miércoles, 11 de noviembre de 2020

Las huellas del diablo (John Burnside)


Es un error fijarse demasiado en el punto en que han empezado las cosas. Las cosas empiezan muy por debajo de la superficie: cuando son visibles tienen vida y dirección propia

Y sin embargo “Las huellas del diablo” es un recorrido hacia ese punto en el que empezaron las cosas para Michael Gardiner que, a partir de un acontecimiento concreto, inicia una huida hacia delante que, inevitablemente, le lleva a una travesía hacia su pasado, recorriendo retazos de memoria, fragmentos que va recogiendo como quien sigue las huellas del diablo, entre la curiosidad y el temor.

Gardiner se considera a sí mismo un exiliado interno en el pueblo en donde creció y vive con su mujer, un pueblo idílico en lo estético pero infame en lo ético. De esos pueblos en los que parece imposible mantener un secreto. Todo sale a la luz, sea en forma de verdad, de superstición, de rumor, de acosos y chismorreo. Ya sabéis. Todos conocemos un pueblo así.

La trama del libro nos es familiar, el lenguaje que utiliza Burnside es sencillo, quizás confuso en la psicología del protagonista y otros personajes, pero fino en la descripción del clima del pueblo y los paisajes. Al terminar no estoy segura de a dónde me ha llevado esta lectura, que percibo con más nudos de los que se deshacen al final.

El protagonista posee aparentemente una gran agudeza para detectar los problemas y analizarlos, sin darse cuenta que lo hace desde el embotamiento y desde una visión limitada del mundo, y además posee una pereza casi genética para afrontar las soluciones, lo que le termina por llevar a que su propia cabeza le traicione. Como a veces padezco de esa misma pusilanimidad no puedo evitar ponerme a la defensiva si la detecto en algún personaje. Lo curioso es que cuando me di cuenta de este hecho, y reprochaba con cierta irritación a Michael Gardiner su relativismo moral y su falta de empatía, caí en la cuenta de que tenía un libro de este mismo autor, Burnside, que había adquirido recientemente. Un libro de poesía, “Dones”. Así que lo cogí y abrí al azar:

“no es que yo quiera renacer,

pero en algún sitio entre esta vida y la otra

imagino un lugar

donde el alma

se purifica”

Pues ya estaría.

©AnaBlasfuemia

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