miércoles, 5 de agosto de 2020

Nuestra necesidad de consuelo es insaciable (Stig Dagerman)


“… Por eso no me atrevo a tirar la piedra ni a quien cree en cosas que yo dudo, ni a quien idolatra la duda como si esta no estuviera rodeada de tinieblas. Esta piedra me alcanzaría a mí mismo, ya que de una cosa estoy convencido: la necesidad de consuelo que tiene el ser humano es insaciable

No voy a descubrir la pólvora (todo está ya inventado, todo está ya escrito) si hablo de la importancia de la primera frase o del primer párrafo de un libro. De hecho, hay autores que dejan para el final escribir esa primera frase o párrafo, conscientes de lo determinante que puede ser. Es el paso que marca los siguientes, una declaración de intenciones, una puerta que se abre o se cierra.

Pero ¿qué sucede cuando no es la primera frase, ni el primer párrafo, ni la primera página, sino TODO el texto de un calibre tal que te deja sin respiración? De acuerdo, estamos ante un texto corto, poco más de tres o cuatro folios (que se acompañan de un anexo con dos textos más de Dagerman, un texto de Marc Tomsin y otro de Federica Montseny hablando del propio Stig Dagerman, todos ellos también de extraordinario interés). Pero estamos ante uno de los textos más brutales que he leído en mi vida, de una magnificencia exquisita.

Con una prosa de una fuerza arrasadora y desbordante este testamento (lo es, en verdad) de Dagerman es como el arco de un violín que, al entrar en contacto con las cuerdas (los lectores), provoca vibraciones ineludibles. Un arco tenso y flexible a la vez, fuerte y dulce, ligero y pesado, que siempre encuentra la posición, el movimiento y el contacto idóneo para producir una melodía bella y dolorosa, difícil y necesaria.

Nuestra necesidad de consuelo es insaciable” es un texto trágico, ardiente y desgarrador que al terminar de leer, releer y digerir, solo era capaz de decir una y otra vez “¡madre mía, madre mía!”… Sacude donde tiene que hacerlo y te retuerce de forma conveniente (“la ayuda en la necesidad, el estremecimiento ante la belleza”).

No es un texto para quedarse en él (no se puede, no se debe) pero sí un texto por el que es necesario pasar, detenerse, tal vez dañarte, pero sobre todo liberarte para poder seguir caminando con más fortaleza y lucidez.

Necesitamos consuelo. Mucho.

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