Páginas: 280
Publicación: 2015
Editorial: Seix Barral
ISBN: 9788432224652
Sinopsis: A mitad de camino entre la memoria y la fantasía, este libro surge a la muerte de Leonardo Marías, cuando su hijo Fernando se deja llevar por la escritura como alternativa al duelo y se adentra sin miedo en cada rincón de sí mismo y de su relación con el inalcanzable personaje que es el padre marino a los ojos del niño, del adolescente, del joven que fue y del hombre que es hoy. Padre e hijo embarcan rumbo al paisaje de la infancia y sus carencias, a la temprana fascinación por la literatura y el cine; un itinerario poblado por piratas y maleantes, por miedos y leyendas, por la presencia de un héroe misterioso que se convierte en referencia vital.
Publicación: 2015
Editorial: Seix Barral
ISBN: 9788432224652
Sinopsis: A mitad de camino entre la memoria y la fantasía, este libro surge a la muerte de Leonardo Marías, cuando su hijo Fernando se deja llevar por la escritura como alternativa al duelo y se adentra sin miedo en cada rincón de sí mismo y de su relación con el inalcanzable personaje que es el padre marino a los ojos del niño, del adolescente, del joven que fue y del hombre que es hoy. Padre e hijo embarcan rumbo al paisaje de la infancia y sus carencias, a la temprana fascinación por la literatura y el cine; un itinerario poblado por piratas y maleantes, por miedos y leyendas, por la presencia de un héroe misterioso que se convierte en referencia vital.
No suelo tener miedo a la hora de enfrentarme a una lectura. Hablo de ese tipo de miedo innato, el que nos protege de correr riesgos innecesarios y nos evita meternos en situaciones desagradables o incómodas (cuanto menos). Lo innato en mí más bien parece el lanzarme de cabeza a esos riesgos innecesarios, es una habilidad que tengo. Sin embargo con este libro tenía ese miedo, tenía dudas. No del libro, sino sobre lo que provocaría en mí. Cierta desazón. Y es que, es evidente, tengo mis puntos débiles. Que últimamente además está más debilitados si cabe. Pero si un libro empieza así:
Los recuerdos son como los libros. Solo importan los que permanecen.
… no queda más que seguir leyendo.
Recuerdos. ¿Quién no los tiene? Algunos decides mantenerlos en algún rincón remoto, oscuro, inalcanzable. Otros están ahí, en el espacio más cercano de la conciencia, a mano. No siempre eliges qué recuerdo convocar, de repente te asaltan a traición, o se deslizan como la lluvia, inesperada pero oportuna. Y otros son como fogonazos, no sabías que ese recuerdo estaba ahí ¿cómo has podido olvidarlo? Es maravilloso recordar, siempre. Si recuerdas es porque has vivido. Pero sobre todo, los recuerdos nos explican a nosotros mismos. De alguna forma, hacen lo que somos.
Vale, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda. Y yo vengo a hablar no de mi libro, sino del de Fernando Marías. Pero lo estoy haciendo, eh. El fallecimiento de su padre será el punto de partida. Si una enfermedad puede resquebrajar los muros de una familia, la muerte puede hacer saltar por el aire los cimientos de cada miembro de la misma. Al menos puede hacer que revises esos cimientos. Como la propia sinopsis indica, Fernando Marías “se deja llevar por la escritura como alternativa al duelo”. Pero, ojo, no estamos ante un libro autobiográfico. Si fuera una película, diríamos eso de basada en hechos reales. Y es que es un duelo ficcionado, el matiz novelístico está ahí y lo está de forma deliberada.
