Hace tiempo os
conté que mi abuela tenía un quiosco y que eso, junto a otras pequeñas y
grandes cosas, marcó mi infancia. Uno de mis primeros recuerdos, de esos que la
memoria atrapa empecinada y que corresponde a recuerdos inaugurales (porque
pertenece a cuando tendría entre 3 o 4 años de edad), tiene que ver con el quiosco.
Durante unos
días, en mi casa estuvieron de obras, así que mi hermano y yo dormíamos, junto
con mi abuela, en el quiosco. Aunque había dos habitaciones, sólo ejercieron
como tal durante esos días, porque siempre se utilizaron de almacén de juguetes
y chuches. Mi hermana no debía de haber nacido aún, tal vez estaba haciéndose, o
era tan pequeña que no se separaba de mamá y no se quedó con nosotros. En
cualquier caso, no está en este recuerdo (pero estás en otros muchos).
Ni mi hermano
ni yo sabíamos aún leer y no recuerdo que mi abuela nos contara cuentos. Así
que mirábamos los dibujos de los tebeos y cuentos, cogíamos chuches y
utilizábamos algún que otro juguete que pudiéramos devolver a la estantería
como si no se hubiera usado nunca. Lo más interesante de esos días, además de
corretear por el pasillo entre las chuches y las piernas de mi abuela y de mi
madre, era que mi abuela nos pelaba pipas con más frecuencia de la habitual,
puesto que pasábamos allí parte de la tarde y toda la noche. Especialmente por
la noche, cuando cerraba la tienda, tenía el tiempo y la paciencia de hacernos
un montón de pipas peladas a cada uno, que dejaba al lado de la cocina de
carbón.
Para mí este
recuerdo es importante, porque además de ser posiblemente el primero que
conservo, marca lo que sería la pauta fraternal a lo largo de nuestras vidas:
mi abuela siempre hacía un montón más grande para mi hermano. Ante mis
furibundas y airadas quejas y lamentos, mi abuela siempre se justificaba
diciendo que mi hermano era el mayor, era hombre y necesitaba comer más. Que
cuando yo tuviera un año más me daría un montón más grande. Pero claro, mi
hermano siempre tendría un año más que yo. Así que ese desigual trato de favor
se mantendría irremediablemente para siempre. Aunque por aquel entonces yo esto aún
no lo sabía, ni sabía que iba a ser una de esas injusticias cotidianas con las
que tendría que apechugar toda mi vida.
El montón de
pipas peladas de mi hermano fue, especialmente durante esos días, el objeto de
mi ambición de una forma terca y casi obsesiva. Diseñé y perpetré varias
estrategias para conseguir aquel montón de pipas peladas, para igualar la
balanza y restaurar la justicia en el minimundo fraternal. Desde intentar
convencer a mi abuela para que comenzara a pelar las pipas antes de cerrar la
tienda (con lo que había más momentos de distracción en los que yo podría meter
mano en los montones de pipas), hasta intentar aprender a pelar yo misma las
pipas con una rapidez inusitada para poder añadirlas a mi montón. Métodos
honestos y métodos deshonestos.
Una noche mi abuela nos preparó nuestras pipas peladas, las repartió en
dos montones calculadamente desiguales y nos llamó. Mi hermano y yo estábamos en las
habitaciones de arriba. Las escaleras que separaban las habitaciones de arriba del
quiosco eran estrechas, empinadas y llenas de obstáculos (sacas de chuches,
juguetes, cajas de tabaco…). Una de mis estrategias, que intentaba desarrollar
obstinadamente, consistía en llegar antes a la cocina para, en un rápido
movimiento, poder coger distraídamente el montón más grande y metérmelo con
rapidez diabólica en la boca. La bronca posterior me resbalaba si conseguía mi
objetivo.
El caso es que
cuando mi abuela nos llamó mi hermano tomó la delantera escaleras abajo. Yo
sabía que no iba a poder adelantarle porque no había forma de sortear cajas,
sacas y hermano. No cabíamos todos en la escalera. Así que una fracción de
segundo tomé la decisión: bajar por el pasamanos. Dicho y hecho. O pensado y hecho.
