Traductora: Juana Bignozzi
Páginas: 120
Publicación: 1989 (2009)
Editorial: Tusquets
Sinopsis: En el Bausler Institut, un internado femenino situado en el cantón más retrógrado de Suiza, el Appenzell, se respira una densa atmósfera de cautiverio, sensualidad inconfesada y demencia. En estos parajes por los que paseaba el escritor Robert Walser, y donde se suicidó tras permanecer treinta años en un manicomio, se desarrollan la infancia y la adolescencia de la narradora, quien las rememora desde la madurez.
Buscaba la soledad y tal vez el absoluto. Pero envidiaba al mundo.
Quería estrenarme con Jaeggy, a la que hacía esperar como quien espera la lluvia después de una larga sequía. Y quería hacerlo con este libro, que fue el primero suyo que adquirí hace tiempo ya. Pero reconozco que después de Thérèse e Isabelle, de Violette Leduc, me resistía a leer libros que transcurrieran en un internado femenino porque me parecía que Leduc había dejado el listón muy alto. Pero Jaeggy me dijo “ahora”.
En el primer párrafo mis reticencias se fueron al carajo directamente. Ambos libros pueden convivir en mí perfectamente: la lírica pasión de Leduc y la sutileza del deseo de Jaeggy se hermanan a la perfección. El bello erotismo de Thérèse e Isabelle y la pulida melancolía de Los hermosos años del castigo no se quitan espacio sino que lo amplían.
Aún pensaba que para obtener algo había que ir derecho al objetivo, cuando solo las distracciones, las vaguedades, la distancia nos acercan al blanco, el blanco es el que nos alcanza.
He quedado rendida a Jaeggy, a quien algunos pueden calificar de “fria” si no se traspasa la engañosa superficie de escarcha que puede aparentar su forma de contar. Basta tocar el rocío en la yerba para darse cuenta de que el frío no existe, aunque exista la sensación del frío.
La trama se desarrolla en un internado femenino, una indisimulada cárcel en la que la narradora (de la que no llegamos a saber el nombre) intenta que algo suceda, que su aprendizaje personal no se contamine del ritmo prusiano y férreo del Bausler Institut. La anónima narradora nos cuenta los hechos ya adulta (y recordemos que es un libro autobiográfico, lo que viniendo de alguien tan discreta respecto a sí misma como Jaeggy es como para leerlo con lupa, intentando desentrañar la personalidad de una autora considerada de culto), desplegando en lo acontecido hacia atrás lo que contiene el presente para la narradora.
Mis pensamientos estaban suspendidos en el aire, tenía la impresión de que acechaba un peligro, el peligro de vivir lo que no existe.
En ese micromundo que es un internado femenino, Jaeggy desarrolla con elegante firmeza un ambiente asfixiante: tenso, indiferente, ordenado y rígido y en el que parece no suceder nada, que se mueve por códigos no escritos pero con rango de ley. Quedarse con que Los hermosos años del castigo narra una relación entre dos mujeres adolescentes sería desperdiciar el caudal de elementos con los que juega la autora.
Jaeggy cuenta sin contar, cuenta ese deseo adolescente, esa atracción sensual entre dos mujeres, una tensión que no se concreta ni materializa, pieles que no se abrazan ni se rozan. Y no cuenta, pero cuenta, sobre cómo llegamos a ser quienes somos, sin poder evadirnos de nosotros mismos, lo irremediable de ser quienes somos. Cuenta sin contar sobre esa dolorosa nada que es la melancolía, la infelicidad que nace de la distracción de los demás y del exceso de atención sobre todo lo que te rodea; sobre cómo una herida intima, profunda y sigilosa puede llevar a la locura, esos contornos desdibujados que te sitúan a un lado u otro de algún trastorno. Cómo todo sucede sin parecer que está sucediendo nada.
Pasé el tiempo con sufrimiento, que también es una forma de pasarlo.