Cuando empecé a leer el libro reflexionaba sobre cómo es ese proceso de colocar y ordenar tus propios recuerdos, ese patchwork emocional en el que vas cosiendo distintos retazos de tu memoria. Pero sobre todo me preguntaba por las lagunas, los olvidos ¿cómo rellenarlos? La respuesta es la ficción. Posiblemente en cada recuerdo haya ese punto de ficción, versionamos nuestros propios recuerdos, los dulcificamos, los dramatizamos, los explicamos, los moldeamos… Aunque mantenemos esa fotografía del recuerdo, esa imagen estática y fiel a la realidad, los matices que le añadimos parecen inevitables. Cierta distorsión producto del tiempo transcurrido y nuestras propias vivencias. Al añadirle el sepia a ese recuerdo, algo sumamos, algo que tal vez no estuviera en el momento en que se produce.
La isla del padre es un libro estremecedor que he tenido que leer despacio, porque al igual que era ineludible que al contar a su padre Fernando Marías se cuente a sí mismo, también lo era que yo me embarcara en mi propio viaje hacia la isla de mi padre. Más allá del impacto literario de esta lectura, lírica, tierna, hay un inevitable impacto emocional. Inevitable porque además hay esa intención de emocionar. Y porque además de estar hechos de historias, también lo estamos de recuerdos.
Fernando Marías en cierta forma se desnuda. Con precaución, cierto, con la red que le da la literatura, pero con la honestidad suficiente como para mirarse a sí mismo sin disimulos ni pretextos. Intuyo que en este libro, que él mismo califica como el mejor que ha escrito, ha encontrado un nuevo camino, una voz propia en la que se siente cómodo. Una voz propia que exige valentía. Y es que este es un libro valiente, valiente y humano.
Cuando termino la lectura no he podido evitar preguntarme ¿cómo recordaré mañana lo que vivo hoy? La respuesta la encuentro en un magnífico párrafo, una imagen muy potente que consigue retener en una cápsula de tiempo-espacio lo que son los recuerdos y cómo somos recuerdos, y que pese a su extensión no me resisto a compartir:
Siempre que me encuentro a bordo del Bilbao-Madrid y siempre que me encuentro a bordo del Madrid-Bilbao siento que se trata del mismo viaje, ida o vuelta, qué más da, entre las dos ciudades de mi vida. Estoy en el tren de 2013 regresando a Madrid tras el funeral de mi padre y rememoro el primer tren de 1975; estoy en el primer tren de 1975 y, estremecido de emoción, miro por la ventanilla mientras enumero mentalmente las películas que haré en mi hermoso futuro; estoy en el tren de 1984 y me siento muy solo y tengo mucho miedo aunque me niego a admitirlo y trato de dispersarlo con ensoñaciones de venideras vivencias grandiosas que lo compensarán todo; estoy en el tren de 2001 y acaban de darme el Premio Nadal y con júbilo de niño inconsciente pienso que he vencido al mundo; estoy en el tren de 1998 y me aplasta el desenamoramiento de la mujer de la que me enamoré dieciocho años atrás; estoy en el tren de 1980 y me acabo de enamorar de una mujer a la cual creo que amaré siempre; estoy en el tren de 1976 y leo de un tirón 'Cien años de soledad' y me parece que es el mejor libro que he leído nunca; estoy en el tren de 1991 y evoco el día muchos años antes en que leí de un tirón 'Cien años de soledad' y me pareció el mejor libro que había leído nunca y al comenzar a releerlo en homenaje a aquel día lo abandono al poco porque me resulta artificioso y ajeno a mí y no quiero destruir el recuerdo de la tarde remota en que mi tren me llevó a conocer a García Márquez; estoy en el tren de 1989 y me digo que he fracasado salvajemente; estoy en el tren de 2013 y mi padre acaba de morir; estoy en el tren de 1977 y voy al encuentro de mi padre, que desde alguna capital extranjera que no recuerdo aterrizará en unas horas en Madrid camino de casa para recuperarse del accidente que en mitad de una tormenta casi lo arroja al mar y lo mata treinta y seis años antes de su muerte verdadera. Estoy en el tren que es todos esos trenes y decido que en este libro el tren será terreno neutral en la guerra del Tiempo, un frágil alambre de funambulista en forma de vía férrea. Todo será presente, todo ocurrirá justo ahora aunque, ahora, justo ahora, todo sea memoria, inasible como ese paisaje que corre al otro lado de la ventanilla.
