Publicación: 2015
Editorial: Páginas de Espuma
Sinopsis: ¿Qué distancia separa el dolor de la felicidad? En ese intervalo mínimo se sitúan las historias de Nuria Barrios, intensas y vibrantes: allí donde no todo está perdido, donde la escritura hace reconocibles umbrales que raramente se nos muestran. Estos once relatos tienen aristas y brillan con dureza. Son once diamantes. Cortan. ¿No es acaso lo que esperamos de la literatura? Que indague, que nos ilumine, que nos duela.
¿Qué eran ocho centímetros? Apenas nada. La longitud de un cigarrillo, de una barra de labios, del dedo corazón...
Ocho centímetros no parece un título de esos que atraigan por sí mismo, pero cobra todo su sentido una vez que cierras el libro con el estómago encogido. Curiosamente, el estómago mide unos 20-25 centímetros de largo… y ocho centímetros en sentido anteroposterior…
Dolor. Está el dolor físico, palpable, reconocido, localizable. Me duele aquí. O aquí. Lo nombras, lo señalas. Hay toda una industria en torno a ese dolor. Pero está también el otro, el cotidiano, el invisible, ese que te arruga las tripas y te deja sin respiración. Ese que no sabes nombrar ni localizar en ninguna zona de tu cuerpo, ni siquiera de tu alma, porque ¿quién sabe dónde está el alma? (también hay toda una industria en torno a este dolor). De ambos, pero especialmente del segundo, habla Nuria Barrios en Ocho centímetros.
Ocho centímetros puede ser esa distancia que hay entre el dolor y la felicidad. Apenas nada. Una distancia corta, un dolor largo. Droga, cáncer, abandono, crueldad, vacío, miedo, desesperación, la lucha por la vida… son tantas las causas que pueden hacernos atravesar esa distancia. Nuria Barrios, en los 11 relatos que componen el libro, recorre continuamente esos 8 centímetros. De la alegría al dolor. Del dolor a la alegría. ¿Por qué la alegría me parece falsa, impostada, y el dolor tan verdadero y real? Quizás precisamente por esa alegría simulada que exhibimos como un trofeo es por lo que la distancia que la separa del dolor sea tan corta.
Transitamos de la una (felicidad) al otro (dolor) con sorprendente desenvoltura. El dolor acude sin avisar ni buscarlo. La felicidad hay que trabajarla, inventarla, simularla. Pareciera agotador tanto esfuerzo, sin embargo es el dolor el que nos deja derrotados, fatigados. Por eso huimos de él.
Los ocho centímetros que van de la felicidad al dolor se recorren en una milésima de segundo. Sin buscarlo, insisto. Pero los ocho centímetros que van del dolor a la felicidad puede ser un recorrido muy largo.
Porque lo que buscábamos no estaba hecho de palabras, sino de temblores.
Yo era un Bulldozer es el relato al partir del cual sentí que Nuria Barrios marcaba una especie de frontera. Hasta ahí los relatos eran de un dolor violento, como bofetadas: cáncer, droga, marginalidad… A partir de este relato el dolor no parece tan provocador, pero sin embargo no por más sutil es menos tortuoso.
¿Cómo se cuenta el dolor? Por ejemplo como lo hace Nuria Barrios: enseñándolo, provocando que miremos escenas que ahora mismo, seguramente, se están produciendo. Quita el telón detrás del que escondemos todo aquello que no queremos ver y que está ahí, asomándose a las ventanas, saliendo por la puerta, paseando por las calles. Está ahí. Puede que incluso esté dentro de tu propia casa. Debajo de alguna alfombra donde lo hemos escondido para no verlo.
La hermosa herida de lo imposible.
Sangra.
No importa lo que corramos, el dolor siempre nos alcanzará algún día. Al fin y al cabo, nos separan ocho centímetros de él. Pero también son ocho centímetros los que nos separan de la felicidad. Incluso me parecen muchos ocho centímetros, ocho segundos. Basta una milésima de segundo, un espacio microscópico, para que tu vida cambie. Sin haberlo buscado.
