Agatha, que se siente más segura, más libre, más viva… Y sin necesidad de dar explicaciones a nadie.
Después de todo, ¿quién puede explicar su propia presencia en este mundo? Así que por qué esperar que nadie pueda explicar la presencia de otro.
Pero cuando Clarissa empieza a hacerse visible, todo cambia. Sí, sí, la niña imaginaria empieza a ser visible para los demás. En este punto parecería que el lector tendría que hacer un esfuerzo extra, o bien perder el interés ante la imposibilidad de que una persona imaginaria pase a ser real, puesto que aceptamos que estamos ante una novela que no es fantasía (al contrario, tiene mucho de costumbrista), aunque sí mágica y asombrosa.

Lo cierto es que Edith Olivier resuelve bien este punto: al fin y al cabo ¿quién es capaz de explicar nuestra propia existencia en el mundo? ¿Cómo explicar la aparición de los planetas? ¿Por qué entonces no aceptar ese salto de Clarissa de la imaginación a la realidad, de lo invisible a lo tocable? ¿Qué separa lo imposible de lo posible?
Era difícil de entender, pero no había duda de que Clarissa podía explicarse mediante la misma ley que explicaba la aparición de los planetas en el cielo y de las verduras en el huerto. La niña tenía su lugar entre las estrellas y las coliflores.
Así que por supuesto que aceptas esa premisa; es más, no te imaginas a Clarissa de otra forma que como un personaje real y no como alguien que ha sido creado por la imaginación de Agatha.

Con estos mimbres, Edith Olivier construye una atractiva historia en la que, bajo una apariencia liviana, se abordan temas de profundidad: la soledad, el amor posesivo (no, no, eso no es amor), la locura, los límites de la imaginación, las restricciones sociales…
Fingían ser toda clase de personas, pero sobre todo jugaban a hacer de sí mismas. Éste era su juego preferido.
Es cierto que el carácter obsesivo de Agatha, sus celos posesivos, su neurótica personalidad no despierta precisamente corrientes de simpatía hacia ella, pero la soledad siempre nos inspira cierta comprensión, al menos la suficiente como para no deseársela a nadie. Además, si Agatha fuera un personaje querible no nos explicaríamos su soledad. O tal vez sí…

Lo que no podemos es dejar de leer su historia, fascinados tal vez por comprobar cómo la imaginación puede tener una presencia tan escalofriantemente real.
Las estrellas fugaces se escapan, la tierra las atrae hacia sí, pero ahí no pueden vivir.
En definitiva, una lectura original, fascinante y extraña y cuyo final deja un poso tan turbador como conmovedor.

15 comentarios:

  1. Yo tampoco tuve una amiga imaginaria y me dan escalofríos al pensar en esta historia. Aunque tengo curiosidad por conocer a esas dos amigas, será el morbo, a la vez siento algo de miedo. Miedica que es una con espíritus y similares.
    Besos

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    1. No es una historia de miedo, la inquietud en todo caso tiene otras raíces. Pero nada que ver con espíritus, más bien con carencias afectivas.

      Un abrazo

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  2. Yo creo que lo único que nos llevaremos de aquí es lo felices que hayamos conseguido ser y si para ello hay que tener una amiga imaginaria o un amor imaginario, o una hija imaginaria, pues bienvenida sea tal capacidad de imaginación.
    Yo era tan pequeña cuando me refugié en los libros que tampoco necesité nunca amigos imaginarios, pero no es tan extraño llegar a ver amigos imaginarios de otros. Al fin y al cabo es lo que hacemos continuamente cuando leemos, ver a los personajes que los autores han imaginado. Yo los veo con tal nitidez que me creo que Clarissa pasara a ser visible para todos.
    Un beso.

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    1. Desde luego que los momentos felices son lo único que debemos llevarnos. A mí, además de los libros, había muchas cosas que me hicieron no necesitar un amigo imaginario, lo cual no quiere decir que no tuviera imaginación :) Me encanta esa idea de que los libros son un poco como amigos imaginarios.

