miércoles, 28 de agosto de 2019

Mamá y yo y mamá (Maya Angelou)


«El amor cura. Cura y libera. No uso la palabra “amor” en un sentido sentimental, sino como una condición tan fuerte que puede ser capaz de sujetar las escaleras que conducen al cielo y de hacer que la sangre fluya correctamente por nuestras venas»

Maya Angelou cura. Cura y libera. Te sujeta con ternura, hace que la sangre fluya por las venas con la fuerza de un animal liberado, que las lágrimas se deslicen hacia unos labios que, a su vez, sonríen palpitantes de emoción. Porque siempre que leo a Maya lloro y sonrío, se me hincha el alma, el corazón, me devuelve la fe en las personas, en la fuerza de la bondad. Y eso no tiene precio, no tengo palabras que devuelvan a Maya lo que ella me da.

Me protege. Eso hace. Me cuida. Como si fuera un hombro blando pero firme, con la concavidad perfecta para depositar mi cabeza y mi dolor mientras siento que un abrazo adopta el tono preciso y necesario, enérgico y a la vez delicado, protector y liberador al mismo tiempo. Maya es la aliada que quieres tener siempre a tu lado, en cualquier batalla, en cualquier vida.

Su prosa cercana llena todos los vacíos, pone ese arcoíris necesario en cada persona, es como un pájaro que canta entremezclándose con el murmullo de las olas, gotas vaporosas que son luz en la lluvia. El alma de Maya contiene la respiración como cuando te encuentras con una flor que renace en pleno invierno.

Hay que ser muy Maya Angelou para que, en una vida en la que hay violencia, miseria y dolor, el poso que quede sea el del amor. ¿De qué está hecha Maya Angelou? De su madre.

Cuidaré de ti y cuidaré de cualquiera que digas que necesita ser cuidado, de la forma que digas. Estoy aquí. Con todo mi ser. Soy tu madre


domingo, 25 de agosto de 2019

Obstinación (Hermann Hesse)


Una virtud hay que quiero mucho, una sola. Se llama obstinación

Si hay un autor leído en mi adolescencia por el que tenga un cariño especial, ese es Hesse. No fue el único que marcó mis lecturas juveniles, pero es de aquellos a los que le tengo una debilidad personal. Leer “Obstinación” me ha recordado el porqué de ese afecto.

Este libro es un conjunto de textos autobiográficos que son esenciales para entender el recorrido espiritual de Hesse, un camino hacia el autoconocimiento que nos muestra el sufrimiento que tuvo que atravesar para llegar a ser el lobo estepario que fue en busca de la pureza existencial.

Pocos autores te bajan al infierno con la delicadeza que lo hace Hesse, que concebía el sufrimiento como una coraza que protege del exterior, pero desde cuyo interior se encuentran las fuerzas necesarias. El autodescubrimiento es algo íntimo y por eso Hesse es consciente de que no posee una verdad que pueda ni quiera imponer, sino que cada persona es única y ha de escuchar su propia alma.

Hesse valora la obstinación, pero si hay algo que yo valore firmemente en este autor es su brutal honestidad, nunca escamoteó su examen de conciencia y buscó el origen de los conflictos que tenía donde hay que buscarlos: en su propio interior. Si quería volver a ser inocente tenía que descubrir su propio mal y su propia culpa, asumiendo la inutilidad de intentar contar a los demás ese “angosto camino a través del desierto”.

Y, sin embargo, qué bien lo hizo, qué bien lo transmitió y qué deuda tan grande tengo con este autor honesto, insobornable y digno que consiguió recuperar la magia y reconquistar la sabiduría de la infancia. Lúcido, preciso, personal y, a la vez, tan reconocibles todos en su experiencia, sus dudas, su compromiso.

Alabado sea Hesse y su tenaz obstinación.


jueves, 22 de agosto de 2019

Tea Rooms (Luisa Carnés)


Pros, contras y debate.

Los pros: Lectura ágil. La narrativa es rápida, fragmentada, sin subterfugios ni rodeos. No hay pirotecnia sensiblera y sí mucha “literatura verité” y rigor social. De hecho Carnés es como una taquígrafa que da cuenta detallada de lo que sucede, permitiéndose (porque es su compromiso) barrer para casa. Es, por ello, una crónica valiente de una época y una sociedad que, lamentablemente, aún podemos reconocer (el trabajo precario, la desigualdad…) Valiente porque no oculta temas como la prostitución, el aborto, las injusticias sociales, sindicatos, huelgas… Carnés da voz a la mujer que lucha por sus derechos.

