"Pensaba en lo fácil que era la vida de las mujeres que nunca han tenido miedo de un hombre"
Y cómo no sentir miedo de un hombre que es un manipulador de manual y encima es tu marido, a quien no tienes nada que ocultar porque se lo has contado todo. Dice Ginzburg en una nota (brutal, por cierto): "Esta historia está llena de humo, de lluvia y de niebla". También nos dice que cuando escribió "Y esto fue lo que pasó" se sentía infeliz y sin ganas de pelear ni combatir, que su mente estaba confusa y enredada en la oscuridad, y que por eso en esta historia lo que está más vivo en la mujer protagonista es su oscuridad, su confusión y su enredo.
Ginzburg cree que no debemos buscar un consuelo en la escritura. Pero escribes en función de tu estado emocional y mental y quizás el consuelo sea poner negro sobre blanco aquello que dentro nos arrolla. No lo sé porque no soy escritora, solo escribo de lo que leo y ya otros escriben para contarlo y contarme. Pero sobre lo que sí tengo una certeza absoluta es que la virtud de convertir lo ordinario en arte está al alcance de muy pocas personas y que Ginzburg es una de ellas. Y cuando digo ordinario en realidad digo extraordinario, porque lo ordinario no debilita ni esconde la complejidad de la vida. Puedes ignorarlo, eso sí (ojos que no ven, que no miran, corazón que no siente), pero ahí está Ginzburg para poner la lupa.
"Y esto fue lo que pasó" es una pequeña novela absolutamente descomunal y contundente. ¿Puedo decir que es bestial?. Es que me encanta tantísimo esta escritora que no puedo evitar llenarme de tópicos admirativos. Pero cómo describe la sumisión, el deseo y la necesidad de encajar en el rol que se espera de una mujer, con todo lo dañino que eso implica, me parece algo magistral en Ginzburg. Su manejo de la prosa realista es impresionante, jamás te pierdes ni te sientes confusa en la escritura de Ginzburg. Y siendo cierto que me gusta mucho la literatura rebuscada, alambicada, compleja, enrevesada y sutil, no es menos cierto que también me gusta lo contrario cuando está cargada de razones, profundidad y verdad.
La voz narrativa de Ginzburg es cautivadora, tiene magia, madurez, serenidad y es vibrante. En ella las palabras no se enciman tumultuosas, más bien se encadenan con serenidad y con el firme propósito de narrar una historia. Es incorruptible porque hay en ella un vigor intelectual, una exigencia ética y una capacidad para transmitir ideas, realidades, valores y sentimientos que no puedo (ni quiero) evitar admirar profundamente. En la ficción, inventas, pero en "Y esto fue lo que pasó" la sensación es que todo lo que cuenta sucedió. Más aún: sucede. Y esto es así porque las mujeres de Ginzburg son mujeres que están solas en su propia naturaleza, su condición de mujeres que se niegan a abrazar su destino y a salir a su encuentro. Por eso Ginzburg es intemporal y está llena de matices.
Pese a haber escrito esta historia sin ganas de luchar y enredada en oscuridad, "Y esto fue lo que pasó" conserva una frescura contundente y testimonial porque en su escritura concisa y directa, cauta y medida, nada es gratuito y nunca pierde la elegancia ni la coherencia interna: se llama tener ética.
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