miércoles, 14 de mayo de 2025

El librero (Roald Dahl)

 

En este mundo no se trata de quién eres, mi niña. Ni siquiera se trata de a quién conoces. Lo que cuenta es lo que tienes


No habiendo sido yo lectora de Dahl, aunque sí he visionado (y disfrutado) varias de las películas que se han adaptado de algunas de sus obras, tenía curiosidad por leer algo de este reconocido y controvertido autor. Este relato, ilustrado por Federico Delicado, titulado “El librero” me parecía buena opción, por su escueta extensión y porque me gustan las novelas gráficas.


Tal vez no haya sido la mejor decisión, también lo digo, porque si bien llego tarde para su reconocida literatura infantil y juvenil, tenía esperanza en sus cuentos para adultos. “El librero” resultó no ser la mejor elección si pretendía conocer la fantasía y la magia característica de su literatura. Sí es cierto que hay cierto humor irónico y cierta irreverencia, características que parece definían a este escritor, pero en este caso nos encontramos delante de un relato más “mundano”, más alejado de la imaginación y la fantasía. Que tampoco es que lo mundano y terrenal sea un hándicap.


Pero vamos a ubicarnos: “El librero” nos sitúa en un lugar en el que muchos lectores tenemos un trozo de corazoncito: Charing Cross Road. En una librería. Pero aunque comparte calle, no es nuestra querida librería del nº 84, es otra de las muchas que pueblan tan reconocida calle londinense. 


Así pues, rápidamente nos situamos en una librería especializada en libros raros y de segunda mano. El dueño de la librería es regentada por el señor Buggage, junto con la señorita Tottle. Lo de señor y señorita son etiquetas de cortesía que les quedan grandes a ambos, como pronto el lector va a descubrir. Porque enseguida vamos a tener claro que esta librería es un tanto rara y el señor Buggage y la señorita Tottle unos libreros con los que no nos vamos a encariñar porque ambos son moralmente cuestionables. Ya hay que tener mala baba para retratarnos a unos libreros con los que los lectores no vamos a simpatizar


En esta librería lo que importa no son los libros ni su venta, ni el intercambio, ni la literatura. Lo importante es lo que se cuece en la trastienda, la actividad que ahí desarrollan el señor y la señorita. En fin, de esa actividad que utiliza la vulnerabilidad (y la hipocresía) de los demás es de lo que va “El librero”. Y también de cómo termina dicha actividad, que era uno de mis intereses con esta lectura (la resolución del relato), puesto que Dahl se caracterizaba por dar un final inesperado a sus cuentos para adultos. Tampoco me dejó así como boquiabierta, la verdad. A mí me pareció bastante previsible, además de deseable, qué le voy a hacer. Al menos hay que reconocerle a Dahl que reparta justicia.


Un relato que leí con agrado, además es cortito y se lee de una sentada porque la narrativa de Dahl dota de buen ritmo la lectura, ya con pocos trazos sitúa personajes e historia. Hay un claro humor negro y una aguda critica social para retratar a los personajes. Pero el final me ha dejado bastante indiferente y especialmente decepcionada (porque esperaba un giro más inesperado y sorprendente). Mi reconocimiento se dirige más a las ilustraciones de Federico Delicado, que realmente impulsan el atractivo del relato. A mí modesto entender, lo eleva (en el sentido de que se me hizo más interesante gracias a dichas ilustraciones): los dibujos estilizados y desgarbados, el fuerte colorido, intensifican el desprecio hacia los personajes de Buggage y la señorita Tottle.


Gracias, Roald Dahl. Gracias, Federico Delicado.


©AnaBlasfuemia


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