Lo que no calculé es que aun así no cabríamos todos por la escalera y que al
llegar con mi culo a la altura de mi hermano el choque iba a ser inevitable. Y
efectivamente, no se pudo evitar. Impacté con mi hermano y como la ley de la
gravedad es impepinable, yo volqué hacia el lado exterior de la escalera, dando
con mi rubia y redonda cabeza contra la barandilla de la cocina. Muy cerca, por
cierto, de los dos montones de pipas peladas. Porque ese es el último recuerdo
que tengo, la última imagen de mi caída: la imagen fugaz de dos montones de
pipas, especialmente desiguales ese día, antes de que se me apagara la luz.
(©AnaBlasfuemia)
Gracias por compartir con nosotros estos pequeños fragmentos de tu infancia.
ResponderEliminarBesos:)
Gracias a ti por leerme y comentar Sara ;)
EliminarBesos
Al final lo conseguiste! Me ha encantado esta entrada, es genial desde todos los puntos de vista, a más , deberías presentarlo a un concurso de relatos cortos o cuentos. Vivías en el paraíso, durmiendo en una habitación de juguetes y chuches, ¡en un kiosko! sería el sueño de cualquier niño incluso de uno de los de ahora.
ResponderEliminarBesos
Gracias Norah ;) Al final lo consegui. No lo supe en ese momento, pero aprendí bastantes más cosas que sólo la forma de conseguir tener un montón de pipas más grande que... Tuve una infancia feliz, siempre lo he dicho y siempre lo diré: kiosko, calle y en verano campo, cuadra, vacas, ovejas, monte, rio, vías, truchas, ruinas...
EliminarBesos!
jajajaj. Si es que las pipas están muy buenas. Una vez que empiezas, ya no puedes parar.
ResponderEliminarBesos.
Las pipas están buenas cuando alguien te las ha pelado, a puñados en la boca ;)
EliminarBesos
Hubiera sido mejor que hicieras un cursillo acelarado de pelar pipas. Te habrías evitado ese accidente, pero ya no tendrías una cicatriz al igual que Harry Potter, jajaja
ResponderEliminarUn beso, guapa
¡Era muy pequeña!! No se me daba bien por ese entonces pelar las pipas... y resistirme a la tentación de no comerlas. No tenía paciencia para el montón. La paciencia no va con la infancia ;) Por cicatrices no va a ser, las coleccionaba ;)
EliminarBesos
Jajaja, que maravilla de recuerdo Ana! bueno, bonito y un poco doloroso, pero ... quien la sigue la consigue, y como decía Maquiavelo, el fin justifica los medios :) Estoy de acuerdo con Norah, seria un sueño para cualquier niño vivir en una habitación llena de chuches, juguetes... y pipas!
ResponderEliminarBesos!!
Un poco doloro sí que resultó, sí. Yo soy fan de Maquiavelo, así que me especializaba en buscar medios varios para conseguir mis fines. Con poco éxito, todo hay que decirlo. Sí, tuve mucha suerte con el quiosco, y ahora, tengo muchos recuerdos felices.
EliminarBesos!
Me parece un sistema peligroso de conseguir el montón más grande de pipas. De todos modos es una historia muy entrañable, los recuerdos imborrables que tenemos todos y que cada día los añoramos más.
ResponderEliminarUn beso.
Enzo, yo nací sin noción del peligro. Me llevé muchos golpes, pero siendo una niña inquieta, cada moretón, cada cicatriz, cada herida, era como una medalla que lucía orgullosa. Como he tenido una infancia muy feliz, tengo muchos recuerdos imborrables. Los que he borrado serían lo que no la harían tan feliz ;)
EliminarBeso!
Joer, Ana, qué entrada tan genial! Me ha gustado mucho la historia de las pipas y te aseguro que la he leído con una sonrisa desde el principio al final, que me ha encantado a pesar del chichón que te llevaste: la moraleja es que el que algo quiere, algo le cuesta, no? Gracias por traernos estos trocitos de ti, tan diferentes pero tan encantadores. 1beso!
ResponderEliminarGracias Tizire ;) Me gusta que lo hayas leído con una sonrisa, eso te has llevado y me gusta sentirme un poco responsable ;) Chichones me hice muchos, aun me sigo haciendo, me gusta meterme en camisas de once varas...
