Traductora: María Teresa Gallego Urrutia
Páginas: 192
Publicación: 2014 (2015)
Editorial: Salamandra
Sinopsis: Cuando el 6 de enero salió a la venta, se sabía que el autor era un estudiante de sociología en la École Normale Supérieure, homosexual, de 21 años, que narraba su martirio de adolescencia en la atmósfera asfixiante de un pueblo del norte y su cambio de identidad ante la Administración, de Eddy Bellegueule a Edouard Louis. El resentimiento guía la toma de conciencia del protagonista de su feminidad entre palizas, humillaciones, alcoholismo, machismo y pobreza. En el pasillo del colegio un escupitajo, amarillo y espeso, desciende lentamente por su cara. Es el afeminado. En casa, el padre mete a unos gatos recién nacidos en una bolsa y los estampa contra un ribete de hormigón repetidamente mientras se apagan maullidos de socorro y unos hilos de sangre abren el plástico.
Puedes leer las primeras páginas AQUÍ
He leídos unos cuantos libros últimamente que no he comentado ni lo haré. Por razones varias: unos porque ya se ha dicho mucho, todo, de ellos (El papel pintado de amarillo, de Charlotte Perkins Gilman) y poco más podría aportar o añadir. Otros porque va a ser una buena y lacrimógena película pero como lectura no deja de ser un libro de autoayuda para niños, con bastantes clichés y moralina (Un monstruo viene a verme, de Patrick Ness). Otros porque no sé muy bien qué comentar de ellos, algo me faltó en la lectura que no consigo concretar (El fanal azul, de Colette; Entre culebras y extraños, de Celso Castro), lecturas que se quedan en una especie de nebulosa, atrapados en un limbo de mi memoria en el que no terminan de ascender a los cielos (Colette) ni descender a los infiernos (Celso Castro). Y otros, como Dos vidas necesito: Las verdades de Chavela, de Chavela Vargas y María Cortina, que contiene tantas claves personales, tantas astillas punzantes, que prefiero encerrar esas sensaciones en la campana íntima, solitaria y hermética de mi silencio. De Chavela y Colette, eso sí puedo decirlo, me quedo con ese saber transitar por la ancianidad con una elegancia y una serenidad realmente envidiable. Ambas me transmitieron calma.
Y luego hay otros, como Para acabar con Eddy Bellegueule, que quizás no debería de comentar, pero que me siento extrañamente obligada a hacerlo. ¿Por qué no debería de comentarlo? Porque la verdad que no es un libro que me haya encantado precisamente. Diría que incluso me ha cabreado. ¿Por qué, sin embargo, vengo aquí a decir que he pinchado con este libro? Porque es un libro que considero sobrevalorado y, sin embargo, tiene su valor. Y como explicar esto es un reto y los retos me provocan sobremanera, pues aquí estoy, dispuesta a enredarme comentando esta lectura.
De mi infancia no me queda ningún recuerdo feliz. No quiero decir que no haya tenido nunca, en esos años, ningún sentimiento feliz o alegre. Lo que pasa es que el sufrimiento es totalitario: hace desaparecer todo cuanto no entre en su sistema.
Desde luego el arranque es espectacular: repudiar tu propia infancia desde el primer párrafo es toda una bofetada que golpea las entrañas del lector. Vale, es un acierto como inicio de un libro. Le concedo eso y más, porque en este párrafo está la clave de lo que me ha incomodado de esta lectura: el victimismo. Y curiosamente es algo que no parezco compartir con nadie, porque uno de los méritos que se le supone a este libro, a tenor de las críticas, es la ausencia de victimismo. Vaya por Melpómene, ya estoy yo con mi mirada rara de las cosas sintiéndome una extraña. ¿Veis? Yo también victimizo a base de bien. Pero no lo niego.
¿Por qué creo que hay victimismo en ese primer párrafo? No sé si sabré explicarlo, pero tengo el firme convencimiento (lo cual no lo convierte en verdad universal, pero sí en mi verdad) de que hasta en las infancias más terribles hay, siempre, momentos de felicidad. Va en la genética de la humanidad, hay un código no escrito, pero grabado a fuego, que viene a decir que “todos los niños tienen capacidad para no perder la sonrisa y el juego, aun en medio de una guerra, cualquier tipo de guerra”. Que no quita que luego haya sufrimiento, y mucho, incluso inhumano pero ¿ningún recuerdo feliz? Imposible. El auténtico valor de la infancia está en esa fuerza innata que impide que el dolor contamine todos los minutos del día. Esa capacidad de respirar en medio del sufrimiento. Así que lo traduzco como victimismo. También podría decir exageración. Y ese tono que me incomodó/cabreó no hizo más que alimentarse y crecer según iba leyendo.