Los contras: Me ha faltado trama y profundidad psicológica de los personajes. El estilo es periodístico, casi de taquígrafa, pero de igual forma que al final Carnés se viene arriba para hablar de la lucha por la igualdad de las mujeres, bien podría haber dado más empaque y destreza literaria a la novela. Me ha faltado algo que destelle, sobrevuele, impacte, golpee. Ha sido como leer un periódico de la época. Bien escrito, correcto. Pero no conecto. Me ha faltado fuerza narrativa y se me ha quedado en literatura de entretenimiento con trasfondo feminista y politico-social.

El debate: Se habla de Luisa Carnés como una escritora invisibilizada de la generación del 27. De acuerdo. Invisibilizada ha estado. Como han estado muchas mujeres. Ahora bien ¿ha sido invisibilizada Luisa Carnés por ser mujer? No solo por ser mujer, creo. De hecho en su época tuvo prestigio y fue reconocida. Pero, ay, era una escritora comprometida social y políticamente. Los tiempos cambiaron, el pequeño tirano deshuevado no iba a permitir que nadie le chistara ni le contradijera. Vino el exilio. Así que me pregunto ¿fue Luisa Carnés invisibilizada por ser mujer?¿o también, problemas editoriales al margen, por ser republicana, luchadora, de izquierdas y no callarse cuando en España llegó la dictadura? Loable todo ello, y en ese sentido merece ser rescatada, tener memoria histórica. Pero hablemos de literatura. Y entonces pienso en otras autoras de aquellos años, también exiliadas, por ejemplo Mercè Rodoreda, Rosa Chacel, María Zambrano… Ahí lo dejo.

Es una lectura interesante como recuperación de la memoria histórica y la situación de la mujer en la España de inicio del SXX. Recuperarla es como hacer justicia poética, una curiosidad. Pero literariamente me pareció poco exigente. Quizás sea una lectura para jóvenes lectores o que estén iniciando un recorrido lector o que desconozcan la historia de este nuestro país y quieran acercarse a una parte de ella sin grandes pretensiones literarias y sin una historia compleja de por medio.

martes, 20 de agosto de 2019

El vestido azul (Michèle Desbordes)


Nadie sabe lo que, en la tristeza de sus hogares y de sus habitaciones, piensan aquellos que ya no tienen nada que perder

Camille y su silla, la épica de la fidelidad y la espera, haciendo y deshaciendo recuerdos, andando y desandando caminos, el amor como un fantasma ingrávido e inalcanzable. Amar y perderse así, atenta al dolor, resignada, con la fatiga de la tristeza como una garra en las entrañas.

La hija rechazada, la amante ninguneada, la hermana traicionada. Repudiada, bella y atormentada. Amor u odio, quién sabe, agitación turbulenta de quien enloquece de exceso, de puro sentir. Exceso de amor, de creación, de vida. La conmoción de quien ama hasta la desesperación, con ebriedad, amor pirético y desasosegado. Amor escondido es amor condenado.

Amar hasta perderse y hacer de la pérdida una espera. Amor con el tiempo medido, el tictac descontando respiraciones con el abandono y el desamparo de lo que ya nunca volverá ni será, quizá nunca fue. Es tan fácil hablar y bailar cuando se desborda felicidad, tan valiente callar y esperar y esperar y esperar y callar, callar y callar cuando el dolor es tan insoportable como irreparable.

Uno la menospreció, otro calló y, quizás, bajó la mirada. Olvidar ira, olvidar reproches y solo amar y respirar, respirar para perdurar, respirar porque nada vuelve pero la esperanza no se va. Te pones un vestido azul y vas al mar. Quizás quieras dejar de respirar allí, en el húmedo azul de las olas, que el mar arrastre tu dolor y tu cansancio una vez que sueltas el lastre de las palabras. La vida como una trinchera en la que hay que concentrarse para provocar un latido. El corazón atado, el olvido por un reencuentro.

La vida es lo único que se reanuda, no se restablece, sino que vuelve a anudarse. Y Camille se repliega en sus vestidos, su silla, sus esperas, sus paseos, su confianza ciega, su amor constante, su fidelidad tozuda. Su silencio y su abismo.

Cuándo, cuándo llegará el sosiego.