Todo soy yo, al fin y al cabo.
Estoy en el tren de 1975. Avanzo hacia mi destino.
Emociona. No tengáis miedo a las emociones. Tener miedo a no sentirlas.
Te quiero mucho. Y nunca te lo he dicho.
Lo tengo en casa, esperando el momento que claramente no puede ser cualquier momento. Este tipo de libros me fascinan y no, no tengo miedo a las emociones, si acaso a veces tengo miedo a ser un poco excesiva con ellas, pero es lo que hay, a estas alturas de mi vida veo difícil un cambio.
ResponderEliminarBesos.
El momento requiere calma, sobre todo, tiempo, pausa, porque vas leyendo y deteniéndote. ¿Excesiva con las emociones? Estoy segura de que no, lo que pasa es que vivimos en un mundo de emociones contenidas...
EliminarUn abrazo
Es un autor del que no he leído nada pero este libro ya me lo anote con la primera reseña que lei, me llama mucho la atención y creo que será una lectura que no me decepcionará
ResponderEliminarBesos
No es una lectura que decepcione, es sensible y no creo que incomode a nadie.
EliminarUn abrazo
Parece un libro poderoso, por así decir, y creo que podría disfrutarlo, pero no es el mejor momento para que vaya por él; si bien no le temo a las emociones, ahora sería demasiado, pero lo anotaré para no olvidar el título. Muchas gracias por la reseña.
ResponderEliminarBesos.
Es muy evocador y en ese sentido es claramente poderoso, los recuerdos ajenos siempre nos traen los nuestros :) Gracias a ti por comentar.
EliminarUn abrazo
Tienes toda la razón, con ese inicio ya dan ganas de leer el libro. Preciosas reflexiones sobre los recuerdos, para mí son el equipaje que llevamos a cuestas y donde se resume nuestra vida, no sólo lo que hemos vivido sino lo que percibimos también. No he leído nada de Fernando Marías pero puede que empiece con este libro.
ResponderEliminarBonita reseña .
Un beso
Supongo que todo escritor intenta con la primera frase o el primer párrafo engancharte, casi cogerte del cuello y meterte dentro del libro. En este caso Fernando Marías lo consigue, y lo mantiene durante todo el libro. Somos lo que recordamos, es así, incluso los recuerdos que olvidamos. Gracias Kirke
EliminarUn abrazo
Tengo anotado este libro. Me atraen las memorias no justificativas ni revanchistas, sino las que de alguna manera se hace evocación de lo vivido (ya te comenté el de Soledad Puertolas "Con mi madre").
ResponderEliminarEn relación a los recuerdos, muchas veces no acabo de rememorar la escena o lo que realmente sucedió pero evoco mucho la sensación, la emoción... a pesar de lo que haya pasado realmente, al final lo único real, lo que se hace presente, es el recuerdo y la emoción a él asociada. Tu reseña no hace más que hacerle honor a este, intuyo, emocionante libro.
Un abrazo.
No son memorias revanchistas, no hay ajuste de cuentas, no... es mirar hacia atrás, decir y decirse lo que no se ha dicho, volver a vivirlo desde el recuerdo. Si me vino la imagen de patchwork emocional es porque es como ir cogiendo recuerdos, convocarlos, y con un hilo invisible, el del amor, los vas uniendo, no necesariamente cronológicamente, porque los recuerdos tienen un tiempo emocional, no cronológico. Es un libro emotivo, sí.
EliminarUn abrazo
Es curioso cómo a veces redescubrimos a las personas cuando éstas ya no estan, las redescubrimos a nuestra manera, moldeándolos según nuestras necesidades. El libro es un homenaje al padre, una demostración de los sentimientos que su padre le ha inspirado siempre, un sacarlos a fuera: siempre estuvieron ahí, pero a su muerte hay una necesidad de demostrarlos y demostrárselos a él mismo. Al mismo tiempo que reconstruye un retrato del padre fallecido también nos muestra su propio retrato. Conmovedora y emotiva, ha sido todo un placer esta novela de recuerdos.
