Publicación: 2018
Editorial: Acantilado
Sinopsis: Este ensayo aborda de un modo sutil e inesperado los «infinitivos esenciales» del ser humano: vivir, pensar y amar. Y constituye, sin duda, una valiosa aportación filosófica, desarrollada a partir del concepto de «repliegue del sentir». El estilo singular del autor va calando serena pero tenazmente, como una fina lluvia, proponiéndonos un revelador itinerario a través de páginas dedicadas a la conmoción, el deseo, la creación, la amistad, la revolución y el agradecimiento.
No nos han expulsado de ningún paraíso. Siempre hemos estado fuera. En verdad, y por suerte, aquí el paraíso es imposible. Nuestra condición es la de las afueras.
Tengo un libro de A.M Homes, Este libro te salvará la vida. No lo he leído (todavía) y no sé si me salvará la vida. Lo que sí sé es que La penúltima bondad me la ha salvado. No la vida física, la que mantiene tu cuerpo activo, en funcionamiento, con el corazón bombeando, la sangre circulando, los órganos vitales alertas y activos. No. Me refiero a la otra vida, la del alma, la del sentir, pensar, conocer, desear. La vida espiritual, psíquica, anímica… llamadla como queráis. Esa es la que me ha salvado La penúltima bondad: mi vida viva.
Yo, que busco mi lugar en el mundo, recibo (acojo, recojo) de Josep María Esquirol el lugar al que pertenezco: el de las afueras. No intentéis ubicaros en otro lugar. Todos vivimos en las afueras porque no hay adentros, no hay centro. Pero el habitante que hace comunidad en las afueras es el que tiene conciencia y consciencia de que ese lugar es en el que está y es (se es). Porque sabe, es un hecho, que el presunto centro es el paraíso, pero el paraíso y por tanto la perfección, la alegría permanente, el mundo ideal… no existe, por eso habitamos en las afueras. Todos.
Diréis que qué pena. Pues no. Ninguna pena. El paraíso, creer en él, es lo que nos hace más infelices, más egoístas, más violentos, más desdichados. Como mucho entramos y salimos de paraísos episódicos, fugaces, efímeros. Si aceptamos eso, si aceptamos la no existencia del paraíso, entonces serás habitante de pleno derecho de las afueras. Y se sufrirá mucho menos. Si sigues creyendo en el paraíso, si lo buscas, lo esperas... estarás igualmente en las afueras, pero no lo sabrás.
Aquí, en las afueras, el mal es muy profundo, pero la bondad todavía lo es más.
No pensemos, ingenuamente, que los habitantes de las afueras van a reconstruir ese paraíso que no existe. No. Sería volver a estrellarse contra la raíz de lo que nos hace infelices. El fundamento de las afueras es aceptar la imperfección, aceptar la no existencia de la pureza, y por tanto admitir la presencia del mal, de la herida, la intemperie, el egoísmo, la muerte, la degeneración, la avaricia...
Pero, ah, aceptar todo esa desgarradora realidad no supone sufrimiento, no más del estrictamente necesario. Tenemos armas para combatirlo: la bondad, la generosidad, el amor, la luz intermedia, el sentir, el pensamiento, el conocimiento, la belleza, lo simple, lo cercano, el amparo, la comunidad, la reflexión… ¡la vida! La vida vivida, vivir sintiéndose vivo.
No hay que disimular las fisuras de la experiencia de la vida, ni hacer como si no estuvieran: no pueden ni taparse ni ocultarse, porque vuelven a salir. Las fisuras revelan que el misterio constituye la vida.
Pensemos no en términos de problemas, sino en términos de misterios. Los problemas nos impelen a resolverlos, mientras que los misterios nos impulsan a implicarnos en ellos, a formar parte de ellos, a descifrarlos, nos ensanchan, nos tientan.
