“Antes le contaba a la gente que era un niño de acogida, aunque en realidad era el único en casa al que no habían acogido. Y ahora que se supone que soy adulto, todo sobre mí es de acogida: mi país y también la historia que le cuento a la gente”
No debería de perseguirnos la verdad, sino que deberíamos de ser nosotros quienes la persiguiéramos. Pero si estás huyendo de ella seguramente sea porque esa verdad esconde unos cuantos secretos que prefieres que sigan así: ocultos.
Hay varios temas que son recurrentes en mis lecturas: las relaciones familiares, el mal (de dónde vine, cómo se construye). Y eso está en este libro y de eso va: de piedras en el vientre. Un libro incómodo, de esos que se mueven entre la ternura y el escalofrío. Bauer maneja los hilos con criterio, nos lleva donde y como quiere, pero a la vez necesita también de nuestra comprensión, de nuestra mirada atenta. Las piedras no son fáciles de masticar, tenemos que poner de nuestra parte: machacarlas, digerirlas. El premio es la coherencia narrativa, los filamentos psicológicos que sujetan la historia.
Bauer recurre a diversificar y combinar una misma voz, la del protagonista con ocho años y el mismo protagonista con 28. Un niño tierno y un hombre perturbador que son la misma persona. Esa voz escindida es sin duda un acierto, especialmente porque la voz del niño es totalmente convincente y creíble, algo que no siempre es fácil de encontrar en personajes de niños.
El manejo emocional de la trama y el equilibrio entre todos los ingredientes hacen que sea una lectura fluida pero perturbadora, muy impactante.
No sé si el mal queda justificado. No sé si se puede justificar el mal. No sé si el mal nace o se hace. Tal vez el mal ya estaba ahí, lo mismo que la desesperada búsqueda de cariño y atención. Es complicado, ¿hay un mal absoluto que está ahí desde que naces, como una bomba buscando que alguien o algo la detone?, ¿pueden convivir el mal y la bondad en la misma persona?
Quizás un libro que nos genere tantas preguntas pueda resultar molesto, más aún cuando surgen en el contexto de las relaciones familiares, porque tendemos a buscar culpabilidad en lugar de responsabilidad.
Hola Ana, hay una frase una idea de Hannah Arendt, refiriéndose a Eichmann, y es la "banalidad del mal", es algo que, aunque algunos críticos lo centren en exclusiva en ese estudio de Eichmann y, por lo tanto, en el burócrata nazi en exclusiva, yo creo que sí existe ese personaje, que quizá no lo hace como dice Arenndt siguiendo los dictados de un jefe o una ideología, pero sí lo hace como un acto reflejo, como una desmedida-descontrolada- parte de una personalidad normal. que , de repente, saca un acto violento o acto de maldad por una razón banal, porque sí. La maldad por la maldad, porque no "es nada personal" es el colmo, como Eichmann del mal, del mal porque no le importa otra cosa que, quizá, ellos mismos y sus ideas, no reflexiona no piensa en el otro. La empatía muerta por definición.
ResponderEliminargracias Ana