EliminarEs curioso y más frecuente de lo que parece: como si máscaras, barreras, miopias y demás se cayeran cuando la otra persona no está. A veces moldeamos a las personas no cuando no están, sino cuando están... y eso sí que rechina.
EliminarMe gustó mucho este libro y me alegra que lo hayas disfrutado :)
Un abrazo
Cuántas ganas le tengo... y estoy convencida de que voy a disfrutarlo tanto, tanto...!
ResponderEliminarGracias por tu reseña. Besos
Lo vas a disfrutar, seguro, lo sabes y lo sé. Y tendrás que contarlo. Gracias a ti por comentar.
EliminarUn abrazo
(A ver si ahora no meto la pata xDD)
ResponderEliminarPues este es otro título que me llevo apuntado. Creo que es uno de esos libros que te dejan tocada de alguna manera y eso me encanta (aunque a veces suene masoquista jajaja.) Así que gracias :D
:) Tranquila, que a mí me pasa un montón... Más que dejar tocada (que puede), te deja en modo evocación ON. A mi no me suena a masoquismo, eh, quizás porque a mí también me gustan los libros que me agitan por dentro... Gracias a ti por comentar.
EliminarUn abrazo
Me lo apunto para mas adelante que este libro seguro que lo disfruto. Besos
ResponderEliminarPues seguro que lo disfrutas en el "más adelante" que tengas por delante ;)
EliminarUn abrazo
Un libro valiente, sí, como todos en los que el autor se desnuda aunque eche también mano de la ficción para entrelazar y completar esos recuerdos. Indudablemente si se recuerda es porque se ha vivido aunque los recuerdos sean caprichosos. Y si se vive se siente, por eso no hay que tener miedo a sentir aunque a veces cueste abrazar determinados sentimientos.
ResponderEliminarNo comento más. Bastante hemos comentado ya este libro. La reseña, preciosa. Y las citas, no puedo estar más de acuerdo con las que has destacado. Pero eso ya lo sabes.
Besos!!
Tal vez no sean los recuerdos los caprichosos, sino nosotros, los recuerdos son libres e intentamos encasillarlos, este aquí, a mano; aquel lo voy a enterrar en el olvido; este lo coloco al lado de este... Pero luego ellos se recolocan, aparecen y desaparecen como se les antoja. Libres.
EliminarSubrayé mucho el libro, pero como quería traer la del tren me dejé las otras en mi libreta ;)
Un abrazo
Qué maravilla de reseña, cómo has transmitido esa ternura y esa "maraña" de sentimientos que nos producen los recuerdos. Me gusta, me gusta mucho lo que me enseñas de este libro. Gracias. Abrazos.
ResponderEliminarEl libro es así, destejiendo esa maraña de los recuerdos, me ha gusta el tiempo, el orden en que ha ido colocando sus recuerdos Fernando Marías. Si te gusta lo que he mostrado de la lectura, sin duda te encantará el libro.
EliminarUn abrazo
Trenes de nuevo. Y es que no conozco un medio de transporte que mejor nos conduzca al recuerdo, tiene el espacio y la velocidad ideal para que así suceda (no sé, igual estoy diciendo una bobada).
ResponderEliminarLa primera página y la última de un libre siempre son importantes. Esa frase: Los recuerdos son como los libros. Solo importan los que permanecen, lo es. De hecho por ella misma es una tentación para mi.
Cuídate mucho y un fuerte abrazo!!
Trenes. Trenes y estaciones. Es que por sí mismo ya son tremendamente evocadores. No dices ninguna bobada, no creo que haya otro medio de transporte con más capacidad de crear recuerdos y de convocarlos. Por lo menos a mí.
EliminarCierto, aunque parece más difícil cerrar un libro con una última frase (algo que hace genial Williams en Stoner) no lo es menos un buen principio. Conseguido en este caso, porque además la tentación continúa página tras página.
