“Si te guardas un secreto durante el tiempo suficiente, al final simplemente ya no se puede contar o se niega a ser contado”
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¿Guardar un secreto es mentir?, ¿cuánto mide un secreto, cuál es su tamaño, su dimensión, su estructura?, ¿a quién pertenece un secreto? Los secretos son como muñecas rusas, guardan otros secretos dentro de ellos. Abres uno y encuentras otro que a la vez esconde otro y todo así, hasta que el peso de la gravedad de la culpa tritura a los secretos y, por ende, a quien los guarda.
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La estructura narrativa es diáfana: tres hilos narrativos y muchos secretos. Tres historias en una, lo que hacen un total de cuatro o lo que es lo mismo: distintas versiones de un mismo “yo”, el del protagonista, Kevin Pace.
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La agilidad de los diálogos, el ritmo vivaracho y el humor subyacente no oculta ni confunde la profundidad que hay detrás de la aparente ligereza narrativa. Los diálogos no sólo están como instrumento para favorecer una lectura dinámica, sino que son también una herramienta que utiliza el protagonista para explorar sus propios recuerdos. El entramado narrativo, los distintos hilos argumentales y temporales se sostienen hábilmente gracias al ritmo rápido, los diálogos, la ironía, que van resolviendo las distintas tramas para finalmente hacerlas encajar entre sí, resolviendo la atmosfera de intriga creada.
Quizás los personajes que acompañan a Kevin quedan algo desdibujados, demasiado al servicio de la voz del protagonista. Pero son sus recuerdos, es su memoria la que recorremos para llegar al centro mismo de un Kevin que intenta encontrar las partes necesarias de su propia historia, que se entremezclan con (e impulsan) su proceso creador.
Hay una batalla en curso, la más humana: la del protagonista consigo mismo, con los secretos que arrastra y que va desentrañando para llegar al mayor secreto de todos, aquel que posiblemente él mismo había olvidado o no quería recordar. No saber olvidar nos lastima, pero a cambio se consigue saber quiénes somos, lo que somos, aquello que olvidamos, pero también lo que no podemos olvidar: nuestros secretos (que a veces funcionan con un curioso efecto dominó: se cae uno y arrastra a los demás)
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