martes, 13 de agosto de 2019

Florescencia (Kopano Matlwa)


Hacemos lo que podemos.
Hacemos lo que podemos
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Si eres mujer, joven, sudafricana, padeces el machismo, la xenofobia, la superstición; si tu hermano se suicida, tu madre es profunda y excesivamente religiosa, si tu menstruación te parte en dos, tu país está podrido,... parece que ya tienes bastante con mantener cierto equilibrio mental, tal vez algo precario pero qué hacer contra tanto: lo que puedas.
“Florescencia” asfixia, ahoga, aprieta, desborda rabia, agresividad y rebeldía. También cierta (aunque esforzada) frescura fruto de un lenguaje que posee la minucia del dolor y los matices líricos de la juventud.
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Es difícil manejar tantos elementos que golpean al lector con una dureza rayana en la violencia: el duelo de un suicidio, una religiosidad culpable y autoinmuladora, la superstición insoportable, unos óvulos expulsados con la puntualidad del desgarro, una sociedad que no ha conseguido superarse a sí misma. Racismo, xenofobia, machismo, pobreza… Demasiados elementos dolorosos que hay que gestionar, combinar, soltar, transformar… sin abrumar al lector.
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La intensidad dramática y la angustia constante están a punto de que se le vaya de las manos a Kopano Matlwa, pero finalmente consigue apaciguar tanto desgarro porque la violencia es difícil de explicar a un ser inocente a quien lo único que quieres decirle es “no te preocupes. No te preocupes por nada”
“Florescencia” es una lectura tan arrasadora que, aunque detecto algún punto débil, sinceramente… no me apetece escarbar y opto por dejarme llevar por la incontinencia emocional de Matlwa. Eso sí: no me la comparen con Coetzee y Nadine Gordimer. Por favor. No todavía.

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