Un abrazo, fuerte
De lo mejorcito que he leído publicado este año. Qué momento más tierno y amoroso cuando el padre le dice a su madre que Fernando le ha publicado el libro...
ResponderEliminarQueda mucho por leer todavía en este año, pero sí que ha sido de las lecturas que sobrevuelan en lo leído hasta ahora (aunque no tengo queja). Hay muchos momentos tiernos, y no lo he mencionado, pero la figura de la madre es ESENCIAL en este libro. Imprescindible, ella sola merece un libro.
EliminarUn abrazo
A mí estos libros de desnudeces emocionales si me darn cierto miedo. A veces me aburren. De todas maneras a este no me importaría leerlo.
ResponderEliminarEl truco está en que se desnude el autor (o autora) y no hacerlo tú :) A mí es que me va el nudismo (también el emocional) ;) Yo creo que este libro te gustaría, tú decides.
EliminarUn abrazo
Vamos el mejore regalo póstumo que un padre pueda recibir de su hijo!! He leído buenas críticas en la prensa acerca del relato. Anotado queda.
ResponderEliminarUn fortisimo abrazo y feliz fin de semana.
Es un regalo para el padre, un homenaje, pero también en cierta forma es un regalo para el hijo, una manera de transitar por el duelo desde el recuerdo. Te gustará.
EliminarUn abrazo y buen fin de semana
Hola, Ana!
ResponderEliminarMe he encantado tu reseña!
Tus reflexiones sobre los recuerdos me han gustado mucho. Los recuerdos es un tema que me atrae. Tendré el libro en cuenta :-)
Un beso!
Gracias Atalanta (qué entusiasmo). Los recuerdos también son un tema que me atrae, no todos los libros tratan este tema con la sensibilidad con que lo hace este. Anímate ;)
EliminarUn abrazo
He leído tus palabras con detenimiento, casi palpando sus contornos, porque en cada una de las reflexiones que nos brindas nos alientas a caminar por esa "vía muerta" que nos lleva hacia nosotros mismos, un camino que solemos rehuir no pocas veces, tenemos que ir hacia nuestro propio encuentro para reencontrarnos con lo demás. Si el libro transmite la emoción de tus palabras será, sin duda, digno de leerse. Ana, un abrazo,sentido.
ResponderEliminarGracias Paco, creo que me he sonrojado imaginándote cómo "me" leías con detenimiento. Este libro es como un conjuro, invoca, convoca y provoca que el lector haga también ese recorrido. No suelo rehuir de ese encuentro conmigo misma (y menos últimamente) pero en este caso te facilita hacerlo de forma sosegada, dejando atropellamientos y barullos al margen. El libro transmite muchísimo más ¡dónde va a parar!.
EliminarUn abrazo (muy) sentido, Paco
Me costó la reseña y no escribirla también, para mi este libro significó muchas cosas. La celebración de la vida, los silencios que mantenemos, la incodicionalidad de algunos vínculos, el dolor, sí, la pérdida. Todos tenemos recuerdos, cierto, en torno a ello se ha escrito mucho, en contarse o en ficción pero lo que me admiró (y por lo que para mi sobresale) es cómo consigue que no sea un libro que nos hable de su padre exclusivamente sino de lo nuestro, no hablo ni si quiera de reflejo, sino de sentir. Tengo claro que esta ha sido una de mis lecturas del año (y ya es raro, porque yo no suelo hacer esas selecciones).
ResponderEliminarMe encantó y me quedo corta.
Un abrazo
A mí me costó leerlo... Buno, no, tampoco. Sólo que lo tenía que hacer despacio, haciendo el recorrido de Fernando Marías y el mío propio. También me costó escribir el comentario, tomar esa distancia justa (de mí misma). A mí me gustó que recuerde y cuente a su padre contándose a sí mismo y un poco a todos, que no haya dramas, sino recorrer una vida, ajena y propia, a través de los recuerdos, un poco ordenarlos, darles el lugar en el que tienen que estar, rescatar esos silencios y llenarlos de palabras y emociones. Un libro de sentimientos, también los propios.
