miércoles, 28 de mayo de 2025

Tren nocturno (Martin Amis)

 

He cogido un nudo fuerte y compacto y lo he dejado reducido a un amasijo de cabos sueltos


Amis nos advierte desde el principio (y nos lo volverá a repetir en las últimas páginas de este MAGNÍFICO libro). Ahí está la columna vertebral de “Tren nocturno”, en ese nudo sólido, fortísimo que, al intentar deshacerlo, lo que queda son cabos sueltos. Así que no proceden las quejas si alguien siente que el cierre de este libro no es un cierre perfecto. Lo es, todo en este libro está milimetrado, engarzado impecablemente, una construcción narrativa inmejorable. Una joya que he aplaudido hasta con los pies.


Tenemos a Mike, una detective de la policía. Nombre, voz y aspecto masculino. Pero es una mujer. Mike es solicitada por un antiguo superior con quien mantiene una estrecha relación y casi familiar, Tom Rockwell, para que investigue el aparente suicidio de su hija Jennifer. Así pues, “Tren nocturno” se nos presenta con todas las hechuras de una novela negra. Pero a “novela negra” habría que añadirle algún apellido más: “novela negra metafísica”, “novela negra filosófica”. Aunque se desarrollan los elementos policiales tradicionales (investigación, autopsia, entrevistas,  procedimientos, etc.) sin embargo Amis trastoca los acuerdos y pactos establecidos en la novela negra, utiliza el formato de investigación policial para abordar temas profundos como la naturaleza del suicidio, la construcción de la identidad y la motivación humana. Bajo la apariencia de una novela policial Amis construye algo de gran transcendencia.


Mike es la voz narradora, en primera persona, así que nos adentramos en la intimidad de su mente y sus emociones, pero también de su confusión y sus dudas. La indagación sobre Jennifer confrontará a Mike consigo misma. Jennifer, perfecta, guapa, metódica, feliz, inteligente, una relación de pareja maravillosa, una vida que no tiene resquicios, todo en ella es luz. Pero un buen día se suicida (alguna grieta invisible habría). Se mete tres tiros en la cabeza. No uno, sino tres. Mike conocía a Jennifer. 


Mike es una mujer endurecida, encallecida, sobria y aparentemente rota. Pero también tiene la obstinada necesidad de entender. Investigar el suicidio de Jennifer la llevará a conocerla más pero también a conocerse más a sí misma. Aunque yo diría que no tanto a conocerse sino más bien a asomarse a agujeros internos a los que no se había atrevido a mirar. Lo que viene siendo confrontarse a una misma y a esos puntos ciegos que deliberadamente decidimos mantener ahí, fuera de la conciencia, de la mirada.


¿Por qué Jennifer, que aparentemente lo tenía TODO se suicida? ¿Y por qué Mike, que ha tocado fondo, sigue viva y queriendo vivir? El desconcierto de Mike es el nuestro también, toda lógica posible se resquebraja, lo que parecía una evidencia, una certeza, se convierte en una pregunta (un cabo suelto más). Mike, obstinada, se asoma al abismo de Jennifer e inevitablemente empieza a vislumbrar el suyo. 


¿Puede haber un suicidio sin motivo, sin razón aparente? El desafío de Amis a las convenciones del género es evidente: no estamos ante una investigación policial (aunque adopte esas hechuras), sino ante una clara exploración filosófica sobre el sentido de la vida, el suicidio, la identidad, la indiferencia… Ya no importa el cómo ni el qué ni incluso el quién, se trata del por qué.


Las dificultades de Mike para encontrar esos porqués y la limitación para acceder al mundo interior de Jennifer no deja de ser un reflejo de una opacidad para consigo misma, ese difícil acceso a un lugar íntimo vedado incluso para la propia Mike. Una verdad emerge con fuerza: no podemos saber lo que realmente ocurre en el interior de las personas. Mike, carente de herramientas emocionales, no puede apelar al procedimiento, ya no sirven las pruebas, las causas y consecuencias, los patrones. Esto la desarma. Si no hay un porqué ¿cómo enfrentarse al propio vacío?


No es que Mike no sea capaz de ver. Sí lo hace, pero lo que ve está vacío, hueco. No hay ninguna revelación sino un reconocimiento: hay límites infranqueables que nos impiden acceder al conocimiento del otro y esos límites adoptan la forma de un profundo agujero negro. En realidad hay mucha lucidez en Mike, en su aceptación de que no hay un por qué comprensible. Es en esta comprensión, en esa conciencia lúcida, donde “Tren nocturno” se despoja de la trama y se vuelve más ensayo: no hay respuestas. Una lucidez sin consuelo posible. Esa verdad tan oscura nos es presentada por Amis tal y como es: absurda, opaca y cotidiana. Este negarse a un consuelo me pareció muy honesto, ese énfasis en lo ambiguo y complejo de la experiencia humana.


Entiendo que haya lectores a los que desconcierte e incluso se sientan decepcionados, insatisfechos ante la (no) resolución de las razones del suicidio de Jennifer, sin encontrar un mapa que nos guíe. Entiendo que ante una historia de este calado (ante cualquier historia) queramos un cierre claro, un sentido, un alivio, una grieta por la que escapar. Pero de hacerlo Amis se traicionaría a sí mismo y a lo que ha planteado desde el principio (ese nudo que al intentar deshacer deja un montón de cabos sueltos). A veces hay que aceptar que no hay más fondo al que llegar, que hay lugares que nunca alcanzaremos pero que no por eso la vida (¡ni la literatura!) dejan de tener fuerza.


Y no solo me ha parecido honesto el (no) cierre de Amis, sino también me ha parecido profundamente compasivo porque no se juzga el suicidio: no es un crimen, ni un fracaso moral, ni una llamada de auxilio no atendida, ni un error. NO hay culpables.


En definitiva, y como dije: una joya de libro. Una novela contundente, con una estructura engañosa y una carga existencial y humana devastadora y con el coraje de no dar respuestas donde no puede haberlas. Una lectura que sigue creciendo en mí después de haberla finalizado.


Gracias, Martin Amis.


©AnaBlasfuemia

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