Sí, cuesta mucho moverse en las afueras, pero hay que hacerlo desde lo sencillo, lo elemental, solo así se llegará a lo profundo (Quien no perciba lo más sencillo, tampoco sentirá lo más hondo). Hablamos de un cambio en la mirada, quizás hacerla más cercana, más próxima, más al detalle, a lo natural, alejarla del bombo y lo artificioso. Y, así, nos moveremos medio palmo, no hacia un lado, sino hacia lo profundo. Hacia dentro, hacia lo verdadero.
El egoísmo y el orgullo son la nefasta degeneración de la autoestima. La clave está, pues, en poder decir yo sencillamente, o en decir yo pensando en mí lo menos posible.
Me tatuaría la cita anterior (me la he tatuado, y otras, en el alma). Explica tantas cosas: eso es la generosidad, no el dejar de decir yo, sino en hacerlo pensando en una misma lo menos posible. Y ahí, por esa grieta, entrará (y saldrá, devolviendo) toda la luz, toda la esperanza, toda la emoción... ¿Quiénes somos, si no están los otros? Es necesario, como diría Ayn Rand, un egoísmo razonable, una necesidad del yo para poder decir yo te amo, pero con ese matiz tan precioso y preciso que añade Esquirol: decir yo pensando en mí lo menos posible.
No es fácil, no. Y dudarás. Debes dudar, porque las dudas son resistencia: nos impulsan, nos mueven, cuestionan… Las dudas caben en las afueras, son necesarias, son aceptadas. Como lo son las heridas, que en sí mismas ya son transformación, sutura, cambio. Se acepta que el misterio es la vida, no la muerte y a esa tarea nos ponemos, a ese misterio, a resolver la vida, no la muerte. Con la conciencia y aceptación, sí, de la muerte, del fracaso, de la imperfección, la vulnerabilidad, la impureza… Pero también con la generosidad, la bondad, el amor (Todo lo que se ha amado a fondo sigue amándose), la complicidad, el intercambio, el agradecimiento, el dar(se), el acogimiento (del otro), la reflexión, el compañerismo...
Tratar de no dañar
Tratar
De
No
Dañar.
¿Tan difícil es? Vivir en las afueras es difícil. Muy difícil. Nadie ha dicho que ser una buena persona sea fácil. Es más fácil dañar que esforzarse en no hacerlo. Pero se puede no dañar. Se puede desde lo pequeño, desde la paciencia, desde la constancia, desde la verdad, desde este medio palmo que estoy dispuesta a cruzar y mover.
De
No
Dañar.
¿Tan difícil es? Vivir en las afueras es difícil. Muy difícil. Nadie ha dicho que ser una buena persona sea fácil. Es más fácil dañar que esforzarse en no hacerlo. Pero se puede no dañar. Se puede desde lo pequeño, desde la paciencia, desde la constancia, desde la verdad, desde este medio palmo que estoy dispuesta a cruzar y mover.
Ah, sí, ya veis que es un ensayo. Sobre la vida humana, ahí es nada. Eso es la vida, en parte: un ensayo constante. No temed: es de lectura fácil, asequible, emotiva, bella. Josep María Esquirol es buen pedagogo, y practica aquello de lo que habla: transmite desde lo sencillo y, así, nos llega a lo más hondo. Es verdad que a veces parece reiterar ciertos conceptos e ideas en exceso, pero cuando terminas la lectura sabes que ha sido un recurso necesario, no utiliza ninguna palabra de más ni de menos ni por casualidad o adorno. Cuida cada detalle, cada contenido. Todo cobra forma, sentido y deja su poso. Terminas el libro y lo vuelves a abrir, recorres lo subrayado (mucho, muchísimo) y sabes que tendrás siempre cerca, muy cerca, dentro, muy dentro a La penúltima bondad.
Aquí, en las afueras, acurrucados sobre lo que amamos, generamos, pero también esperamos. No un paraíso perdido, ni una verdad impersonal –que dejaría de ser verdad- sino algún tipo de ternura, de calidez, de abrazo.