No sé muy bien cómo explicar la tremenda calidad de esta autora, cómo transmitir que su prosa es meticulosa, delicada, precisa y sugerente. Cómo detrás de un párrafo puede haber un torrente de sensaciones, cómo basta combinar con aparente facilidad un conjunto de palabras para que una frase tenga una contundencia que dinamite esa aparente gelidez.
Jaeggy o el arte de usar el argumento como metáfora de todo un abanico de elementos: la melancolía, la transgresión de las normas, lo disfuncional, la espiritualidad y lo amoral, las desilusiones, las marcas indelebles del desánimo, la imposibilidad de rescatar un pasado que solo existe en la memoria (no se sabe si del todo fiable), los nada livianos abismos personales, el nihilismo inherente a algunas personas (nihilismo casi como un poder con el que no se sabe qué hacer)…
La economía de palabras con las que construye todo es tan abrumadora como admirable. Su prosa no necesita de ornamentos para ser tan cristalina como volcánica. Se puede ser austera y a la vez ardiente y profundamente incisiva, reverberar como un eco profundo y abismal. Se puede ser breve y concisa pero afilada como una guadaña, diseccionando con la precisión de un bisturí la materia de la que están hechas las desilusiones, las obsesiones, la soledad, la vida misma.
Allí arriba me sentía en un estado que podría llamarse de malafelicidad. Exigía la soledad, era un estado de ebrio y tranquilo egoísmo, una venganza feliz. Me parecía que esa ebriedad era una iniciación, y el malestar de la felicidad se debía a un aprendizaje mágico, a un rito. Luego se estropea.
Aunque la voz narrativa está deliberadamente controlada, la intensidad de sus emociones traspasa e impulsa la lectura a través de un calculado cinismo y una intimidación latente que nunca llega a mostrarse de forma burda. Toda esa trabajada economía en la prosa, esa distancia calculadamente aséptica, no hace más que provocar una tensión bellamente elaborada para sumergirnos en los conflictos personales que transcurren detrás del aparentemente nimio acontecer de la vida.
Siempre me ha fascinado la brecha que existe entre lo que transcurre en el exterior y lo que realmente sucede en el interior de las personas. El orden de lo externo y el caos de lo interno. El equilibrio fuera, el abismo dentro. Y Jaeggy se asoma a esa brecha y casi sin despeinarse nos lo cuenta desde dentro, con la elegancia de la sencillez y la metáfora cogidas de la mano.
Me he vuelto fan de Jaeggy ya desde la maestría del primer párrafo, con esa mención a Robert Walser, sus años en el manicomio y cómo murió en la nieve mientras paseaba. Una mención nada anecdótica y sí muy sugerente de lo que nos va a hablar realmente en Los hermosos años del castigo, dejando en manos del lector que entremos en esa brecha que separa lo exterior de lo interior o que nos quedemos en la superficie. Compleja Jaeggy, me ha ganado como lectora con la conciencia de que hay que leerla y releerla porque ofrece mucho más de lo que parece y eso nos lleva a la introspección y la reflexión, tanto de la lectura como de una misma.
Casi parecía verdad; y le agradecía el casi, leve esencia que atenúa toda brusca oposición entre verdadero y falso.
la brecha que existe entre lo que vemos y lo que realmente nos ocurre a cada uno de nosotros como individuo. ... esa es la búsqueda ,no ? ese momento en que se separan dos abismos ,dos placas tectónicas ,donde todo se cuartea ...esa es una de mis preguntas recurrentes casi diarias y la mayor parte de las veces la respuesta es "tuve una vida llena de desgracias ,las cuales ,gran parte de ellas ,solo ocurrieron en mi cabeza "... Me lo dejo apuntado y lo busco ya ! Me ha encantado !
ResponderEliminarEsa brecha nunca se cerrará. Es la búsqueda, pero como búsqueda humana y profunda que es, nunca llegaremos a su resolución. Es la búsqueda lo que nos hace caminar.
