Título original: Het gouden ei
Traductor: Marta Arguilé Bernal
Páginas: 109
Publicación: 1984 (2004)
Editorial: Salamandra
Categoría: Narrativa
ISBN: 9788478889174
Sinopsis: Crispados por el tedio y la
fatiga de su largo viaje en coche hacia el Mediterráneo, Rex y Saskia se
detienen en una gasolinera para repostar. Mientras Rex llena el depósito,
Saskia entra en la tienda para comprar unos refrescos. Pero nunca regresa. Como
si un agujero negro se la hubiera tragado, Saskia desaparece sin dejar rastro:
todos la han visto, pero nadie sabe nada. Ocho años más tarde, pese a que ha
conseguido rehacer su vida, Rex no logra olvidar. Infinidad de pequeños
detalles le recuerdan lo ocurrido, como si de mensajes cifrados se tratara. Las
pesadillas lo atormentan y, en el fondo de su alma, intuye que sería capaz de
dar su vida a cambio de saber qué le ocurrió a Saskia. Por fin, la oportunidad
se materializa en la persona de Raymond, un respetable profesor de química de
un instituto francés que lleva a cabo un macabro experimento consistente en
averiguar hasta qué punto maquinar un acto de maldad absoluta implica
necesariamente ejecutarlo.
Relato
tan breve como sorprendente e interesante. Desde el primer momento te atrapa y
lees con avidez porque quieres y tienes que llegar a saber qué ha pasado,
aunque sospeches mínimamente el desenlace, que es una última vuelta de tuerca
de la historia que cuenta. El paso de un capítulo a otro es algo brusco, porque
de repente no sabes quién ni cuándo, pero al poco ya te sitúas de nuevo y te
deslizas de nuevo a la angustia de querer saber.
Es
cierto que nos falta mucha información sobre la investigación policial. Pero es
que ese no es el tema de la historia que nos cuenta Krabbé, la historia es
sobre mentes perversas, la facilidad con la que se puede cruzar la línea a los
territorios de la maldad y sobre corazones que no olvidan a quienes nos han
dejado huella y desaparecen como por arte de magia y cómo esa línea del olvido
no es tan fácil de cruzar. Nos habla también de la falta de lógica en muchos
hechos, más allá de que queramos llamarlo casualidad. Y también cómo un suceso que pueden ver decenas
de personas no son capaces de darse cuenta de lo que realmente están viendo.
Pese a
que se ha tardado nada menos que veinte años hasta que se ha hecho la
traducción al español, el libro de Krabbé es atemporal, podría haberlo escrito
hace un año, diez, o dentro de cinco. Breve pero intensa, escrita con gran
sencillez (no necesita de artificios, triquiñuelas ni adornos literarios) pero
encerrando una gran complejidad, es una novela que recomiendo.
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