martes, 8 de abril de 2025

Luz (Elisabet Riera)

 

El amor también es eso: conocer los límites, medirnos


El amor… qué sentimiento más universal. Y, sin embargo, que sentimiento más impreciso y voluble, más personal. ¿Dónde están los límites del amor? ¿Quién pone esos límites? ¿Necesita límites o solo una forma definida, cerrada? No seré yo ni quien le ponga límites al amor ni quien cuestione a quienes los pongan. Mi obstinación es tener claro si los límites que yo pueda poner son límites propios o ajenos. Es decir, si están basados en mis valores y criterios o en imposiciones externas (sociales). Hasta ahora he sido bastante respetuosa conmigo misma sin dejar de serlo con los demás (algo que ni ha sido fácil ni se ha entendido).


No podía negarme, aunque por aquel entonces yo siempre decía que no. No, no y no. No a todo, un no universal”


Una se cree que tiene ya todos los libros que necesita para leer el resto de su vida, dejando un margen estrechito a novedades de autores a los que se es fiel, o a recomendaciones de personas muy concretas. Y de repente alguien a quien conozco de hace mucho, lo suficiente como para mantener en el tiempo y la distancia una cercanía estrecha, de cuidados mutuos y de confianza, me recomienda un libro. Siendo ambas lectoras pero de universos literarios diferentes (aunque con raíces comunes) una recomendación de la una hacia la otra o de la otra hacia la una sólo puede ser un libro especial, concreto, un rara avis, la excepción a la regla. Y me habló (sin decirme nada de él) de este libro.


Si hay una palabra que defina esta lectura es “perturbación”. Si hay dos palabras, la siguiente sería “desasosiego”. Porque es así, lees, avanzas en la lectura y deambulas entre la perturbación y el desasosiego. Pero sigues leyendo, porque esas emociones son externas a mí, son sociales, educativas, también morales. Estructurales. Impuestas. Pero me gusta rascar en la superficie, utilizar ese hacha que rompa el mar helado. Además Elisabet Riera lo pone fácil, eso de avanzar pese a la desazón. Lo pone fácil porque (d)escribe muy bien: transparente, poética, nítida. Desenmaraña aquello que para muchas personas puede ser un ovillo difícil de deshacer. Maneja los tiempos, te da respiro, te coge de la mano sin apretarla ni exigirte. Y te dejas llevar, con lo que a mí me gusta  (a veces) dejarme llevar…


No es fácil la delicadeza con ciertos temas, mantener ese difícil equilibrio del funambulista que camina por una cuerda muy floja, muy inestable, una cuerda que tiende a expulsarte (hacia un lado o hacia el otro). Riera te ayuda a caminar por esa cuerda y avanzar por ella, como si nos dijera “vamos hasta el final y, entonces, sólo entonces, juzgas”. Así que avanzas con vértigo pero también con determinación.


Oh, Lolita de mi corazón. ¿Alguna vez te había hablado de Nabokov? Mucho me temo que sí


Habrá quien se quede (quien quiera quedarse) con que “Luz” es una versión lésbica del “Lolita” de Nabokov. Es lo fácil, también lo demagógico. Pero “Luz” es más que eso, es más que el deseo. Es el origen del deseo, es el vacío que hay detrás de ese deseo. Es el silencio arrasando con todo lo hablado, lo que se calla imponiéndose a las palabras. Esos silencios familiares impuestos por un pacto que nunca fue acordado ni escrito pero que pesan como una losa y lastran vidas. 


El abandono es un sentimiento muy poderoso, difícil de digerir. Te deja para siempre una mancha en el corazón, un punto oscuro que no suele verse y que sale a la luz precisamente cuando se ama. Con quién más se ama


La necesidad de matar al deseo antes de que se agote, antes de que se muera o que te abandone. Y luego seguir buscando un amor puro, muchas veces en relaciones fallidas. Porque estás herida y no puedes encontrar las respuestas porque desconoces las preguntas adecuadas.


Y de eso, de dónde nace el deseo, de la fuerza demoledora de las palabras no pronunciadas, de los silencios familiares, de penetrar en el dolor para entender el deseo y para entenderse a una misma, es de lo que va “Luz. Del amor, de la culpa, del perdón, de atravesar el dolor para encontrarse a una misma, de encontrar las palabras y poder pronunciarlas.


Con el amor no basta


Gracias, Elisabet


©AnaBlasfuemia


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