martes, 28 de julio de 2020

El coleccionista (John Fowles)


Pero todo el mal que existe en el mundo se ha producido precisamente así: por acumulación de gotas. Sería absurdo decir que no tienen importancia las pequeñas gotas. Las pequeñas gotas y el océano son exactamente lo mismo

Uno de mis mayores sufrimientos de niña era ver que alguien mataba una mariposa. Creía, más que en cualquier otra cosa, salvo en la inmensidad del mar, que cuando se mataba una mariposa al día siguiente el cielo lloraba y llovía. Una lluvia triste y empapadora. Por eso la lluvia me llueve siempre. Por eso me inquieta quienes atrapan mariposas, las encierran y las dejan morir. Por eso hace años leí este thriller sobre un coleccionista de mariposas. Y vete tú a saber la razón pero ahora he vuelto a releerlo.

Alternando puntos de vista (secuestrador y secuestrada), Fowles vuelve a espeluznarme en esta relectura. Me pregunto qué me inquieta pero es una pregunta retórica, conozco la respuesta: la ignorancia del protagonista del daño y dolor que causa a su víctima, permanecer ajeno al mal que uno mismo causa, indiferente a las consecuencias de sus acciones, la lejanía con el otro, la condescendencia con uno mismo.

Las excusas del protagonista me repelen profundamente de la misma forma que me admira la capacidad de Fowles para dotar al protagonista de una consistencia real, así como para traspasar esa atmosfera claustrofóbica al lector, hasta el punto de apreciar con agradecimiento renovado cada gesto sencillo de libertad que poseemos, como poder abrir una puerta y atravesarla.

Quizás sea una gran habilidad de Fowles plasmar con aparente sencillez esos dobles raseros de la realidad o esas realidades que conviven en una misma supuesta realidad. Y desde esa sencillez para transmitir todas esas aristas profundas en la psicología de ambos personajes (el deseo de poseer, la lucha por la supervivencia) Fowles construye con maestría una mente capaz de construir una realidad paralela, una mente en lucha por la que, en algún momento, llegamos a sentir pena. Y eso es lo que realmente me turba.

La intertextualidad entre “El coleccionista” de Fowles y “La tempestad” de Shakespeare es puro deleite y un regalo para el lector.

Te perdono

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