Publicación: 2016
Editorial: :Rata_
Sinopsis: La vida de Valentina Cruz ha estado marcada siempre por un sentimiento de no pertenencia a su entorno. No encajaba en su familia barcelonesa dominada por la figura de un padre déspota con el que fue imposible el más mínimo vínculo afectivo. No encaja en el barrio madrileño donde vive ahora, superficial y vacío, y una vida social que no le aporta nada. No encaja en la cultura oficial, que encumbra la literatura fácil y desarma el valor subversivo de la buena literatura. Encaja a duras penas con su familia, su marido y sus hijas, pero es un encaje logrado a golpe de equilibrios, estrategia, sometimiento y renuncias.
Soy de extremos; es como si no viera los colores y los polos contrarios se reunieran con fuerza en mi corazón. Cada latido es un pellizco metálico que me duele hasta creer que ya no voy a poder más. Pero luego todo se soporta.
Distancia. Siempre (y todo) es una cuestión de distancia. Por ejemplo la que hay entre la vida que deseamos/imaginamos/queremos y la que realmente tenemos. Entre quienes somos y quienes nos vemos obligados a ser. Entre lo que queremos hacer y lo que nos vemos forzados a hacer. En ese espacio acontece el abismo. ¿Es insalvable esa distancia?
Desde hace tiempo grito esto una y otra vez en distintas tonalidades: No pertenezco. No me vinculo. Estoy fuera. No encajo. Me siento extraña. No. No. No. Y entre una tonalidad y otra voy tomando decisiones, buscando primero en mí ese lugar al que pertenecer para, luego, encontrarlo fuera.
Tenía que leer a Natalia Carrero sí o sí.
lo que me pasa se llama letras, lo que me pasa se llama para qué me sirven, si me duelen, si no consigo modelarlas para vivir.
Valentina decide no trabajar en lo que no desea y opta por quedarse en casa y escribir. Pero no somos libres, ni siquiera cuando decidimos serlo. Justo cuando optamos por ser libres, tomamos conciencia de todo aquello que nos encadena y del alto precio de la libertad.
Escribir es una experiencia solitaria. En un mundo completamente desarraigado, en el que vivimos mucho más solos de lo que pensamos, resulta increíble el alto coste que tiene poder vivir una soledad elegida. Valentina precisa de esa burbuja de soledad, ese cuarto propio, ese lugar intangible pero necesario para escribir. Para escribirse. Pero no lo consigue.
Viajo hacia la normalidad entendida como una adaptación, una sumisión al mundo que dicta que hay que ser alguien, que me impone que para serlo debo dejarme explotar.
Porque es de su propia vida de lo que quiere escribir Valentina. No la vida que ven quienes la rodean, sino la que permanece incorpórea en su interior, ocupando un espacio tan invisible como real. Esa trinchera en la que buscas encontrar tu identidad, caotizar y luego organizar el caos, deconstruir el concepto de “normalidad”. La cuneta en la que permaneces mientras intentas… pertenecer (aunque sea a ti misma).
Cuando alguien se rompe se produce un silencio atronador y estremecedor, estallas en mil pedazos en sordina. Y Valentina (¿o la propia Natalia Carrero?) quiere dar voz, grafía, trazo, a ese silencio y a una etapa de su vida, aquella en la que se quedó en tierra de nadie intentando ser escritora y no solo un proyecto de escritora ni una escritora en potencia.
En el propio libro encontramos una aproximación a lo que es Yo misma, supongo:
No hay trama porque no hay acción, y tampoco hay personajes porque el personaje está representado por todo lo que cubre, como una textura de signos, el blanco del papel; lenguaje escurridizo, abstracto y que realiza equilibrios imposibles entre todo lo que quiere contar y lo que no cuenta. Prosa poética, hermetismo sin mística ni ocultismo ni otras tradiciones oscurantistas, frases deshilvanadas.
Tal y como es la propia vida, fragmentos, pedazos, un collage de momentos, incoherencias, contradicciones… así está escrito Yo misma, supongo, combinando imágenes, dibujos, trazos, palabras, reproducciones. Podría decirse que de forma experimental, pero al fin y al cabo la vida es exactamente eso: un experimento. Muy creativo y sorprendente, eso sí. Organizado por carpetas a modo de capítulos en un intento de reunir los distintos trechos de su andadura vital, Valentina intenta encontrar un sentido, o al menos una coherencia, al hecho de haberse quedado atrapada en un esquema consumista, sexista y falocentrista que coarta su libertad. Ser mujer/Necesitar dinero. Maldito binomio.
Es el dictado de la rueda imparable de esta vida productora de necesidades que, vistas con detenimiento, se convierten en falsedades.
Para poder llevar adelante un proyecto de vida, achicar esa distancia de la que hablaba al principio, se necesita un espacio (no necesariamente físico, pero sí personal), un tiempo, unos factores, unas circunstancias, contra los que la sociedad actual pone todas sus evidencias para convertir cada paso en un obstáculo que sortear. La normatividad y lo “normal” batallando contra la independencia, la pertenencia, la libertad, la identidad. Irreconciliables.
Y vas tomando decisiones, o lo que es peor aún: crees que las vas tomando. Y en realidad las decisiones te toman a ti, deciden por ti.
La mía es una forma de leer que no perdona. […] La lectura buena o verdadera requiere esfuerzo, el esfuerzo no se sabe lo que es hasta que se realiza, se lleva a cabo no sin cierta tensión o sensación de llegar al máximo de la resistencia. No hay recompensa sin horas, sin deseo, en entrega. La recompensa nunca tiene que ser visible, pero quien la recibe la ve. Sigo examinando los pulmones del texto con algunas suturas.
Al igual que escribir, también la lectura es una experiencia solitaria. Y cuando la persona que lee, a solas, se topa con una persona que ha escrito en soledad, en esas páginas escritas se encuentran ambas soledades y algo se recompone. Un reconocimiento. Una forma de, quizás, estar menos en soledad. O de fortalecerla y darle un perfil, una textura.
¿Es Valentina la propia Natalia Carrero? Sí y no. Como en la vida misma, nada parece ser absoluto, nada y todo es autoficción. Partes que sí, partes que no. Quién sabe. A quién importa, si tú, al leerla, te encuentras ahí, en las páginas, en los fragmentos, en la lucha.
Me molesta esa parte de mí que no tiene nombre, que nunca he visto ni tocado pero que está, ocupa un lugar no solo mental, me convierte en una suerte de bruja de mí misma. Yo persiguiéndome sin tregua para llevarme a la hoguera. Un yo tras otro yo dentro de un mismo cuerpo. Es mi pensamiento en contra del pensamiento. Estoy mal.
Inevitable agradecer (nuevamente) a la editorial :Rata_ su existencia, su concepto de la literatura, porque en pocas editoriales me encuentro tanto a mí misma, persona y lectora, como en ella. Porque me cautivan los libros que desgarran, retan y muerden, escritos por personas que no pueden evitar escribir, que lo hacen con intensidad, rebeldía y visceralidad.
En estos momentos la novela parece un producto comercial, un discurso que lleva conservantes y fecha de caducidad, porque justo después llega el camión con las novedades más frescas.