jueves, 17 de diciembre de 2020

El sueño de una lengua común (Adrienne Rich)


 «Nadie está predestinado o condenado a amar a nadie.

Los accidentes ocurren, no somos heroínas,

ocurren en nuestras vidas como accidentes de tráfico,

libros que nos cambian, barrios

a los que nos mudamos y que acaban por gustarnos.

“Tristan und Isolde” no es precisamente la historia,

las mujeres al menos deberían saber la diferencia

entre el amor y la muerte. Ni copa de veneno

ni penitencia. Nada más la idea de que la grabadora

debería haber capturado algún rastro de nosotras: esa grabadora

no sólo reproducía, sino que debería habernos escuchado,

y podría instruir a las que vinieran después:

esto es lo que fuimos, así es como intentamos amar,

y éstas son las fuerzas que habían alineado en nuestra contra,

y éstas son las fuerzas que habíamos alineado en nuestro interior,

en nuestro interior y en nuestra contra, en nuestra contra

                    [y en nuestro interior »

De algunos libros es una auténtica penitencia elegir qué texto compartir, elegir las palabras de las que emerja el deseo que reivindique la necesidad de leerlo, la urgencia de coger ese libro y sentir que libera el pájaro que tienes en el alma.

Rich tiene un sueño, el sueño de una lengua común, y quizás esa lengua común sea el sentimiento que provoca la poesía, esa a la que el silencio pone algodón, amortiguando el grito a la vez que le da forma y textura, un tacto y contacto que no rechazas porque acoge como lo hace todo aquello que une y no separa.

Dos mujeres juntas es una tarea

que nada en la civilización ha hecho sencilla

Doy fe.

Este libro de poemas, que es sobre las mujeres pero no (sólo) para las mujeres, sino para las personas, nos dice que la comunicación y el compromiso es el mejor cuidado mutuo que podemos ofrecernos. Rich desnuda el lenguaje, le quita carne y piel al hueso, porque la contundencia de lo sencillo y llano no carece de belleza ni poética y transmite el mensaje con la humildad y la garra de lo verdadero. Nos sostiene.

Quizás las mujeres sintamos que siempre llegamos tarde, pero aún estamos a tiempo de hacer el futuro.

La valentía de sentir esto

De contar esto

De estar viva

Intentando aprender

Lecciones imposibles de enseñar

Gracias, Adrienne Rich.

©AnaBlasfuemia

1 comentario:

  1. Hola Ana
    tengo dos libros de Adrianne RIch, ambos son suculentas partes de la gran masa que es la poesía norteamericana escrita por mujeres, me gusta mucho la poesía norteamericana (EEUU y Canada) adoro, es más, quiero a Anne Michaels y Sylvia Plath, y me gusta mucho una enorme cantidad de poetas mujeres de las que tengo una pequeña colección. Ahora ando con las poetisas Beat,
    te mando esto, sé que te gustará
    DE MArge Pierce

    Blues luctuoso para Janis Joplin

    Tu voz siempre me golpeó el nervio del codo,
    la pinche fantasía del gran corazón en su congoja;
    me arrastró como una luna de cobre,
    por todas sus fases hasta alcanzar la libertad.
    No puedo menos que amarte con mis pesadillas.
    Tu voz chirría en la médula ósea
    cocinada en el inmenso lupanar
    del masoquismo en que nadamos.
    Mujer maltratada, sufriente, defraudada.
    Nos han domesticado para habitar
    la casa candente de la explotación.
    Nunca tenemos tanta vida,
    ni somos tan personas,
    hasta que caminamos
    plenas de blues nocturnos;
    cuando más vale que un hombre inexistente
    haya partido
    (ausencia que es gas para inflar globos)
    y nos queda el pensamiento,
    la sensación, la voluntad.

    ¡Oh!, ¡hembra blues tiranizada, jugosa, prolija!
    Palpita tu rostro inflamado y malquerido.
    Vuela tu cabello de alambres
    desparramando la energía. Bocanada
    de llamas
    para quien toda su vida es combustible.
    Tú personificaste a la mamá perfecta
    que no se agota en las entregas,
    como la sopa de pollo para embriagar
    a la raza de hombres-ratas.
    Personificaste el dolor
    que se prende del pecho como un niño;
    y a la goma de mascar, linda y pasiva.
    Mujer ajena a la esperanza mendiga y
    sin fin del mundo,
    luchando encarnizadamente para ser fornicada; ese deseo llamado amor
    Y que dejan colgando de la escarpia,
    esa necesidad de amar
    como un hueco que llora en el alma;
    esa droga que nos cuelga y arrastra, matándonos,
    tan fría como el aguanieve
    que congeló tu sangre.

    Versión de Jose Vicente Anaya

    gracias Ana

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