©AnaBlasfuemia

domingo, 18 de agosto de 2019

Desobedecer (Frédéric Gros)


El tratamiento masivo anula la visualización del semejante y destruye la sensibilidad para con el prójimo, que son la raíz de la compasión, del sentimiento de humanidad
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Este libro casi me desnuca de tanta vehemencia con la que iba asintiendo a medida que leía página tras página. Me preocupa, incluso me asusta, el mundo en el que vivo. Un mundo en el que estamos poniendo en peligro nuestro mayor tesoro: la propia tierra, la naturaleza. Me preocupa el aumento de desigualdades, injusticias, manipulaciones, egocentrismos, agresividad, superficialidad, hipocresía… Algo que no sucede por casualidad, destino o disposición celestial sino que lo estamos consiguiendo a pulso con nuestra conformidad, nuestra pasividad e incluso nuestra complicidad.
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Esta complicidad que muchos no reconoceremos es muy sutil. Tal vez firmemos peticiones en alguna plataforma virtual habilitada para ello, compartamos denuncias e indignación por las redes sociales, acudamos a manifestaciones… Todo a golpe de clic, de teclado o de pancarta. Así no nos sentimos cómplices de la degradación moral, social, espiritual, climatológica y ecológica. Todos reconocemos la evidente deshumanización a nuestro alrededor, pero ese reconocimiento no conlleva una desobediencia ni una sublevación.

El problema no es la desobediencia, sino la obediencia. Le sorprende a Gros la falta de reacción, la pasividad. No invita a la rebelión, de hecho no habla tanto de la desobediencia sino de la obediencia, de por qué obedecemos y cómo obedecemos (y a quien). ¿Obedecemos por conformismo, por “pertenecer”, por inercia, educación, sumisión, educación, pereza, cobardía…?
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A través de un muy ameno e instructivo repaso por la historia, filosofía y literatura de la desobediencia y la obediencia, Gros nos recuerda la imposibilidad de delegar nuestra responsabilidad, puesto que el yo es indelegable e insustituible, y nos invita a abordar el tema de la obediencia no como una decisión política o social, sino como decisión ética, porque desobedecer es sobre todo obedecer, obedecerse a sí mismo, no traicionarse a uno mismo.

Lectura necesaria.

jueves, 15 de agosto de 2019

Algunos libros (E.M. Forster)


La tolerancia es el principal instrumento del progreso colectivo de nuestra especie. Lo que nos distingue de los simios es el deseo de comprender a las personas, no el poder de dominarlas
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Y, sin duda, leer es una poderosa herramienta para comprender a las personas. Y al mundo. Es por ello también que he leído este libro, no tanto por los libros que Forster comenta, la mayoría de los cuales son desconocidos para mí (y así seguirán), sino por quien los comenta: E.M. Forster, un autor que, sin deslumbrarme, siempre me ha parecido interesante y atractivo justamente por las razones que he encontrado en este libro.
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Y es que E.M. Forster es un comentarista entrañable: sensible, respetuoso, accesible y didáctico. Lo suyo es la pedagogía de la amabilidad y la honestidad. Analiza los libros con lucidez y equilibrio. No calla lo negativo, pero sopesa si la lectura merece la pena y embellece el lado positivo. Es un crítico justo, un buen lector. Cuando un libro no le ha gustado lo explica con claridad, argumentos y sencillez, mencionando siempre a qué tipo de lectores les puede gustar y por qué. Se trata de divulgar la lectura, no de imponerla.
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Con un humor agradable, suave y cariñoso Forster comenta libros y autores, comentarios con los que no siempre he estado de acuerdo, pero siempre con la conciencia de la honestidad de sus criterios y su buen talante a la hora de expresarlos. Amable, muy amable y acogedor, incluso melifluo. Una lectura amena de un refinado y generoso Forster. Ojalá encender la radio y escuchar hablar de libros y vida con el sentido común, el respeto y la humildad de este autor que no pretendía convencerte sino exponer su verdad aceptando la controversia y el desacuerdo.

martes, 13 de agosto de 2019

Florescencia (Kopano Matlwa)