EliminarBesos!
Jajajajaja, eres luchadora y eso para mi es situarte en lo alto de lo que siempre aprecio.
ResponderEliminarUno, me encantan las pipas, no como porque puedo devorar montones y montones. Mis recuerdos de infancia también giran en torno a las pipas y sesiones de películas del Oeste.
Ese trato no igualitario ejercido por una mujer es..., en fin, eran las abuelas y su memoria siempre es apreciada, pero...
La barandilla era otra de mis especialidades y algún golpe me gané también.
Abrazos!!!
Pues mira, eso es verdad, creo que puedo decir que soy luchadora (no es que quiera situarme bien en tu aprecio, es que es verdad) ;) Yo hace años que aleje las pipas, al igual que las chuches. No sé muy bien la razón, porque me siguen gustando. Supongo que es algo que quiero tener asociado al pasado, así como en un marco.
Eliminar¡¡Y las películas del Oeste!! ¿Las de los sábados a la tarde? :D
Supongo que esos micromachismos por parte de madres y abuelas que vivieron el machismo como parte de la normalidad es algo que hemos tenido que sufrir en un momento en el que la sociedad ya te señalaba claramente otro camino y otras oportunidades. Y al darse dentro de la familia pues... bueno, ya no hay reproches, es pasado.
Mi especialidad eran barandillas, verjas, árboles... cualquier obstáculo era un reto para mi y mi cuerpo ;)
Abrazo!
Jajajaj, genial, la entrada me ha encantado, al final conseguiste durante varios días el montón más grande y eso que te parecía algo imposible. Que buenos recuerdos tenemos en la primera infancia, verdad? y de que manera nos afectan las "terribles injusticias" que a veces se comenten con nosotros, jejeje. Besoss.
ResponderEliminarSí! lo conseguí... dos o tres días, no más. Luego todo volvió a la "normalidad". Yo tengo muy buenos recuerdos de la infancia, pese a ese sufrimiento por esas injusticias cotidianas de las que podías hacer todo un mundo.
EliminarBesos
Ay, Ana! Qué buenos recuerdos. Muchas gracias por compartirlos con tod@s nosotr@s. ¿Te he dicho que me encanta tu forma de escribir? Eres capaz de transportarme con vosotros, como si os viera por un pequeño agujerito. Me ha gustado la manera en que narras cómo descubriste las injusticias que nos acompañan a diario. Y por supuesto el final en el que a pesar de terminar un poco dolorida conseguiste tu objetivo eh? jajaja Es que no se te pone nada por delante.
ResponderEliminarUn beso enorme
Gracias Filias (and Fobias). Supongo que los recuerdos de infancia, aunque sean ajenos, siempre despiertan nuestra empatia, porque al fin y al cabo la infancia es lo que más común tenemos las personas, luego cada uno y sus derroteros, ya sabes. Pero la infancia, sus sensaciones (que no las experiencias y vivencias) creo que son bastante comunes. No sé si fue con los montones de pipas con los que fui consciente de esas pequeñas injusticias que nos van moldeando, pero sí es el primer recuerdo que tengo (no creo tener ninguno anterior, al menos en forma de sensación y recuerdo claro, sí tengo alguna "foto mental"). Hay muchas cosas que se me ponen por delante. Pero intento ponerlas por detras, o a un lado ;)
EliminarBeso!
Aprender a golpes, sí, así es la vida. Pero el premio lo merecía :) Que dulce y emocionante recuerdo.
ResponderEliminarAsí es. Aunque así entre tú y yo, Zazou: yo aprendo también estupendamente (incluso mejor) a golpe de caricias y abrazos (sobre todo abrazos).
EliminarBesos
Yo quiero vivir en un quiosco. Chuches infinitas para siempre *-*. Te confieso que no soy de leer relatos, pero si todos fueran como los tuyos, merece la pena leerlos. Con lo que quiero decir que me encantan tus relatos (este es muy tierno y nostálgico).
ResponderEliminarUn saludo.