Sé perfectamente, y no hace falta que nadie me lo diga, porque acabo de decir “sé perfectamente”, que hechos traumáticos en la infancia pueden marcar toda tu vida. Pero esto no es incompatible con que no haya ni un puto recuerdo feliz. Aunque sea de aquel día que te bañaste en el rio por primera vez, descubriste los libros, aprendiste a ordeñar una vaca, te subiste a una bicicleta y pedaleaste sin ayuda, una mariposa no te esquivó, corrías libre por el campo, un balón era juego y felicidad… Posiblemente esos recuerdos (felices) no marquen tanto tu vida posterior y sí lo hagan otras vivencias que ningún niño debería de vivir. Pero eso también pasó, no puedes borrar esos momentos en los que la mirada de un niño supo ser feliz en medio de la incomprensión, la indiferencia, la crueldad…
Tal vez no lo estoy explicando bien. Pero yo me entiendo. Que puede sonar egoísta (que me conforme con solo enterarme yo), pero también es supervivencia entenderse a una misma (más que el ser capaz de explicarlo a los demás).
Como este libro es de esos que tuvo mucho boom mediático por las redes, muchos elogios y demás, era inevitable que comenzara la lectura sabiendo de qué iba. Pero si tenía alguna duda en la página 30 ya sabía todo lo que me iba a contar. Y cómo. Podría haber terminado la lectura ahí y no me hubiera perdido nada, incluso es posible que hubiera conseguido detener la incomodidad y la decepción. Pero lo leí hasta el final, y ese es uno de los valores de este libro, que es fácil de leer. Aunque no estoy muy segura de si decir de un libro que “se lee fácil” sea un elogio.
El mérito de Édouard Louis está en contar algo que le sucedió, que le está sucediendo, que está pasando ahora, aquí, allí, no lejos de ti, de mí. Que nos habrá pasado, que seguirá pasando. Édouard lo cuenta directo, con un lenguaje asequible, cercano y reconocible. Demasiado asequible, cercano, reconocible y no sé si decir que recatado. Podría haber aullado, gritado, golpeado. Pero no. La barbarie está ahí, no se puede detener: la homofobia, el machismo, el racismo, la pobreza, la incultura, la violencia, el rechazo… En ese contexto, sólo queda embrutecerte o rebelarte. Y una de las formas más comunes de la rebeldía es… huir. Irte, alejarte, empezar de cero.
Édouard Louis sufrió. Sufrió su homosexualidad, sufrió su pobreza, la incultura, una sociedad machista, su familia, la miseria humana y todo lo que ello provoca. Pero estudió y pudo ir a la universidad. Huyó. Fin. ¿Fin?
El problema de Édouard es que lo cuenta demasiado pronto, demasiado joven. No está hecho aún como escritor, ni veo ahí a un autor al que seguir y que me vaya a deslumbrar con su obra futura. Le falta profundidad y de alguna manera el libro parece escrito para adolescentes, jóvenes lectores. Que no está mal, pero no es, para mí, el éxito literario que parece ser. Me pareció un libro incompleto, no muy bien contado y seguramente más cosas que prefiero no decir porque serían fruto del cabreo, más que de la objetividad. Aunque la objetividad lo mismo me haría ser más tajante. Pero soy terriblemente subjetiva cuando leo porque lo soy también cuando vivo.
Como te he comentado en Instagam, yo tuve que abandonarlo a las 100 páginas. Me resultaba tedioso, insulso y tampoco me convenció el modo de actuar ni de reflexionar del protagonista. Creo que es un libro que está muy sobrevalorado solo porque trata una cuestión espinosa, pero el modo de abordarla me chirrió tanto que lo acabé dejando.
ResponderEliminarUn besito.
Creo que esa parte del modo de actuar y reflexionar del protagonista en la que parece que ambos coincidimos es el motivo de discrepancia con otros lectores. Entiendo que es algo personal, que por las razones que sea a algunos nos ha llegado de una manera que nos ha inquietado y no nos ha convencido y que otras personas han "leído" de forma diferente. Todo es válido. Generar debate también es algo que hay que valorar positivamente ¿no?
EliminarMe chirrió también, sí.
Un abrazo
Bueno, yo no terminé el libro cabreada, a mí me gustó, pero... Comentaba en mi reseña que las excelentes críticas que tenía este libro le hacían un flaco favor porque no está a la altura de tanto entusiasmo, y también que habría que esperar a leer algo más de este autor (si es que escribe más libros) para poder valorarle como escritor. Así que aunque creo que lo he disfrutado algo más que tú, entiendo perfectamente lo que has querido decir.