Hacemos lo que podemos.
Hacemos lo que podemos
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Si eres mujer, joven, sudafricana, padeces el machismo, la xenofobia, la superstición; si tu hermano se suicida, tu madre es profunda y excesivamente religiosa, si tu menstruación te parte en dos, tu país está podrido,... parece que ya tienes bastante con mantener cierto equilibrio mental, tal vez algo precario pero qué hacer contra tanto: lo que puedas.
“Florescencia” asfixia, ahoga, aprieta, desborda rabia, agresividad y rebeldía. También cierta (aunque esforzada) frescura fruto de un lenguaje que posee la minucia del dolor y los matices líricos de la juventud.
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Es difícil manejar tantos elementos que golpean al lector con una dureza rayana en la violencia: el duelo de un suicidio, una religiosidad culpable y autoinmuladora, la superstición insoportable, unos óvulos expulsados con la puntualidad del desgarro, una sociedad que no ha conseguido superarse a sí misma. Racismo, xenofobia, machismo, pobreza… Demasiados elementos dolorosos que hay que gestionar, combinar, soltar, transformar… sin abrumar al lector.
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La intensidad dramática y la angustia constante están a punto de que se le vaya de las manos a Kopano Matlwa, pero finalmente consigue apaciguar tanto desgarro porque la violencia es difícil de explicar a un ser inocente a quien lo único que quieres decirle es “no te preocupes. No te preocupes por nada”
“Florescencia” es una lectura tan arrasadora que, aunque detecto algún punto débil, sinceramente… no me apetece escarbar y opto por dejarme llevar por la incontinencia emocional de Matlwa. Eso sí: no me la comparen con Coetzee y Nadine Gordimer. Por favor. No todavía.

jueves, 8 de agosto de 2019

Diapsálmata (Søren Kierkegaard)


“Ahora tan solo añoro mi primera añoranza. ¿Qué es la juventud? Un sueño. ¿Qué es el amor? El contenido del sueño”

Hermida Editores, que tiene un catálogo bello bello, tradujo en su momento, directamente del danés (y las traducciones directas son muy top), este Diapsálmata de Kierkegaard, que como explican en una excelente introducción, corresponde a la primera parte del libro Enten-Eller, un inmenso libro dividido en dos secciones, una correspondiente a aforismos, pensamientos y reflexiones sobre la estética (que sería este Diapsálmata) y otro sobre la ética.

En Diapsálmata encontramos un Kierkegaard muy seductor, irónico e incluso divertido (y a mí me encanta esta parte divertida, cínica y humorística de Kierkegaard). Kierkegaard siempre golpea a la conciencia, pero también a las vísceras y por ahí siempre me ha tenido ganada.

El Diapsálmata es ingenio profundo, pero nada carente de una prosa bien ejecutada, expresando el sufrimiento con descaro, pero también con belleza, con estética. Kierkegaard cuidaba los aspectos formales de su prosa, a través de la cual transmitía su filosofía.

Por supuesto que es un libro nihilista, es Kierkegaard y su angustia, no puede ser de otra forma, pero con tanto que ofrecernos. Puedes discrepar de algunos aforismos y planteamientos, pero no se pasa de largo por su humor y su profundidad filosófica y mucho menos por la sensibilidad en su prosa.

Todos debemos de ser un poco misteriosos para los demás y para uno mismo, y a mí los misterios de Kierkegaard, sus reflexiones sobre la existencia humana, su humanismo y su diálogo con la persona que sufre siempre me han parecido tan atractivos como instructivos.

martes, 6 de agosto de 2019

Física de la tristeza (Gueorgui Gospodínov)


¿Cómo estás?
¿Cómo estás?
¿Cómo estás?
¿Cómo se responde a una pregunta así?
Cuántas veces se me ha ahogado la respuesta a esa pregunta y, como una burbuja inevitable que asciende para deshacerse, he respondido: “ahí estamos”. Sabiendo que el ahí es un aquí, en la vida, y aceptando ese plural mayestático como una especie de red protectora de mi yo ingrávido, una frágil pero real barrera salvadora: estamos, estamos yo y todos mis yoes. Estamos. Que no es poco. “Ahí estamos”, todo por no responder con un falso, conveniente y complaciente “bien” que contiene todo el peso de la tristeza acallada.
¿Cómo funciona la tristeza? ¿cómo se mueve, se transforma y se explica? ¿cuál es la física de la tristeza? Como el minotauro en el laberinto, así. ¿Hay un hilo que te lleve a la tristeza y la liquide?
“Física de la tristeza” es la narración de la tristeza humana y es la historia de las multihistorias que somos, en este caso la(s) del protagonista y su laberinto por la tristeza, su empatía patológica (¿don o enfermedad?). La empatía como caja de resonancia y a la vez como archivo donde las experiencias emocionales, de los sentidos y de la propia narrativa se mantienen parpadeando. Sin linealidad narrativa caminamos por un laberinto en el que los caminos se entrelazan, se bifurcan, se desvían, se expanden y se contraen tanto en el espacio como en el tiempo.
Una amalgama de ficción y realidad, de verdad y sueños, de historia y mitos cuyos hilos te llevan a ti mismo, como si te leyera a ti y a tus pensamientos. Gospodínov tiene la consideración de facilitarnos altos en el camino, la posibilidad de respirar antes de seguir desentrañando el laberinto, un hilo por el que retomar y desenredar la madeja, desenredarte a ti.
Si la vida corre en exceso la atrapo con palabras, compro historias. Si la vida se tambalea, no dejo de buscar lo sublime y la belleza. Si tiemblo al leer “Física de la tristeza” es porque me mueve toda la tristeza, mis laberintos y mis yoes. Yo somos. Yo fuimos.
No hay nada innecesario en “Física de la tristeza”, como no lo es la imposibilidad de salir intacto del laberinto de la tristeza.
¿Cómo estás?

