Páginas: 112
Publicación: 1994
Editorial: Alfaguara
Sinopsis: A través de una serie de conversaciones que poco a poco nos van revelando el mundo interior y profundo de una pareja ligada ante todo por el amor, Vida con mi amigo nos conduce a la literatura por distintos viajes, tanto literarios, como geográficos y espirituales. Con una prosa clara y sólida, Jacobs pretende devolver a la literatura el carácter de territorio para iniciados que tiene lo sagrado. Vida con mi amigo retoma el diálogo como pretexto para compartir con el lector su biografía y permitirle entrever la intimidad de una relación tan imaginativa como real.
A lo largo de los años en que fui escribiendo “Vida con mi amigo” me pregunté qué forma final habría de darle, si de relato, que abre tantas puertas, o de ensayos cortos, que suele cerrarlas.
Curioso cómo algunos libros pueden quedar sin leerse tanto, tantísimo tiempo. Me traje este libro estas navidades pasadas, en la última incursión por mi tierra asturiana. Cuando voy siempre me traigo algún libro de los que me dejé allí. La mayoría son libros ya leídos. Pero alguno, como este, permanecía sin leer. Asombroso. Cuando vi la dedicatoria (Que continúe la vida con todos tus amigos, amiga…), y quién me lo regaló, casi me hago el harakiri pensando en cómo es posible que dejara este libro tanto (tantísimo) tiempo en la invisibilidad de las estanterías que tengo a cientos de kilómetros.
Y pienso también en que, es curioso (o no tanto) cómo las personas que han pasado por mi vida y que estarán siempre (siempre, siempre, siempre) en mi corazón, eran (son) unos lectores feroces, sabios. Y sabían regalarme libros. Los libros siempre han estado en mi vida… y también en la vida de quienes he amado y me han amado.
Qué delicia de libro, qué generoso, qué regalo para el lector. Y qué desconocido. Posiblemente muchas personas no conozcan a Bárbara Jacobs. Pero sí a su amigo, al que se refiere el título: Augusto Monterroso, célebre por su microrrelato (Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí). Augusto y Bárbara eran tan amigos que se casaron.
Lamentaría que “Vida con mi amigo” fuera un libro de lectura fácil.
Y, sin embargo, es una lectura fácil y agradable. Y difícil a la vez. Fácil porque para ciertos lectores la maravilla de transitar por estas páginas será un mágico asombro, un paseo junto a Bárbara y su amigo por esas rutas literarias que todos soñamos (las casas, los cafés, los paisajes que vivieron y recrearon célebres autores, también los cementerios en los que reposan); difícil porque para aquellos que busquen lecturas superficiales, que no empujen a la reflexión, a cuestionarse y cuestionar, a seguir indagando… pues este no será su libro, no. Y así quiere que sea Bárbara, una lectura no fácil. No porque no lo vaya a ser. Sino porque tiene una conciencia intensa y lúcida de que hay un tipo de lector que no ayuda a la literatura, que no accederá a libros como este, que no le interesan este tipo de libros:
Se lamenta un escritor melancólico cuando ve cómo libros que no tocan fondo, que no reflejan experiencia, que transmiten quizás cultura pero no saber verdadero, que no hacen dudar ni reflexionar, que no conmueven, que no divierten; libros no elaborados que no aportan nada a la literatura, van de mano en mano, de boca en boca, invaden el mundo, los libreros, las mentes que quedan con ellos o sin ellos igual de vacías.
Y no, cuando Bárbara escribió el párrafo anterior (solo por él ya merece la pena leer este libro, pero hay más así, muchos más, que te hacen reflexionar, conmover, dudar… pensar) no se había escrito aún Cincuenta sombras de Grey, El código Da Vinci, o esas interminables series, tetralogías, pentalogías, hexalogías… que tan de moda están.
Es decir, hay un mal que viene de antiguo aunque quizás ahora, más que nunca, está inoculado (¿letalmente?) en la escasa sociedad que lee. El virus que convierte a una sociedad pensante en una sociedad con mentes vacías y no reflexivas es arcaico, pero ahora está más extendido que nunca. Por eso, bendigo a esas nuevas librerías y pequeñas editoriales que nacen ahora dispuestos a ser el antídoto que rescate a la literatura de las grandes superficies, de las grandes editoriales y de la gran sociedad que llena las mentes de vacíos en los que no cabe ni la lucha, ni la belleza, ni la empatía, que fomenta la superficialidad, que no provoca la curiosidad, la lucha, el conocimiento…
Vuelvo de los cerros (de Úbeda) y me centro. Perdón.
Steinbeck, Cortázar, Hemingway, Flaubert, Woolf, Mansfield, McCullers, Kafka, Joyce, Wilde, Capote,… son numerosos los autores que aparecen en estas páginas. Muchas reflexiones en torno al compromiso del escritor, a su melancolía, a su renuncia, también a sus envidias, a su rivalidad, los plagios… Y los lectores no estamos al margen, aunque al final acuerden que, si nos ponemos del lado del escritor, no hay libro malo.
Cada pueblo tiene los lectores que merece, y los editores que merece. Dar perlas a los cerdos ya sabemos a dónde nos lleva.
Nos lleva a amar las perlas.
En pocas páginas, Bárbara Jacobs se posiciona sobre el oficio de escribir y sobre la literatura. Y lo hace desde ambos lados: como escritora y como lectora y a través de un viaje literario lleno de razonamientos, argumentos, divagaciones y pensamientos.
Pero el libro va más allá, porque no es estrictamente un ensayo, es además autobiografía y también sobre la bella relación entre ella y Monterroso. Las últimas páginas, más centradas en su relación (pero no alejadas de los libros, es imposible entre dos personas que aman leer) son de una belleza sensible, exquisita y emotiva.
-Nadie repite exactamente las mismas lecturas que otro; las circunstancias que te llevan a determinados libros no son nunca iguales –me ha repetido, pero yo quiero seguirlo: en las mismas lecturas, en tantas de las mismas experiencias, haberlo seguido, retrospectiva, imposiblemente.
Sí, un libro pequeño en páginas, inmenso en contenido. Hermoso, evocador, provocador y magnífico. Y, me temo, descatalogado…
Quién soy, en dónde estoy, qué está sucediendo, eran preguntas que se hacía, que me hacía, que se contestaba, que me pedía contestarme a mí misma.Salimos en busca de nosotros mismos, dimos vueltas, nos perdimos, nos reencontramos.
(Quiénes somos, dónde estamos, que sucedió, qué está sucediendo.
Dimos vueltas, nos perdimos, nos reencontramos, te perdí, me perdí, nos reencontramos, no me encontré...
-autocensurado-)
(©AnaBlasfuemia)
Dimos vueltas, nos perdimos, nos reencontramos, te perdí, me perdí, nos reencontramos, no me encontré...
-autocensurado-)
(©AnaBlasfuemia)