Traductor: Julio
Peradejordi
Páginas: 80
Publicación: 2004
(2006)
Editorial: Obelisco
Categoría: Biografías
y Memorias
ISBN: 9788497773324
Cubierta: Enrique
Ibarra
Sinopsis: Once breves
capítulos para once momentos de la intensa vida de Agota Kristof. Una obra
autobiográfica que sintetiza en once fragmentos, los once momentos
fundamentales de una existencia apasionada. Unas páginas que han sido definidas
por la crítica como «un regalo para el intelecto». Un trayecto vital que
describe primero a una joven que devora libros en húngaro para luego dar la
palabra a una escritora reconocida en otro idioma, el francés. De la infancia
feliz a la pobreza después de la guerra, los años de soledad en el internado,
la muerte de Stalin, la lengua materna y las lenguas enemigas como el alemán y
el ruso, la huida de Austria y la llegada a Lausanne (Suiza) con su bebé. Una
historia hecha de historias llenas de lucidez y humor. Sus palabras nunca son
tristes, son implacablemente justas y precisas. Todo el mundo de Agota Kristof
está aquí, en este libro caracterizado por frases breves, minimalistas,
diminutas en las que se perciben en todo momento las grandes reflexiones y los
poderosos pensamientos que las han provocado.
Leo. Es como una enfermedad. Leo todo lo que cae en las manos, bajo los ojos. Diarios, libros escolares, carteles, pedazos de papel encontrados por la calle, recetas de cocina, libros infantiles. Cualquier cosa impresa. Tengo cuatro años. La guerra acaba de empezar. Vivimos en un pueblecito que no tiene ni estación, ni electricidad, ni agua corriente, ni teléfono.
Hace tiempo
que esta autora, Agota Kristof, me ronda. Lo tentador era ir directamente por Claus y Lucas (su famosa trilogía), pero
quise dar un rodeo porque me gusta
cada vez más conocer la vida de los autores que leo, me ayuda a entender su
obra. Y así es como llegue a este libro.
80
páginas de autobiografía (menos en realidad) parecen pocas
para alguien que nació en 1935 y que tuvo que irse de su país cuando en 1956 la
revolución húngara fue aplastada por el Pacto de Varsovia. El estilo minimalista de Agota se plasma
absolutamente en este pequeño libro, pequeño por las páginas, que no por el
contenido. No adornos, no excesos, no
rodeos, ni una brizna de divagaciones ni despistes: al grano, así nos
cuenta Agota su vida en este libro del que la propia autora no estaba muy
satisfecha, porque según ella misma describe en una entrevista "Me equivoqué al publicar esos textos. Es una
recopilación de narraciones que, hace años, mandaba a una revista en alemán de
Zúrich. No tienen ningún valor. Son redacciones escolares. ¿Por qué las
publiqué? Entonces porque necesitaba el dinero. Ahora porque se empeñó el
editor suizo. Estaban en el archivo del Estado, en Berna. Allí mandé todos mis
papeles. A mí me daba igual. De todos modos, no hay quien entienda nada. Mi
editor francés no lo quiso y en Alemania le dieron el premio de los críticos.
Diez mil euros. No fui a recogerlos".
Agota, lo
siento, yo he disfrutado de tu “equivocación”, de tu estilo sencillo y sin
artilugios, pero a la vez tan contundente. Tal vez precisamente con esa contundencia que da la verdad desnuda,
la realidad tal cual se vive y se siente, desde dentro. No puedo menos que
alegrarme de que en Alemania los críticos te premiaran, tendrías que haber
recogido los diez mil euros, eso sí.
Es cierto que La analfabeta es un libro escrito de
forma sencilla, incluso puede parecer que demasiado. Y que es una autobiografía
que (aparentemente) no profundiza, sólo muestra pinceladas (¿sólo?). Sin
embargo hace un retrato aterrador y certero del exilio, la pérdida de
identidad, de raíces, la renuncia, la soledad, la extrañeza… Impresionante. Agota no necesita más que lo esencial para
mostrar el desarraigo y el padecimiento del exiliado. Parece ser que esto,
ese minimalismo al que me refería antes, tiene mucho que ver con que el francés
no llegó a ser un idioma que manejara bien, pero vaya, manejar no sé, pero
transmitir… a base de bien. Para muestra, un botón:
¿Cómo habría sido mi vida si no hubiera dejado mi país? Más dura, más pobre, pero también menos solitaria, menos rota; quizá feliz.
De lo que estoy segura es que hubiera escrito lo que fuera en cualquier lengua.
Yo no sé, pero
a mi esa respuesta a su propia pregunta me dice tantas cosas…; y esa seguridad
de que escribiría, en el idioma que sea, pero escribiría… ya merece leerla, ya merece mucho.
Hay pocas
cosas que me entusiasmen más en una lectura que, desde un lenguaje
aparentemente sencillo, se muestre toda la complejidad, todas las aristas, de
una realidad. Y sí, Agota me ha
entusiasmado.
Entre esos
once recuerdos, esos once momentos, que nos muestra Agota ha habido uno tan
coincidente con uno de mis recuerdos, tan milimétricamente similar que me ha
dado hasta miedo. Claro, esto lo cuento para espantar fantasmas, porque sólo yo
sé qué momento, pero caray… hay
coincidencias que hermanan.
La
analfabeta es un libro duro, sólido, fuerte, preciso y
necesario. Libro sección “joyita”. No
os de miedo leerlo, no hay sentimentalismo en sus palabras, dejaros sacudir por
Agota. El libro se lee de dos sentadas. Bueno, en realidad en una sentada, pero
yo soy culo inquieto. Me ha encantado leer esta pequeña autobiografía, conocer
a Agota Kristof y entender el título de su autobiografía (La analfabeta). Ahora estoy preparada para leer Claus y Lucas.
Recomendable también esta entrevista a Agota Kristof publicada en la revista Babelia.(©AnaBlasfuemia)
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