domingo, 4 de agosto de 2019

Calle de dirección única (Walter Benjamin)


A una persona sólo la conoce quien la ama carente de esperanza

Intentar atrapar a Walter Benjamin en un conjunto de palabras y trasladarlo a un post es una tarea que no está a mi alcance. Encasillar este libro en un estilo literario sería hacerle poco a honor a un filósofo, crítico literario y ensayista del calibre de Walter Benjamin. Podría decir que estamos ante un conjunto de aforismos, pero entendiéndolos como huellas, o más bien como pasos que vagan por una calle de dirección única. Y tal vez pareciera que esa unidireccionalidad de la calle nos restringe el paseo. Pero no, lo extraordinario sucede porque Walter Benjamin pone la mirada justamente ahí: “el único remedio es volver la mirada a lo extraordinario, lo único que todavía nos puede salvar
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Podría decir también, y de hecho voy a decirlo, que “Calle de dirección única” es como una constelación, un conjunto de pensamientos y reflexiones que conforman una figura, aunque no tan imaginaria como las constelaciones que observamos en el cielo nocturno. Porque Walter Benjamin construye esa constelación según su propia concepción de la prosa: compone, construye y, finalmente, teje.
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A través de este conjunto de observaciones, recuerdos, reflexiones… Walter Benjamin teje el arte de vagar y perderse como en un ensueño, con ese ritmo zigzagueante del observador, de quien pasea aparentemente sin ninguna meta pero con un claro objetivo de descifrar la historia de la humanidad.
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La narrativa fragmentaria y experimental de “Calle de dirección única” es poderosamente atractiva, pese a la opacidad de algunas de las reflexiones no puedes (ni quieres) resistirte a acompañar a Walter Benjamin e ir descubriendo lo desconocido en lo conocido, desplegar un cerrado abanico en el que nada permanece y todo sucede.

jueves, 1 de agosto de 2019

Tres senderos hacia el lago (Ingeborg Bachmann)


En algún momento hay que parar, todo el mundo tiende la mano a los demás alguna vez, pero eso no significa que, cuando esa situación evoluciona, ahora que recorres tu propio camino tú sola, aún debas sentirte encadenada a una deuda que dejó de existir hace mucho
Ingeborg Bachmann delinea escrupulosa y delicadamente la geografía de las contradicciones y del existir(se). Pasa el dedo por los relieves de los paisajes de su infancia y su vida, delimitando y señalando los pliegues, las curvaturas, los límites y espacios que configuran a la protagonista.
En “Tres senderos hacia el lago”, Bachmann no malgasta ni una palabra y sin embargo consigue múltiples interpretaciones y significados, sinuosos paseos por su lectura. Elisabeth Matrei, la protagonista de esta breve novela, intenta llegar al lago que tan bien conoce pero no encuentra los senderos que siempre le han llevado a él o no consigue finalizar su recorrido. Como un espejo, un reflejo de la propia memoria, tampoco encuentra con facilidad los caminos que la lleven a ella misma, por lo que es necesario volver a la búsqueda y la exploración una y otra vez. En esa búsqueda de un tiempo que fue y que le ayude a configurar el presente y le proporcione un espacio que sea conquistado casi como un refugio, Elisabeth muestra la pérdida de un mundo al que ya no pertenece.
Al igual que los propios recuerdos transcurren en nuestro interior, la estructura narrativa de “Tres senderos en el lago” es un fluir a base de saltos en el tiempo, un acercarse y alejarse de los recuerdos entretejiendo culpas, luchas inútiles, deseos, identidad…
Elegante, muy elegante Ingeborg Bachmann, con una narrativa valiente, sutil, ingeniosa y muy potente. No es la trama, es sus meditadas y sabias observaciones sobre la identidad, la pertenencia, el tiempo y los recuerdos. No podemos volver a la infancia porque todos los mapas se nos quedan obsoletos. Pero un futuro más humano es posible si tenemos la suficiente habilidad moral y ética. Magnífica y espléndida Ingeborg Bachmann.
No te aferres a nadie