EliminarUn abrazo
Que libros más interesantes que nos traes Ana. La verdad es que yo últimamente estoy envuelta en ambientes policíacos y estoy tomando nota de estas novelas (bueno de las que más me llaman la atención). Son libros profundos que ahora no me apetecen porque no tengo ganas de profundidades, pero son un tipo de lectura que me gusta.
ResponderEliminarUn beso.
Sí que te veo muy policíaca :) Pero cada cual tiene sus momentos, sus lecturas. A mí también me gustan las lecturas de evasión, thriller y policiacos, pero luego me cuesta comentarlos porque más allá de que me entretengan no suelo sacarles mucho partido, aunque a lo mejor es que no elijo bien.
EliminarUn abrazo
No es que elijas mal las policíacas es que no tienen tanta chicha como estas lecturas humanas y existenciales que nos traen y que a mí me encantan, pero ahora mismo estoy en una etapa más evasiva. Aún así mi lista de lecturas más existenciales, más profundas van aumentando con tus propuestas.
EliminarUn beso.
No te creas, hay policiacas con chicha, pero no sé porqué las que elijo últimamente me dan ganas de guillotinarlas al más puro estilo Norah :) De todas formas de momento con estas lecturas más de reflexionar también consigo evadirme, así que me doy por contenta.
EliminarUn abrazo
Lo tengo en la estantería con la pegatina de "leer en momentos de paz y relativa felicidad". A ver cuándo tocan. Me imagino que es una novela que hace sufrir, que duele.
ResponderEliminarsaludos
La pegatina está bien elegida, me encantaría ver tus estanterías :) No hace sufrir, hace recordar, pero no desde el dolor exactamente, sino desde el sentimiento, por eso me ha gustado.
EliminarUn abrazo
Esos recuerdos siempre nos traen nuestros propios recuerdos, ¿verdad? Y me gustan estos libros. Y me ha encantado ese viaje Madrid-Bilbao, Bilbao-Madrid...
ResponderEliminarBesotes!!!
Los recuerdos ajenos siempre rescatan los propios, parece inevitale. Y recordar no siempre tiene que ser doloroso. Ese viaje Madrid-Bilbao, Bilbao-Madrid, ese tren es absolutamente maravilloso, contiene mucho, contiene toda una vida. ¿Y quién no tiene trenes así?
EliminarUn abrazo
Ay Ana, ana, qué quieres que te diga, que me lo TENGO que llevar, es del todo para mí, si la reseña hubiera sido distinta quizás no me hubiera llevado esta impresión pero es que me he quedado en Úbeda y he leído desde allí y me he acordado de Umbral, por querer hablar de su libro, de Mortal y Rosa y de su contrario, contra todo pronóstico, ese libro permaneció como un buen recuerdo, me coy con mi nuevo libro. Un beso
ResponderEliminarEl presi tocado.
Ay Yossi Yossi... que estás muy blando últimamente y te lo llevas todo :) A ver... si me lo comparas con Umbral, son libros distintos, y la prosa de Umbral en Mortal y rosa es brutal, como brutal es su contenido. En este sentido La isla del padre es menos desgarrador y más evocador ¿te vale así? :)
EliminarUn abrazo
Buenísima introducción que me invita a leer el libro y buenísima la manera en la que expones lo que ha supuesto su lectura para ti; gracias por compartirlo con nosotros. 1beso!
ResponderEliminarCreo que te gustará (y mucho) este libro, y a mí me gustará ver tu comentario sobre esta lectura ;)
EliminarUn abrazo
No creo que lea el libro pero quería decirte que pienso de manera similar sobre lo que has estado exponiendo.
ResponderEliminarEnlazando con ésto, me parece brutal lo de Karl Ove Knausgård; hacer una autobiografía tan densa, detallado y tan con las tripas fuera.
