jueves, 25 de junio de 2020

Estamos en el borde (Caroline Lamarche)


Las personas atormentadas por un duelo irreparable ya no creen en el futuro. Pero sí en la imaginación, de donde nacen las historias más descabelladas. Las historias de ella, sin embargo, no inventan otros mundos. Tampoco otros amores. Les basta con ser cómplices de algunas vidas salvajes

¿Cuándo sabes que un libro te va a gustar de principio a fin? Cuando lo coges como quien no quiere la cosa para ver de qué va, hacerte una idea del contenido, el estilo narrativo… y empiezas a leer una página y otra, y sigues sumando páginas de lectura y se te olvida que ibas a hacerte un arroz a la cubana y ya son las cuatro de la tarde y ni arroz ni cubana, y piensas que tal vez sea mejor hacer una merienda-cena más tarde. Y sigues leyendo porque con este libro regresó el ritmo lector, el hambre voraz, insaciable, de leer, leer y seguir leyendo.

El borde en el que estamos, del que nos habla Lamarche, es un poco las afueras, los márgenes en los que se encuentra lo animal, lo salvaje, las personas que no se dejan domesticar, la buena gente que sufre y se asoma a ese borde porque prefieren las curvas a lo rectilíneo, el silencio al ruido, los lugares que liberan, la naturaleza nómada. Que están hechas de un material refractario a la servidumbre y lo banal, de corrientes profundas y torbellinos identitarios.

La narrativa de Lamarche es cálida y cercana, con un ritmo sosegado y cautivador. No hay sobresaltos pero penetra en ti como cuchillo en mantequilla. Sin encontrar resistencia.

Dice uno de los personajes de estos relatos “Necesito un nosotros en mi vida”. ¿Quién no? Y en la naturaleza, en los animales que la habitan, encuentran ese “nosotros” que nos espejea la imagen que no queremos constatar: parecemos más felices de lo que somos.

Una canción de Eladia Blazquez viene como anillo al dedo para este libro: “Merecer la vida es erguirse vertical, más allá del mal, de las caídas. Es igual que darle a la verdad y a nuestra propia libertad la bienvenida”. En la interacción con los animales nosotros somos los alumnos. Honrar la vida es también respetar y escuchar a quienes mejor nos saben cuidar, que no siempre resultan ser personas. 

6 comentarios:

  1. Cada vez que vengo por aquí, me llevo un libro. Gracias por compartir. Un abrazo

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  2. Soy de esas personas que tras mucho tiempo entre el ruido, la primera vez que se quedan a solas con el silencio se asustan, su sonido me taladra los oídos; pero luego me reconforta de tal manera que me sumerjo en él olvidándome de todo.Y tras cumplir uno de mis sueños-retos, recorrer la Ruta 66, descubrí que las largas carreteras rectas, me causan ansiedad y agorafobia, las curvas me dan sensación de "todo es posible".
    Y sí, me gustan poco las personas y cada vez más los animales, hasta los que me daban repelús.
    Necesito estos relatos.

    Besos 💋💋💋

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    1. A mi el silencio me da paz. Aunque no es un silencio completo, pero el sonido de la naturaleza, la escucha silenciosa del otro... ese sí

      Un abrazo.

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  3. Gracias por tus recomendaciones, te leo a menudo y este libro ha logrado despertar mi curiosidad, por intenso.

    Respecto a tu frase parecemos más felices de lo que somos, el otro día escuche algo al respecto en boca de una niña que decia:los adultos son felices pero como que no lo disfrutan;probablemente ella como niña, se dio cuenta de que era un parecer maniqueo y no un ser verdadero...y lo dijo así. Me gusto.

    Te sigo leyendo y te lo cuento. 😉

    Un abrazo

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    1. Gracias por la anécdota que cuentas, es muy significativa 👍

      Lo cuentas y nos leemos. Un abrazo

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En este blog NO se hacen críticas literarias ni mucho menos reseñas. Cuento y me cuento a partir de lo que leo. Soy una lectora subjetiva. Mi opinión no convierte un libro en buen o mal libro, únicamente en un libro que me ha gustado o no. Gracias por comentar o, simplemente, leer