Vale, sí, es un libro que duele. Pero solo un poquito, palabra de Ana Blasfuemia. Y no es que yo me traslade de un lado a otro de esos ocho centímetros con facilidad y superficialidad. No. Es que le ha faltado… algo… a estos relatos para que el dolor te pellizque las entrañas. Ya sé que no definir ese “algo” es poco formal. Pero es que hay razones personales detrás. He vivido el amor tóxico, el mundo de la droga y del cáncer, tan de cerca y tan en primera persona, que me hizo recordar demasiadas cosas. Y lo que recordaba me dolía más, infinitamente más, que lo que leía.
Cuando se han sufrido ciertas experiencias, lo recordado duele más que lo leído, pero ya el hecho de que lo leído te haga recordar y te sugiera los hechos que te dolieron tiene su mérito, dudoso mérito para la mayoría, pero rotundo para mí.
ResponderEliminarNo me gustan mucho los relatos, aunque me van entrando.
Un beso.
Claro, en clave personal siempre nos duele más lo nuestro... Pero es cierto que tocaba temas que me eran demasiado familiares.
EliminarSigue dándole oportunidad a los libros de relatos. Los hay muy buenos ;)
Un abrazo
Creo que ningún escrito puede superar el dolor o la alegría que uno sufre en carne propia. Quizá sería pedir un imposible. Pero algo sí te ha pellizcado, y sólo por eso, me lo llevo (y porque últimamente me gusta mucho leer relatos, qué vamos a hacer).
ResponderEliminarBesos.
Cierto, porque cuando lo has vivido tienes en tu memoria cada sensación, cada recuerdo. Pero desde luego, me ha pellizcado (me alegro que te guste leer relatos, no entiendo que la gente descarte este género, es donde un autor suele dar más la talla)
EliminarUn abrazo
Yo soy partidaria de enfrentarse a las cosas aunque duelan, aunque su recuerdo te traiga amargos momentos, pero es que es la única manera de seguir adelante, por ignorar las cosas no van a dejar de pasar; todos los que hemos vivido momentos turbios, dolorosos, penosos, sentimos pellizcos en el alma al leer algo así ¿verdad?
ResponderEliminarUn besito.
Estamos de acuerdo en esa actitud de plantar cara, aunque duela. Y más aún a lo vivido, porque si lo dejas pasar, se acumula barro en los pies.
EliminarUn abrazo
Páginas de Espuma tiene libros maravillosos de relatos.
ResponderEliminarEs verdad. Me gustan estas editoriales que nos ofrecen cosas diferentes en las mesas de novedades...
EliminarUn abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo es tanto que cojee de ninguna pata, y menos por el lado de la veracidad. Es porque lo vivido en primera persona siempre te araña más. No sé tampoco si la autora ha vivido las situaciones de las que habla en primera persona. Pero las conoce bien, eso seguro.
EliminarUn abrazo
La sinopsis desde luego capta la atención, al menos la mía. La primera cita que destacas es reveladora. Tu reseña, qué decir, hay frases en ella para enmarcar. A pesar de ese 'algo' que te ha faltado, no sé si porque le falta al libro, si debido a tus experiencias personales o a una mezcla de ambos factores, me resulta una lectura atrayente. Tomo nota.
ResponderEliminarUn abrazo
Como en todos los libros de relatos, los hay más potentes y otros más flojos, pero el tono general se mantiene. No creo que haya sido tanto que le ha faltado algo al libro, como que algunos temas los conozco o he conocido demasiado de cerca, en primera persona, y eso siempre hace que la experiencia personal sea más completa.
EliminarUn abrazo
Es un libro duro pero muy impactante. Yo tuve la oportunidad de leerlo, anda por ahí la reseña, y de charlar con la autora. Me contó cosas tremendas. Besos
ResponderEliminarHe visto tu reseña y la entrevista (magnífica, como siempre). Bueno, ya lo que cuenta es tremendo, me imagino que lo que haya podido contarte, incluso off the record, también lo sería. Pero cuando has vivido en primera persona ciertas cosas...
EliminarUn abrazo
Me quedo con el nombre de la autora, con el dolor como tema central de estos relatos y con ese "algo" que no te ha hecho entusiasmarte con la autora. Y quién sabe, igual me "cruzo" con su obra.
ResponderEliminarUn abrazo.
No es que no me haya entusiasmado. Me ha gustado cómo cuenta ese dolor reconocible, sin adornarlo, así en crudo. El problema fue otro, y más por razones personales...
EliminarUn abrazo