Ya me dirás qué opinas del fenómeno.
Besos.
El libro merece la pena. Tengo los tres libros de Knausgård en la estantería, los tres editados aquí de momento, porque creo que son seis nada menos. No los he leído todavía, pero sospecho que le sobrarán páginas ¡¡¿seis libros?!!. A ver si este verano empiezo a meterles mano (u ojo)
EliminarUn abrazo
Los libros nos hacen sentir emociones y sensaciones únicas y a veces nos tocan directamente el corazón . Totalmente de acuerdo contigo,solo hay que tener miedo a no sentir las emociones.. pero ufff ; ) Muchas gracias por tu reseña. Es preciosa
ResponderEliminarLibros que hacen sentir... esos me gustan, sin duda :) Ya... ufff... pero ¿no sentirlas? ¿evitarlas? (requeteuffff....). Gracias a tí por comentar.
EliminarUn abrazo
Admiro tu valentía, yo tengo muchos miedos (la mayoría de las veces, infundados) en lo que respecta a lecturas y a autores. Pero vamos, con esa frase a mi también me ha conquistado un poco.
ResponderEliminarBesos.
El miedo es irracional... ;) Y lo mío no es valentía, es temeridad :P
EliminarUn abrazo
Aún siento a flor de piel el duelo por mi propio padre. No podría, ni quiero a verdad, enfrentarme ahora a una lectura de esta temática y tono.
ResponderEliminarBesos,
Aunque es un libro que, pese a lo que pueda parecer, no duele de la forma que podría pensarse, entiendo que tan a flor de piel no sea el momento. Pero también puede ayudar a que el duelo sea más llevadero...
EliminarUn abrazo
En la estantería lo tengo esperando... y esperando. Mis propios puntos débiles tiemblan en mi mano al intentar cogerlo. Le tengo ganas, le tengo miedo, le tengo qué se yo... aunque sospecho que me va a gustar, igual que me ha gustado tu reseña.
ResponderEliminarGracias por estos regalitos (que yo recojo, no lo dudes, aunque a veces sea en silencio).
Besazos.
Ains, los puntos débiles. Yo a veces pienso que soy toda yo un punto débil :) Que no te de miedo ni te tiemble la mano, aunque en algún momento puedas flaquear de verdad que no es ese tipo de emoción, dramática, la que te mueve, es más bien un recorrido por quienes somos y nos vamos haciendo, desde los detalles y los silencios.
EliminarRecoge lo que quieras, que yo también te recojo y a base de bien ;)
Un abrazo
He rodado como una noria... y nada! Será cuestión de esperarlo, Ana. Me gusta el estilo, por más duro que sea. No me arrepiento de emocionarme, por una situación personal, un libro o cualquier otra manifestación de la que surja. Dicen que la peor carencia es la de no tener corazón... Lo apunto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hay quien tiene miedo a los sentimientos, o a la intensidad de los mismos, o están en un momento que no les es propicio. Yo he elegido ir sin red.
EliminarUn abrazo
Lo he visto pero soy una cobardica con este tema en concreto. Creo que no estoy preparada para la intensidad de emociones que va a desatar (eso lo sé seguro) en cuanto lea la primera página. Porque como bien dices, tener recuerdos es haber vivido, pero ¿y si esos recuerdos han desaparecido?¿Y si los has intentado reflotar y no han vuelto? Una breve pincelada de un pasado en sepia, nada más. y una cicatriz cerrada "en falso", como dicen por aquí... Lo tengo apuntado, pero no sé cuando podré leerlo.
ResponderEliminarMil besos
Más que emociones (que también), lo que desata son recuerdos, como un deseo de ordenarlos, de rescatarlos. Los recuerdos nunca desaparecen del todo, sólo hay que encontrar el "clic" que los recupere. Ese ejercicio hace Fernando Marías.
EliminarMil abrazos
ahhh ¡tienes razón! con esa frase de apertura no queda nada más que seguir leyendo ;)
ResponderEliminarun beso,
Ale.
