Hoy me escondo en una ecuación de silencios porque es una forma de hablar. Mañana hablaré sin silencios, porque es una forma de callar. Si sabes escuchar, y no sólo oír, pasa, tengo algo que contarte.
A veces sueño con que el silencio y las palabras son marionetas en mis manos. Abro y cierro el telón a mi antojo, monto el teatrillo en la plaza y acuden los niños. Los puros. Los que saben jugar de verdad. La bruja descansa porque su marioneta aún no está en el baúl de mi yo titiritero. Pero pronto los niños gritarán y aplaudirán, porque la bruja estará en el baúl y será una más de las historias que quiera contar. O callar.
Es fácil, cómodo, permanecer en silencio… siempre que la conciencia se quede tranquila. Claro que las miserias humanas son frecuentes (¡aterradoramente frecuentes!), y hasta la injusticia más nimia ahoga nuestras voces. Pero si no tengo miedo, al menos seré dueña de mis palabras. Y también de las tuyas. Sí, también de las tuyas, porque por eso soy la titiritera, manejo los hilos, los muevo a mi antojo, no lo oculto, no hay nada vergonzante en ello… Yo también me dejo manejar sin sonrojo. No por cualquiera. Pocos son los escogidos, muchos los que pasan de largo.
Hay un mundo que no es el de los felices. Ellos también forman parte del teatrillo… la vida es muy cabrona… ¿cómo lo entenderán los niños? Escuchad, niños, la vida da vueltas de campana y se columpia al más pintado. La vida está en cada esquina, con su cara y con su cruz. Mirad bien, porque la bruja también es de este mundo. Ahora preguntaros ¿quién maneja los hilos, ella o tú?.
Tenemos brujas, princesas, malvadas, hadas, sirenas… Están todas. Ella también. Está toda la lista completa. A Pew no se le escapa nada.
Quiero ver vuestros rostros, vuestra mirada desnuda, vuestra alma, esa que se muestra al desahuciado. El arlequín ahoga mis sinsabores y hasta me da esperanza. Nunca vi a nadie que se partiera tanto la cara por su vida, por la vida. Hace que yo me parta la mía. Quizás queráis verla. Esta rota. Y sonríe.
El arlequín me enseñó que el uso de la dialéctica no siempre está de parte del que lleva la razón. Que una cosa es ser lista y otra ser honesta. Yo era tonta. Todavía lo soy. Escogí ser honesta. Y empecé entonces a manejar en el teatrillo a títeres en los que la bruja era una malvada con don de palabra, que utilizaba la inteligencia, el raciocinio y la dialéctica para humillar. Era la suya la cara del traidor, del que te mata por nada, por puro placer. Sí, hay gente así.
Y mientras, el arlequín defendía lo suyo, porque amar no es ningún crimen. Y muestra también la cara de la inmundicia para que escojamos, en cada esquina, la cara de la vida. La vida, la de verdad, es sólo para valientes. Como el amor (el de verdad, ese desconocido)...
En este teatro de títeres, el arlequín cruza el espejo, no cuantifica expectativas, sabe que es un todo o nada, un cielo o infierno. Cree en la justicia, la honradez y el ajedrez (dos palabras que riman). Cree en el amor, en ese amor al que los demás miran como si fuera un bicho raro.
Fuera del teatrillo la vida real me mira y me exige un talento diferente, quizá me pida hipocresía o utilizar palabras que todos entiendan. Pero aquí, en este teatrillo de titiritera de tres al cuarto una no habla, sino que se comunica, experimenta, juega, es una puerta a la imaginación porque imagina y verás…. Me siento libre aquí porque nadie manda, aunque lo intente. Prefiero estos laberintos de títeres y marionetas, de geografías por conquistar, en donde las personas se asoman, miran y eligen si se quedan o si se van. Una puerta peligrosa, me susurra alguien… ¿Quieres pasar? ¿Y quedarte? Es un todo o nada, recuerda… Cielo o infierno.
Juegos de palabras, que quizás (sólo quizás) turben, impulsen, emocionen, conmuevan o al menos muevan. No hay límites en el teatrillo. Todas las marionetas se muestran desnudas. Pasen, vean y participen si es que se quieren arriesgar. El miedo se queda fuera. Si me quieres y te atreves, sígueme. Mi mano no va a soltar ningún hilo aunque le corten los dedos. Decirte que… aquí está, aquí sigue, Ana Blasfuemia, la titiritera.
(©AnaBlasfuemia)
(©AnaBlasfuemia)