Que conste que tampoco tenía libre albedrío para chuches. Mi abuela nos controlaba mucho, hubiera sido un desmadre que los tres nietos nos atiborraramos a chuches ;) Los relatos si son así de uno en uno y de cuando en cuando se hacen llevaderos. Si te los presento todos de sopetón seguro que ya torcerías la boca :P
EliminarGracias Angry ;)
Besos
Me identifico mucho.... con tu hermano jajaj y es que a nosotros también nos pelaban pipas y me daban a mí el montón más grande, por las mismas razones aunque mi hermana siempre fue más conformista, la verdad. Incluso las uvas, cogían un racimo, desgranaban unas cuantas y me daban a mí el racimo entero que devoraba con la rapidez que mi hermana se comía las cuantas que le habían tocado. Nuestros familiares mayores son machistas... la paga mía era el triple de la de mi hermana por si tenía que invitar a alguna chica.... con doce años. Evidentemente no me tocaba a mí quejarme. Esas cosas ya se van perdiendo. A golpes a los chicos nos toca aprender otras cosas. Somos tan tontos a veces que la hombría nos la tiene que validar el resto de machos de la manada así que imagina las locuras. Ya con los años veo lo absurdo del asunto. Un relato biográfico muy, muy bonito. Un beso, Ana
ResponderEliminarjajajjaja... Salvo que tuvieras un hermano mayor sería raro que te hubieras identificado conmigo. E incluso teniendo un hermano mayor, o fueras el de medio, estoy segura que entre hermanos varones no se hubieran producido esas desigualdades... Claro, el machismo todavía pulula por ahí, pero en generaciones anteriores a las nuestras (nuestros padres, nuestros abuelos) era parte de su idiosincrasia, el mundo ha ido muy rápido, ya no les vamos a pedir cuentas ¿no?
EliminarPero mira, me ha gustado eso que cuentas lo de validaros la hombría, son esas cosas que los hombres no soléis hablar de ellas, quizás a veces el feminismo silencie esas cacicadas entre hombres, y que muchos las sufren ¿no?
Gracias Yossi. Besos!
Me ha gustado mucho Ana pero también me he cabreado bastante :) tengo buenos motivos. El principal es que era la única niña en casa hasta... los trece más o menos *mi hermana vino con todo ya hecho, suertuda), entonces como que todo era más enfocado a los otros, otros porque son tres ¡tres! todavía recuerdo cuando nació el último que me hinché de llorar porque era niño... jajajaja, pobre mío, qué culpa tendrá! Y a lo que voy, que en medio de todo esto ser la niña fue un latazo porque lo que unos podían parece que la niña no podía y encima era la segunda (por poco) ¡si no llega la diferencia a un año! Eso sí, terminé siendo buena estratega en el noble arte de salirme con la mía. Podría contar té muchas batallitas, las familias numerosas dan para mucho jejeje
ResponderEliminarEn fin, que entiendo la contienda a brazo partido, también te diré que lo que no mata... y al final una aprende ¡claro que aprende!
Gracias por compartirte en primavera o cuando sea ;)
Un besito con buen rollo
PD vivan los paquetes de pipas peladas
¿Te has cabreado por tus propios recuerdos? Infancia... yo fui muy feliz, pero también acumulé mucho barro. No veas la que se lió en mis pies cuando me di cuenta la de barro que tenía en ellos. Y claro, qué culpa tienen los hermanos de esos tratos desiguales. Pero cómo tú dices, aprendes estrategias, desarrollas la imaginación, creces en capacidades de observación... Supongo que eso al final va formando parte del bagaje que llevamos en nuestra mochila vital, ahí en la espalda, cargando con ella.
EliminarQue conste que las pipas peladas de fábrica no son lo mismo. Nunca lo serán ;)
besos enrollados!
jaja ¡Tenías que haberte conformado con vivir en el paraíso de las chuches y los juguetes!
ResponderEliminar(¿En un quiosco caben dos habitaciones?)
Besos!!
Caminante, es que nací con un defecto de fábrica: soy inconformista. A día de hoy, soy incapaz de conformarme con casi nada. Así me va, todo hay que decirlo.