ResponderEliminarUn abrazo
Tienes razón en que tantas buenas críticas le hacen un flaco favor. Quizás con una mirada más ¿modesta? se le valoraría más. Aunque no tengo claro que en mi caso me convenciera más, no lo sé. No sé si leería más suyo. Al menos ahora. Pero ¿quién sabe?
EliminarUn abrazo
Pues me parece que lo has explicado genial y tan bien que me has ahorrado una lectura. No me gustan nada los libros que solo quieren acumular desgracias para que el lector se conmueva y se duela. Y tampoco es plan. Y sí, aunque no tengan peso, algunos recuerdos felices, algún instante luminoso lo hay en todas las infancias y estaría bien que hubiera contado alguno aunque desde luego las vivencias dramáticas le hayan condicionado mucho más.
ResponderEliminarMe da rabia que no se cribe con estos libros.
Yo también he dejado cosas sin reseñar por lo que cuentas, son muy tuyas o lo contrario, te han cabreado tanto que no quieres dedicarle más minutos de tu vida .
Un abrazo
Lo cierto es que el autor acumuló desgracias en su vida. Desafortunadamente. Pero me crujia su actitud, que no sé (o no quiero) explicar ni profundizar en ello. Es delicado.
EliminarFíjate que suelo comentar (casi) todo lo que leo, pero pocas veces algo que es muy mío lo dejo fuera. Otros que no me dicen ni fú ni fá solía meterlo en las reseñas express. Pero debo estar perezosa últimamente ;)
Un abrazo
Pues como a Norah, también le has ahorrado una lectura. Y estoy contigo. Algún recuerdo feliz siempre tiene que haber de tu infancia. Siempre hay algo que te arranca la sonrisa en algún momento, cualquier cosa, cualquier descubrimiento, la primera vez de algo... Sí, también creo que hay mucho victimismo en ese primer párrafo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Claro que hay esos recuerdos. Lo que sucede es que se borran. Y es triste olvidarlos...
EliminarUn abrazo
A mí también me pasa eso de que a veces veo las cosas justo al contrario que la mayoría XD XD
ResponderEliminarEn cuanto al libro, no me llama mucho, pero me ha encantado leer tu opinión, como siempre.
Besos.
Afortunadamente el ser humano es variado (y variopinto). Y es bueno que sea así, que haya miradas diferentes sobre las mismas cosas. Y que se puedan contrastar las diferentes opiniones...
EliminarUn abrazo
Había leído alguna otra reseña en que, efectivamente, lo ponían por las nubles. Me alegro de haberte leído pues si lo leo, que es probable, ya voy avisada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, es un libro bien valorado por la red. Pero mi opinión sólo es una más. Cada uno tiene que hacer su propia lectura de los libros. Yo cuando leo críticas no muy positivas de algunos libros que previamente me tentaban no suelo descartarlos, al contrario, me anima a leerlos para ver cómo me llega a mí.
EliminarUn abrazo
Ana, adoro tu mirada divergente y doy gracias a los dioses porque existan perdona como tú. No sabes lo que me ha emocionoo leerte, hablas de libros, pero hablas de vida. Gracias, gracias, gracias.
ResponderEliminarP.D.: He tenido que buscar a esa tal Melpómene..., mira que eres rara, puñetera ;P
:) Ya sabes que este blog es mi cuaderno de bitácora. Un diario más personal de lo que a veces parece. No podré renunciar a él nunca ;)
EliminarGracias, más por favor.
(jajaja, que conste que yo también busqué a Melpómene)
Un abrazo, Beatriz.
Qué rara me ha sonado esa palabrota de cuatro letras por aquí jaja Pues hay algo en este libro sí que me llama la atención. Creo que es la primera opinión más tirando a negativa que leo sobre él. Pero puede que tengas razón sobre la infancia. No me atrevería a afirmarlo rotundamente; a veces, dicen, la realidad supera la ficción e igual sí que hay infancias completamente tristes en el mundo. O gente que no recuerda los momentos felices.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues no es la primera vez que dejo algún taco por aquí. También es mi forma de hablar (no sólo de escribir). A ver, entiendo perfectamente que situaciones en la infancia realmente crueles terminen por borrar cualquier recuerdo feliz, por breve que haya sido. Pero no significa que esos momentos no hayan estado ahí.
EliminarUn abrazo
Puedo estar de acuerdo contigo en la forma (desde luego no es el libro mejor escrito ni el más inolvidable), pero no en el fondo: desgraciadamente en este mundo sí hay infancias sin un puto recuerdo feliz.