      Un abrazo

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  3. Ay, esto sí que me gusta. A ver cómo resuelve el entuerto. Y mira no, tampoco tuve nunca amigos imaginarios, aunque sí historias imaginarias. Me lo llevo para leerlo pronto. Me da pena de Agatha.
    Un abrazo

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    1. No haber tenido amigos imaginarios no implica no tener imaginación, claro. Más aún en la mente de una niña o un niño, en donde todo es posible. Ya de adulto, eso de la amiga imaginaria se complica. Agatha no es que empatices con ella, pero sí tiene esa parte por la que sientes lástima.

      Un abrazo.

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  4. No he tenido ni tengo amigas imaginarias, sí que imagino situaciones, como una manera de controlarlas, e imagino reacciones de los demás... Escribir es una manera de tener amigos imaginarios. Por un lado me atrae por tus calificaciones ("original, fascinante y extraña y cuyo final deja un poso tan turbador como conmovedor") pero no siempre coincidimos... Es corta, así que me la apunto pero no pa leerla de forma inmediata.
    Abrazo fresquito.

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    1. Parto de la base de que casi todo, o todo, es imaginario (por subjetivo), así que qué te voy a contar. :) Es una historia diferente, no será uno de los libros de mi vida, pero me ha resultado interesante leerlo.

      Un abrazo.

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  5. ¿Y por qué no iba a sentirse sola una mujer insulsa? Tal vez más que las demás. Bajo esa aparente insipidez puede esconderse un torbellino de emociones e inquietudes y ¿no puede ser precisamente la incapacidad de dejarlas aflorar o el que los demás no lleguen a ese interior lo que produzca esa soledad?
    Bueno, esto solo con leer una cita del libro. La verdad que vengo bastante predispuesta hacia él. Me pareció una novela curiosa cuando leí tu post en instagram y, además, Periférica, aunque he leído muy poquito de ella, siempre me ha deparado lecturas muy a tener en cuenta.
    Me lo llevo apuntado y tengo además curiosidad por experimentar cómo la autora me cuela a esa niña imaginaria emergiendo al mundo real. Y me re-apunto a Cristina Fernández Cubas, que ni yo misma me explico por qué no he vuelto a leerla.
    Un abrazo

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    1. La soledad forma parte de la naturaleza humana, así que todos somos susceptibles de vivirla/sentirla. Periférica es de esas editoriales a la que sigo muy de cerca (la torre de libros que tengo de ella lo certifica) porque tiene una línea editorial donde siempre encuentro historias que me llaman la atención.
      Un abrazo.

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  6. ¡Me parece una historia brutal, maravillosa, estupenda! la tengo que leer porque bueno, amigos amigos imaginarios no tuve, pero animales ¡puff! caballos, perros,gatos 🐈🐕🐅🐎🐖🐐🐑🐿️ de todo 😂😂😂

    Besitos.

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    1. Bueeeeenoooo... la adjetivas tú más que yo, a esta historia! :D Diferente es, desde luego, y el tema de amigos imaginarios siempre me ha llamado la atención.

      Un abrazo.

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  7. Pues nunca tuve amigos imaginarios de pequeña. Pero son historias que siempre me han provocado curiosidad. Y ésta, con esa materialización del amigo imaginario, aún más. Apunto, apunto, que quiero saber cómo acaba todo.
    Besotes!!!

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  8. Me llama mucho la historia, siempre me ha parecido curioso lo de los amigos imaginarios.

    Besotes

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  9. Te leí y recordé un poco al 'Lulu', de Cartarescu, y a 'Las Hortensias', de Felisberto Hernández. Digamos que poseen algo en común: el ser creado por la imaginación y la necesidad.
    Debidamente apuntado queda, Ana.
    Un gran abrazo.

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