EliminarEl kiosko era una pequeña casa de dos plantas, no esos que hay ahora en medio de las plazas, que son un cubículo atestado de revistas y cosas varias.
Besos
Qué buen rato me has hecho pasar! Aunque me he imaginado ese golpe y lo que te tuvo que doler. Te salió carito tener el montoncito más grande. ¡Pero lo tuviste! Y me has recordado los momentos en los que iba a casa de mis abuelos con mi hermano. Los dos nos peleábamos por moler los granos de café! ¡Qué bien olía!!!
ResponderEliminarBesotes!!!
Qué bien Margari, me alegro ser un poco "responsable" de ese buen rato ;) El golpe no sé si dolió: me desmayé. Tengo medio recuerdo de que alguien me llevaba en volandas al centro de salud, que hay que decirlo ¡¡estaba justo al lado!!. Y los granos de café... Me acuerdo cuando mi madre me mandaba a comprar el café (en granos, claro), que llevaba a casa envuelto en papel estraza y yo volvía con las narices metidas dentro ¡sí que olía bien! No sé si existe ese olor todavía..
EliminarBesos!
¡Cuánto me ha alegrado leer esta historia, Ana! Te agradezco que nos confíes estos recuerdos de tu infancia, me has sacado una gran sonrisa y recordar también mis años de niñez, que ya ha pasado lo suyo, y aunque no hubo pipas de por medio, lamentablemente, o no tantas como me gustaría, sí que guardo cicatrices que me sacan más de una sonrisa.
ResponderEliminarMil besos.
Pues me alegro de que te haya alegrado. Y yo te agradezco a ti que tengas la paciencia de leerme y también que dejes tu sonrisa. Es curioso, pero las cicatrices de la infancia siempre sacan de nosotros esa sonrisa de lindos recuerdos ¿verdad?
EliminarBesos
Me he reído mucho con tu historia, ya veo a la niña menor tratando de tener la ventaja, por una vez para variar!
ResponderEliminarLeer sobre la infancia ajena siempre me deja una sonrisa; no sé por qué el poder de asociación es tan fuerte en cuanto a este tema en particular.
Un beso, que tengas feliz fin de semana!
Yo también me río, con nostalgia, pero con el corazón saltarín, al acordarme de estas cosas de cuando era cría. Supongo que como dije antes que los recuerdos de infancia, aunque sean ajenos, tienen en común muchas cosas, sensaciones comunes que indistintamente de las vivencias de cada cual, se asemejan.
EliminarBesos y buen fin de semana!
Me ha encantado tu historia y que al final lo conseguiste!!Besotes ;))
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado. El que la sigue, ya sabes ;)
Eliminarbesos
Cuando somos mayores y miramos atrás podemos ver como nuestras vivencias de la infancia, nos han condicionado en el futuro en la manera de afrontar las dificultades. Como dices, de eso aprendistes a luchar por lo que querías. Seguramente también aprendiste que los hombres inexplicablemente "merecen" una porción mayor. Mi abuela también pensaba así. Supongo que poco a poco la sociedad podrá ir superando esas creencias.
ResponderEliminarComo dice Marilú, qué gran invento los paquetes de pipas peladas! ;) Un besote
Yo también pienso que en la infancia se "gestan" muchas cosas que nos hacen ser como somos y quienes somos. Aprendizajes que no están en el curriculum escolar, sino en el vital. Lo de que había quien siempre se llevaba una porción mayor no sólo ha sido un aprendizaje: a día de hoy sigue siendo una lucha (por nivelar los montones). Yo creo que sí que se han superado muchas cosas, pero ahora queda lo pero: los restos de esas creencias, que son lo peor porque son más imperceptibles, pero igualmente dañinas.
EliminarSon un invento, sí, pero yo sigo prefiriendo las pipas peladas a mano :P
Besos
Una entrada muy personal pero que me ha gustado mucho. A veces pagamos un alto precio para conseguir las cosas.
ResponderEliminarSí que es personal albanta (no le tengo "miedo", que en lo personal caben muchas cosas, unas compartibles y otras no).