... y no podrás parar, advertida quedas ;)
EliminarUn abrazo
El que tiene la fama es Javier (al que no soporto) A veces he pensado que su hermano (o alguno de ellos, pues debe haber alguno más que escribe) puede/n superarle. Tampoco sería tan difícil. Y ahora que recomiendas este pues... tendré que ponerlo en mi lista.
ResponderEliminarYo tampoco simpatizo mucho con Javier Marías, pero ojo, que no son hermanos, eh :) Pero bueno, con algún Marías, aunque no sea consaguíneo se puede simpatizar ¿no? :)
EliminarUn abrazo
¡Hola! En serio, no sé como te lo montas para que siempre me llegues a convencer. En serio que no lo sé. Pero oye, tampoco me quejo porque me descubres libros que quizás de otro modo no conocería o aún conociéndolos no tuviera ganas de leer. Lo de los trenes me ha parecido super curioso y muy tierno.
ResponderEliminarUn beso y gracias por la reseña :)
No soy yo... son los libros, que te provocan ;) Es lo que tienen los blogs, que te descubren lecturas y te ayudan a descartar otras. Creo que te gustará este libro.
EliminarUn abrazo y gracias a ti por comentar
Me lo llevo.
ResponderEliminarEs un autor que tengo pendiente, aunque hay un par de libros suyos en casa, este me llama también y no lo conocía =)
Besotes
Pues a montar un trío en tu estantería ;)
EliminarUn abrazo
Me lo leeré este verano porque de la magnifica reseña deduzco que me gustara.Me gustan estas historias,disfruto mucho con ellas.
ResponderEliminarFelicidades por leer tan bien y hacernos participes.
Es un libro muy evocador, y muy bien contado. No sé qué tipo de libros te gustan pero espero que disfrutes de esta lectura y que te evoque a ti también tus propias historias. Gracias por comentar.
EliminarUn abrazo
Hace unos días leí un bello libro del buen escritor bilbaíno, Fernando Marías, publicado en el 2015 y titulado “La isla del padre”. Su padre, Leonardo, murió el 2013, y su libro fresco del 2015 es recuerdo, diálogo y reflexión sobre su padre en su vida. La etapa final de Leonardo, en letra del hijo, abarcó dos años de decadencia mental, tiempo doloroso y triste porque resulta «imposible acceder a los secretos del otro cuando los oculta el afanoso silencio de su dueño.»
ResponderEliminarDice en su novela que un día su viejo padre, con demencia senil, «preguntó una mañana si estaba muerto. Le dijimos que no y asintió con cierta indiferencia. Puede que llevara días entrando y saliendo de la muerte y los contornos de la frontera se desdibujasen un poco cada vez. Puede que no le importase demasiado la cercanía de la muerte, y sin duda no la temía. Enorme lección, puesta sin aspavientos ante mí. Tal vez el miedo a la muerte es tan sólo un pequeño error de juventud que se cura con los años.»
Me han venido al recuerdo estas frases al leer, con días de retraso, la muerte de Cristi, la zorrotzana María Cristina Jiménez Liaño; ¡ella tan viva y risueña, tan presente en Facebook, tan escritora de historias cortas, tan poetisa, tan amante, tan de corazón tierno…! Desde hace tiempo peleaba sin aspavientos con un cáncer, como muchos, como tantos.
¡La sentía tan viva…, pero ella llevaba ya muerta varios días!
Reflexiona Marías en su bello libro al padre que «las personas que sin haberlo buscado ni merecido pasan por la vida sin sentir otra cosa que desdicha y nada más que desdicha son la expresión más triste del ser humano sobre la tierra.»
No Cristi, su vida fue torrente de primavera, y su muerte es «tan poco moribunda que va a seguir estando con nosotros, memoria que respira y pan que se comparte, dichosamente viva.»
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Y yo me iré y se quedarán los pájaros cantando.
Un beso, Cristi.