miércoles, 23 de julio de 2025

Medianoche de amor (Michel Tournier)

 

Tal vez lo que nos faltaba era una casa de palabras en la que habitar juntos


Voy a intentar poner en palabras la experiencia de leer a Michel Tournier. La premisa es sencilla: una pareja a punto de separarse, una cena con amigos y un conjunto de relatos que flotan como signos de exclamación lanzados por una mano literaria invisible. Pero no es tan fácil, Tournier, que sabe trenzar mitos sin tensar nudos, utiliza esas historias para construir una “casa de palabras”, un refugio donde sus personajes puedan reconocerse, reconstruirse y reconciliarse.


La cena no será solo un banquete, sino una escena intersticial entre lo que iba a ser y lo que finalmente será. Yves y Nadège están al borde de la disolución, han aceptado que no tienen nada que decirse y recurren a la palabra ajena, como si ya no hubiera salvación entre ellos, pero aún quedara esperanza en la escucha, lo compartido.


Ahí entra Tournier: convierte la palabra en acto, en ceremonia. Al final, tras esa noche de relatos, deciden no separarse. ¿Por qué, qué ha pasado? No es que de pronto se amen más, ni que sus problemas se esfumen con una conversación y algo de vino. Lo ocurrido es más sutil, más profundo y muy Tournier.


Tuve que buscar una clave para entenderlo: la estructura de parejas y dobles, el principio de repetición, la performatividad de la palabra. “Medianoche de amor” está tejido a base de dúos. No solo la pareja, sino otros pares que se forman en cada narración, los reflejos, las oposiciones, los personajes que se miran en otros y se descubren distintos o iguales.


Tournier ya insinúa esta estructura dual en los títulos de muchos relatos: Théobald o El crimen perfecto, Pirotecnia o La conmemoración… Cada título invita a leer en clave de diálogo entre dos polos: un personaje y un concepto, un individuo y un acontecimiento simbólico. Esto conecta con las parejas y los dobles, que son la forma en que Tournier construye el sentido. Cada historia es una variación de la misma pregunta: ¿qué pasa cuando somos dos? ¿cómo nos miramos, necesitamos, desgastamos, apoyamos? Esa repetición no es redundancia: es ritual y es lo que hace que cada historia sea única y, a la vez, parte de un todo.


Medianoche de amor” es un espejo narrativo donde el primer relato y el último comparten el mismo párrafo final. Cuando terminas y vuelves al inicio, entiendes que ese final que al principio parecía abierto e incomprensible, solo cobra sentido después de haber leído el conjunto. Yves y Nadège no habían dicho nada a sus amigos sobre su separación y deciden seguir juntos tras escuchar esas historias que al inicio desconocemos. Pero al terminar el libro entiendes que ese final ya estaba ahí desde el principio, y que todo el viaje narrativo es un círculo que se cierra, un cierre que exige releer para comprender.


Esto es profundamente Tournier: no es una circularidad simple, sino diferida, donde el sentido se despliega solo cuando recorres el ciclo completo (no como las indemnizaciones en diferido de Cospedal). El principio refleja el final y el final devuelve al principio. Todo invita a volver a empezar, a releer, a descubrir que la palabra no se agota en su primer sentido.


En este libro la palabra no es solo comunicación: es acto. Cada historia contada esa noche es una creación de sentido que sostiene a Yves y Nadège, que no han resuelto sus problemas, pero han encontrado un lugar donde quedarse: una “casa de palabras”. Una casa simbólica, frágil como las esculturas de arena hechas para durar lo que dura una marea, pero real por lo compartido. El amor, aquí, se mantiene por la posibilidad de habitar juntos el lenguaje. Por eso no se separan: porque descubren que aún pueden vivir bajo el mismo techo narrativo.


Pienso en cómo las palabras que compartimos nos salvan. Que contar historias no es solo entretenimiento, sino una forma de mantenernos en medio del caos. Que los finales a veces no son finales, sino un tránsito para volver a empezar o un apaño para no tener que admitir que seguimos dando vueltas como idiotas.


Este libro exige detenerte, releer, aceptar que no se ha entendido del todo hasta que se vuelve a empezar. Y eso, para mí, es una lección preciosa sobre lo que significa leer, contar, escuchar y seguir. Porque no queda otra y porque he hecho de seguir una costumbre, como leer a deshoras o hablarle a los gatos.


Gracias, Michel Tournier. Gracias Santiago Martín Bermúdez (traductor)


©AnaBlasfuemia



1 comentario:

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