EliminarCuántas anécdotas de infancia tienen que ver con los hermanos, esas peleillas, esa ccompetencia.. podría contar más de una “aventi”, que decía Juan Marsé en sus novelas, a veces con el mismo resultado que el tuyo: cicatrices de recuerdo. Ya imagino el atracón de pipas que te diste… a que dolía menos la herida mientras te las comías?
ResponderEliminarUn beso.
Los hermanos, el sistema fraternal.. vaya tema, eh. Eso sí que da para escribir (varios) libros. Comi pipas peladas a puñados, lo seguí haciendo durante mucho tiempo, hasta que decidí que ya no hay más lugar para competir ;)
EliminarBesos
Precioso, no solo por conocer tu infancia, sino porque siempre me recuerdas algo de la mía. En mi caso no me las pelaban (las pipas) y era una adicta. Bueno, lo sigo siendo, y sibarita también: tienen que ser Kelia sin sal. Tardaba siglos en pelarlas, pero me encantaba, y cuando ya lo hacía bien era un no parar. De hecho, mi hermano mayor me llamaba "Pipas locas" todavía me lo recuerda y tengo felicitaciones con dedicatorias donde me llama así, jaja. Te imagino en esa caida, y aunque no sea para reirse, no he podido evitarlo :-) Un besazo!
ResponderEliminarEs que las infancias de cada cual siempre encuentran espacios comunes. Lo mío eran pipas Arias, eran las que vendía mi abuela. Luego con el tiempo, y los veranos, me hice adicta a las pipas Facundo ("y dijo el toro al morir: no me iré de este mundo sin comer pipas Facundo") :D
Eliminar"Pipas locas", jejeje, no sabes la que has hecho, jijiji...
Besos
¿Realmente se puede amar la vida y no ser adicto a las pipas? Yo lo dudo mucho. ¡Los kioskos, que en mis jurásicos tiempos muchos eran unos simples carritos! Test de infancias piperas: ¿te gustan las chufas? ¿Te gustan los altramuces? ¿Te gusta el olor de los jazmines al caer la tarde? Cuidadín con lo que respondes, que te pillo.
EliminarMe gustán, un poco, chufas y altramuces. Y deseo como nadie poder oler los jazmines al caer la tarde. Seguro que no me pillas, que soy muy rápida ;)
EliminarA pesar del final tan accidentado me ha parecido un recuerdo muy bonito y no me extraña que lo recuerdes. Una verdadera suerte, tengo pocos recuerdos de mi infancia aunque si tenga buenas sensaciones.
ResponderEliminarUn saludo.
Para mi es un recuerdo bonito. En realidad la mayoría de mis accidentes, bueno, los de la infancia, los recuerdo con cariño. Yo tengo muchos recuerdos y muchas fotos (en mi cabeza, no en papel), y casi que con el tiempo rescato más recuerdos..
EliminarSaludos!
¡Hola, Ana! Me parece un relato muy tierno y para ser una persona a la que le gusta preservar su intimidad ha sido muy generoso por tu parte. Además, me ha encantado la forma en que lo has relatado. Se nota que te gusta escribir y lo haces bien. No es tan fácil recolectar un puñado de recuerdos y darles una forma coherente y, en este caso, amena. No sé cómo no te presentas a concursos de relatos cortos. De todas formas, lo mejor que has hecho es recordarlo, porque recordar es volver a vivir. Un saludo
ResponderEliminarGracias Clarissa. Me gusta escribir, pero no siempre, sólo a ratos y si hay algo que me apetezca. Cero pretensiones, compartir momentos o pequeñas historias sin más. Como digo, tuve una infancia feliz, muy llena de cosas (buenas y no tanto), así que es fácil rescatar anécdotas. Como te digo, cero pretensiones, ¡¡como para concursar!! ;) Conozco a gente (y no tengo que ir muy lejos) que sí que debería de hacerlo, pero no yo, no yo ;9
EliminarY sí, recordar es volver a vivir, por eso si lo escribes, retienes vida.
Besos
Qué historia tan graciosa =) Parece un cuento con moraleja jajaja Y qué suerte que tu abuela regentase un quiosco. Es el sueño de todo niño jajaja Muchas gracias por compartir tu historia.