EliminarNo lo tienes que buscar ;)
Un abrazo.
Este también me podría gustar pero es un tipo de libro que requiere centrarse mucho para traspasar esa escarcha que lo puede arruinar. A ver si se me ponen a trabajar las neuronas ya a pleno rendimiento, que se me acumula el trabajo.
ResponderEliminarUn abrazo
Más que concentración requiere capacidad de escucha. No solo oír, sino también escuchar. Y entonces la escarcha se deshace. Tengo entendido que no es el libro más complejo de Jaeggy.
Eliminar¡Pero si tú con una neurona funcionas mejor que mucha gente con todas a pleno rendimiento! ;)
Un abrazo
Lo leí hace tiempo, me gustó todo de ella. De los tres que he leído me quedo, sin embargo, con "El temor del cielo", es fantástico, reflejo de la valía de au autora, tan certera como hábil en lo que quiere describir o explicar.
ResponderEliminargracias
cuidate Ana
A mí me encantó desde el inicio. Y la seguiré leyendo. Los tengo todos excepto ese "El temor del cielo" que debe de andar descatalogado, pero no ceso en la búsqueda. Me encantó el estilo de Jaeggy, lo que cuenta y cómo.
EliminarUn abrazo grande.
Hola!nos gustan las lecturas difíciles y con mucha esencia.digamos así que veremos de encontrarlo a la brevedad.saludosbuhos
ResponderEliminarHe leído solo este libro de Jaeggy pero ya me he vuelto fan suya, seguiré leyendo el resto de libros. Lo difícil, lo que implica al lector, es una literatura que me gusta, la que nos hace esforzarnos y latir.
EliminarUn abrazo.
Me encantan las frases del libro que has resaltado.
ResponderEliminarNo suele gustarme demasiado ese ambiente de internados. Me resulta muy opresivo, tanto el masculino como el femenino, pero este aún más, porque lo es. Obvio es decir que las mujeres, en cualquier ámbito, han estado siempre más reprimidas. Se ha reprimido su comportamiento, sus actitudes y aptitudes, sus opiniones y, por supuesto y por encima de todo, su sexualidad. Pero no soy capaz de sustraerme al encanto de lo que cuentas.
El de Violette Leduc también lo apunto, pero para más adelante.
Un beso.
A mí después del de Leduc, que tantísimo me gusto, me costaba volver a ese entorno, pero Jaeggy es buena, muy buena. Te recomiendo ambos porque creo que de ambos disfrutarás.
EliminarUn abrazo.
Recuerdo verla hace años cuando salió, fue un bombazo entre ciertos sectores estudiantiles y que en su momento no leí pero que no descarto hacerlo ahora, estoy convencida que le sacaré más provecho que por aquellos años, de haberlo hecho 😉
ResponderEliminarBesitos 💋💋💋
Hace tiempo que le seguía la pista a Jaeggy y de hecho este libro llevaba bastante tiempo esperando su oportunidad. Y, tal como preveía, me ha gustado, libro y autora. Los libros llegan en su momento.
EliminarUn abrazo.
Este lo tengo apuntado, le tengo echado el ojo desde hace tiempo =)
ResponderEliminarBesotes
Así estaba yo, hasta que decidí que le había llegado su hora. Bendita la hora :D
EliminarUn abrazo.
Me encanta la sinopsis, la mención de la muerte de Walser que me lleva a la nieve de otra novela. Me encanta la primera cita. Me ha encantado tu reseña, el símil del rocío y el frío. Casi me atrevo a pronosticar que me va a encantar este libro.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues entonces... te va a encantar Jaeggy, no solo el libro (eso me ha pasado a mí: cuando sabes que has descubierto no solo un buen libro, sino a una autora de la que vas a leer todo lo que pilles).
EliminarUn abrazo.