ResponderEliminar1beso
Claro que las hay Tizire. Es lo que vengo diciendo, y quiero ser muy respetuosa con esto, por mis propias vivencias, por otras que conozco y porque no hay más que mirar alrededor. Esos instantes están ahí. Pero se borran, no se hace recuerdo de ello. De todas formas el comentario está hecho dentro del contexto del libro, del "tono" que el autor utiliza y que a mí me chirrió.
EliminarUn abrazo
Lo tengo apuntado porque me llamó la atención en su día aunque ahora mismo no está entre mis prioridades. No sé, puede que esté sobrevalorado, como dices. Si lo leo ya te contaré mi opinión.
ResponderEliminarAbrazo!
Esa es la actitud, Zamarat. Nunca animo a nadie a leer o no leer un libro. Cuento lo que leo. Pero creo que cada uno tiene que llegar a su propia lectura y su propia conclusión.
EliminarUn abrazo
No estoy de acuerdo contigo aunque, evidentemente, respeto tu opinión. Me gustó el libro. Bueno, gustar igual no es la palabra. Me supo trasladar emociones y su lectura no fue fácil.
ResponderEliminarLo que más me agradó fue el tono neutro que mantiene, a mi entender no cae en el sentimentalismo. Huir antes? claro que sí, pero cómo, con qué medios?.
Este es uno de los atractivos de comentar libros, la disparidad de impresiones.
http://vagandoporurano.blogspot.com.es/2016/01/edouard-louis-para-acabar-con-eddy.html
Y eso está bien, ya te lo comenté. Nunca me ha parecido negativa la discrepancia, sí la falta de diálogo. Por eso comento también que este libro tiene su valor, entre otras cosas el que pueda trasladar emociones a algunas personas. A mí me las traslado, pero no eran emociones que me hicieran sentir cómoda con lo que leía. Y quiero decir en este punto, que sé bien lo que es la homofobia.
EliminarUn abrazo
He oído hablar de este libro. Supongo que es difícil caer en el victimismo cuando uno habla de sus traumas, y más si son de este calibre.
ResponderEliminarCoincido contigo que el autor debería haber aposentar todas esas emociones para relatarlas. El tiempo y la madurez dan perspectiva y arrojan luz incluso a las experiencias más opacas, lo que las enriquece.
Ya sabemos lo que pasa con los fenómenos editoriales: provocan decepción en los que esperamos (o pedimos) mucho de la literatura, es casi una ley física. A pesar de todo, me parece muy valioso el testimonio de Louis, aunque no arregla nada. La literatura se nutre de héroes que encaran la adversidad y aunque caigan una y otra vez, pugnan por levantarse. Por eso no creo que lo lea; necesito-busco- otro tipo de mensaje.
Por cierto, anímate con la reseña de Chavela Vargas, please.
Lo que pasa, Gerardo, es que es difícil tener perspectiva cuando aún no has tenido el tiempo y la madurez... Y que no estoy tan segura de que de Louis haya encarado la adversidad, sino más bien que se ha aprovechada de ella. Sigue buscando tu mesaje. Este no es.
EliminarNo, gracias por los ánimos, pero Chavela me la quedo para mí :)
Un abrazo
No conozco ni al autor ni al libro y sí es difícil mantener una actitud neutral ante situaciones tan duras, pero estoy contigo en que esas primeras frases buscan provocar y tocar la fibra sensible del lector porque está llevado al extremo.
ResponderEliminarCon frecuencia, el ser humano es muy sabio y consigue olvidar lo desagradable, matizarlo y superarlo. Y quizá reconocer eso que sí hubo algo que lo hizo sonreír, aunque fuera un instante, no restaría nada de nada a esa terrible vida.
Un saludo
No sé si es sabio matizar algunas cosas. A veces es un error disfrazar ciertos recuerdos. Pero las sonrisas, esas que un niño sabe captar en medio de la mierda más absoluta... ahí no hay disfraz que valga.
EliminarUn abrazo.
Estoy convencido de que leer tus líneas, como habitualmente, no tiene desperdicio. Particularmente, comparto contigo lo que expresas sobre la victimización y sobre la infancia. Quizás en ella no haya habido muchos momentos de luz, pero los escasos que hubo siempre han iluminado el porvenir, le han brindado sentido a lo que ha venido detrás; o, por lo menos, han empujado para que la vida pudiera ser de otra manera.
ResponderEliminarDejo pasar este libro; lo había hojeado en la librería y no me había convencido. Tus líneas refuerzan esa decisión.