ResponderEliminarBesitos =)
Es que la vida tiene sus pequeñas moralejas, así aprendemos. Tuve suerte con el quiosco, sí, no todos los niños tenían esa oportunidad, y claro era un poco envidiada. Pero no crea que aquello era jauja, mi abuela era una férrea vigilante. Pero los niños, ya se sabe, siempre teníamos formas de conseguir lo que queríamos.
EliminarGracias a ti por leer y comentar. Besos
Aunque con caiga de por medio, al final conseguiste el montón más grande de pipas. Bonito recuerdo.
ResponderEliminarUn besín.
Sí, por un puñado de pipas peladas... una buena caída. Muy aparatosa. ¡Recuerdos!
EliminarBesines!
Este tipo de entradas en las que nos descubres recuerdos de tu pasado en forma de relatos me encantan y casi he sentido el dolor del golpe, menos mal que tuvo su recompensa...
ResponderEliminarBesos
Mujer, mejor hubieras sentido el sabor de las pipas peladas que el dolor del golpe ;) Me alegro que te gusten estas blasfuemiadas Tatty ..
EliminarBesos
Estas entradas me encantan, Ana. Gracias por este regalito que nos haces de vez en cuando.
ResponderEliminarBesos.
Gracias a ti Manuela por pasar y comentar. Me alegro que te guste leer estas locas blasfuemiadas ;)
Eliminarbesos
Muy bonito, Ana, y horrible a la vez: en efecto, lo milagroso es que lo estés contando. Las aventuras de la infancia son maravillosas y geniales, pura fantasía, pero te juro que en el cuerpo llevo unos cuantos recuerdos de por vida de estas hazañas. A botepronto y mientras te escribo estas líneas, sin exagerar, me estoy acordando de tres ocasiones en las que mi imprudencia infantil me pudo mandar al otro barrio: un atropello, un ahogamiento (ambos en Málaga), y un extraño salto al vacío para colgarme del garfio de una grúa (esto, ya en Madrid). Todos por puro andar desbocado. A ti, por tus legítimas razones, te pasó algo parecido. El ángel de la guarda es un tipo que se gana bien el sueldo.
ResponderEliminar¡¡A mi me vas a contar!!. Te aseguro que mi ángel de la guarda tuvo mucho trabajo, muchísimo, y que ni siquiera en este incidente que he compartido es donde más trabajo tuvo. Pero esto es que es así, algunos decidimos que la infancia era para arriesgarse, probar, experimentar, ir más allá. Por eso, fui feliz. Para haberme matado, lo sé. Lo sabes. Y ahí tenemos el cuerpo que nos ha dejado un mapa de recuerdos en forma de cicatrices ;)
EliminarBesos
Viciosas pipas!!! jejeje. Un bonito retazo de tu infancia!!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Malévolas pipas!! Un bonito recuerdo, muy instructivo y, a fecha de hoy, aún muy vivo.
EliminarAbrazo
Esos son los mejores momentos!!
EliminarUn relato muy bonito, hay que ver las cosas que nos marcan en la infancia, y cómo se recuerdan con precisión algunos detalles. Besos y feliz fin de semana
ResponderEliminarLa infancia siempre nos deja buenos recuerdos, y como tú comentas, algunos muy precisos. Qué pena no recordar más cosas...
EliminarBuen fin de semana Pilar. Besos
Me ha encantado tu aventura pipera que demuestra varias leyes inmutables, a saber: Jamás se da la justicia total y la imparcialidad entre hermanos. La competencia será siempre feroz entre ellos. La lucha está justificada y los chichones también. Cada uno de esos encontronazos, juegos, competiciones y peleas estrechan los lazos entre ellos.
ResponderEliminarLos recuerdos infantiles aunque acaben en porrazo siempre nos hacen sonreír ¿verdad? A mi me has hecho recordar las peleas que puntualmente acontecían a la hora de la paella los domingos, cuando teníamos, como algo extraordinario, una botella de Coca-Cola de un litro, de aquellas de cristal con su forma tan característica. Había que repartirla sin que ninguno tuviera ni un milímetro de más en el vaso, jajaja.