Te espero en las afueras. Ahí, aquí, nos vemos.
La verdad es que me parece que trata un tema muy interesante y profundo. No lo conocía pero la verdad es que me apetece, me ha llamado la atención.
ResponderEliminarBesos!
No te arrepentirás, aunque es ensayo es muy asequible.
EliminarUn abrazo
Pues allà que me voy a las afueras, contigo y con todos los demàs. Me siento muy atraída por este libro.
ResponderEliminarY me alegra en al alma tu comentario "Lo que sí sé es que La penúltima bondad me la ha salvado... Me refiero a la otra vida, la del alma, la del sentir, pensar, conocer, desear. La vida espiritual, psíquica, anímica… llamadla como queráis. Esa es la que me ha salvado La penúltima bondad: mi vida viva."
Y no es una pena, la vida hay que sentirla con sus alegrías y sus dolores...
Abrazo!!
Es muy balsámico. Y no sé si es que me ha pillado floja o qué, pero lloraba de la emoción con algunos párrafos. Ya contarás cuando lo leas (aunque ahora no me llegan avisos al mail de los comentarios, grrrrr)
EliminarUn abrazo
Estaba leyendo tu reseña y me estaba acordando de Ayn Rand y de su personaje, el arquitecto de "El manantial", que da una definición de egoísmo totalmente distinta a la convencional, pero mucho más lógica.Cuando has mencionado a la autora, me he dado cuenta de que no andaba desencaminada. Una gran autora, por cierto, aunque pueda no estar de acuerdo con alguna de sus ideas.
ResponderEliminarBuscar el paraíso es el camino más recto hacia la frustración y la infelicidad, pero hay tanta gente que no encuentra su lugar en este mundo que no me extraña que busquen paraísos dentro o fuera de él. Por eso se inventaron las religiones.
Magnífica reseña.
Un beso.
Hiciste buena conexión, o al menos hicimos conexiones coincidentes :) No ibas desencaminada, no.
EliminarUn abrazo
Un tema interesante donde los haya, y mira que yo no soy de ensayos pero no me importaría leerlo.
ResponderEliminarBesitos cielo 💋💋💋
Este se lee fácil, es muy didáctico, aunque es un libro que quieres releer continuamente porque provoca muchas reflexiones.
EliminarUn abrazo
Valoro mucho la bondad (y la inteligencia), creo que es la clave de casi todo (así lo he ido observando también en mis lecturas sobre los lager).
ResponderEliminarNos vemos en las afueras.
Abrazos.
Ya tengo el libro :)
EliminarY me parece que vas a tardar poco en leerlo, viendo la urgencia que te ha entrado :) Estaré muy atenta a lo que comentes de su lectura ;)
EliminarUn abrazo
Me voy a las afueras....
ResponderEliminarPreciosa reseña.
Allí (aquí) nos vemos entonces :)
EliminarGracias. Un abrazo.
Interesante este libro. No lo conocía, lo que tampoco es extraño, porque no suelo acercarme a los ensayos. Pero después de leerte, no me importaría animarme con éste.
ResponderEliminarBesotes!!!
A mí me gusta leer ensayos y poesía a la vez que narrativa. Este es muy asequible y acogedor.
EliminarUn abrazo
Está siendo un elixir continuado de agitación en mi alma corazón y en suma en mi ser más profundo el leer este libro tan maravilloso que da una lección de humildad vital y enseña los itinerarios para la acción presente que nos haga sentir vivos cada minuto y viviendo hacia los otros dándose sin esperar recompensa sólo la satisfacción de hacer y dar bondad
ResponderEliminarEs balsámico. Nos recuerda lo básico, la humildad, lo sencillo y la bondad. Una maravilla leerlo.
EliminarUn abrazo.
Gracias por tu reseña. Voy directo a la librería. Muy de acuerdo en compaginar narrativa con poesía.
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