Un gran abrazo, Ana.
Gracias Marcelo. Eres tan amable siempre... Este libro me cabreó mucho. Si lo habías visto y lo dejaste pasar es porque sabías que no era para ti.
EliminarUn abrazo
Veamos, entiendo perfectamente lo que dices. Porque además desde ese primer párrafo estás pensando aquello de... pero ahora es un universitario con un primer libro de éxito. Y al final, lo peor que deja el libro, es la sensación de que es un victimismo exagerado, no digo que no lo pasara mal, pero al rentabilizarlo y exponerlo y no conceder una sola tregua, lo que hace es que pierda el sentido. Además, si te soy sincera, no entiendo que sea una voz en la lucha contra la discriminación. Y aquí ya me estoy mojando y hablo de su homosexualidad, no de la pobreza o inclutura, aunque es evidente que lo tercero afectará a la relación de su entorno con lo primero. No me entiendas mal, quiero que la gente cuente lo que sufre, quiero que no existan ese tipo de situaciones, pero también quiero que a la gente que lo sufre se le de una puerta, un agarre, un recuerdo como tu dices.
ResponderEliminarHubo un momento durante la lectura, en el que mi lengua acariciaba la palabra aprovechado (y espero que esto tampoco me lo malinterpretes). Es solo que a veces, y sea el tema que sea, parece que el victimismo vende. Y entonces yo me pregunto cómo de bajo hay que llegar en esa caída libre que se representa...
Besos
Silvia, si es que estámos diciendo lo mismo. No te entiendo mal. Tú me has entendido bien. No hay superación. No te digo que haya siempre que haberla. Pero véndela entonces como una historia de no superación. Es más, es que... y esto lo digo porque creo que ya nadie va a leer lo que escriba, igual ni siquiera tú... pienso que Édouard Louis reniega de su condición de homosexual, y que sólo cuando escribe su historia, a su manera, coge esa bandera. Pero el libro me transmitió justo lo contrario. Una especie de homofobia desde la propia homosexualidad. ¿Entiendes lo que quiero decir? Porque de ahí viene (parte de) mi cabreo.
EliminarUn abrazo
Eso es, no lucha porque no acepta. No me sirve como abanderado de nada.
EliminarEs... lástima de tonos
Hola Ana.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, siempre hay algún momento feliz, exiguo tal vez, pero ahí ha quedado entre tanta fatalidad, guardado como un tesoro, o mejor como un secreto, tal vez no sea una salvación, pero cuando llegues al final del camino quizás te duermas para siempre acompañado de él... Quien sabe, amiga.
Un abrazo
Se me viene a la cabeza todo el tiempo esas fotografías de niños en zona de guerra jugando con la llanta de una rueda, una lata oxidada... y lo mismo tienen un fusil en la espalda. Pero ahí está: el juego.
EliminarUn abrazo
Vaya, hacia mucho que no veía por tu blog una reseña negativa. Me ha parecido muy interesante conocer tu punto de vista acerca de este libro, en ningún otro blog había leído lo de que haya victimismo. Me ha parecido interesante como lo valoras y aprecio que terminaras de leerlo a pesar de saber desde el principio con qué te ibas a encontrar.
ResponderEliminarUn saludo,
Laura
Es cierto, aunque he dejado algunos libros sin comentar últimamente, pero hay algunos que me mueven a contarlo, aunque no sea para bien :( La verdad que no pienso que un comentario negativo mueva a nadie a no leer un libro que tenía previsto leer, si acaso a tener en cuenta otro punto de vista, pero no a dejar de leerlo. Otra cosa es que el libro no te tentase lo suficiente y ya no le pongas ganas.
EliminarUn abrazo
Infancias las hay de todo tipo... Yo tengo mis recuerdos pero sé de gente que de niño no lo pasó nada bien y mejor olvida esa época. Besos
ResponderEliminarSin duda. No voy a cuestionar eso tampoco. Pero es que eso marca el tono general del libro...
EliminarUn abrazo
Pues lo tengo en cuenta, que esta editorial siempre suele traer títulos interesantísimos, como este =)
ResponderEliminarBesotes
Coincido con tu comentario. Más allá de los recuerdos felices. Es inverosímil que no haya una sola cuota de ternura que se haya filtrado por algún lado en esa infancia. Creo que el libro sería más rico, menos maniqueo y más cercano a como es la vida, si contemplara, si eligiera contar, también esos aspectos. Pienso en Mi planta de Naranja Lima, en El origen de la tristeza, donde lo feroz y lo tierno coexisten como en la vida, sin anularse mutuamente.
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