Y tan inmutables Jara, generaciones y generaciones de hermanos dan fe. Supongo que en ese microsistema fraternal aprendemos de rivalidades y competencias, nivel supervivencia. La infancia, incluída la nuestra, siempre despierta una sonrisa, en mi caso hasta nostálgica. Y es que el reparto justo y milimétrico es difícil de conseguir, es un invento del demonio ;)
EliminarBesos
Es prercioso lo que has compartido Ana, la verdad es que son cosas que no hay que tener en cuenta en las personas más mayores ya que forman parte de nuestra cultura, no por ello acertada claro está, y que creo que hoy en día todavía por desgracia sigue siendo la lucha diaria de muchas mujeres y hombres xq no decirlo. Yo aún recuerdo una pareja que tuve hace años que cuando íbamos a comer a casa de su madre siempre le ponía el plato primero y más lleno.... en fin que esto a mi me daba risa pero en el fondo, fondo, fondo me molestaba.
ResponderEliminarBueno, precioso y tierno relato.
Besos y feliz finde.!!!!
Gracías Lídia. Ya hace mucho que no se tienen en cuenta, claro, pero oye en su momento era una lucha, y en cierta forma sigue siéndolo, pero ahora duele cuando ves que hay gente joven que reproduce esos tics tan injustos, pequeños detalles pero muy significativos de que todavía queda camino que recorrer.
EliminarQue tengas un buen fin de semana. Besos
Me ha gustado tu historia. ¡Y al final conseguiste tu objetivo, aunque fuera con dolor! Y eso es lo importante.Yo también guardo buenos recuerdos de comer pipas, pero a mi las que me gustaban no eran peladas sino saladitas, jaaaaaa. Besos.
ResponderEliminarCuántas cosas aprendemos de niños ¿verdad? Y no nos damos cuenta, que parece que en esa época todo es juego y colegio y no, es toda una universidad de la vida.
EliminarBesos
Fantástico relato de tu infancia, gracias por compartirlo. La desigualdad sexista era algo común en esa época y era algo que los niños no llegaban a entender. Realmente tenemos mucho que aprender de ellos. Por mi parte, los montoncitos de pipas que le pondré a mis hijos, y en un futuro, a mis nietos serán iguales. Besos.
ResponderEliminarGracias Taveren, aún colean restos de desigualdades y a veces hasta me da miedo que nos pasemos al otro lado de la balanza. Los equilibrios siempre son difíciles.
EliminarBesos!
Siempre quise tener un quiosco, había algo de magia en ellos...
ResponderEliminarImagina, todas la chuches, los tbos, juguetes, helados... ahí provocando ;)
EliminarJajajajaja me he reído. Quién no ha tenido un error de cálculo pensando en pipas? o quién no ha atravesado una mesa porque pensó que... a saber qué :-P
ResponderEliminarBesos
Errores de cálculo pensando en vete a saber qué ha habido mogollón. Hasta sigue habiéndolos ;)
EliminarBesos
Ohhh que recuerdo más tierno. Gracias por contarlo. Me hubiera gustado una abuela como la tuya (que me perdonen las mías que están allá arriba) pero es que las chucherías eran y son mi debilidad. Hasta tal punto que yo no celebro el viernes por que no tenga ir a trabajar al día siguiente, sino porque esa noche me compro un paquetón de gusanitos que devoro mientras veo una peli. Si algún día nos conocemos, algo que sería un placer, te contaré algo simpático en relación con las chuches. Es demasiado largo para contar por aquí. Besitos
ResponderEliminarA ti no te hubiera gustado tener una abuela como la mía... lo que te hubiera gustado es que una de tus abuelas tuviera un quiosco :P jajajjaaj Pero pero pero pero Marisa!!! ¿me vás a dejar así con tu anecdota con las chuches????? Mujer, que tengo una dirección de correo ahí en la columna de la derecha :D
EliminarBesos!
jaja me ha encantado la anécdota! a pesar del golpetazo normal que lo recuerdes con una sonrisa. Por cierto, me encanta como narras.
ResponderEliminarUn beso!
Gracias Lesincele. Los golpes con recompensa duelen menos ¿verdad?. Y la memoria además siempre dulcifica algunos recuerdos.
EliminarBeso
Qué bonito!!
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada... fue caída con recompensa al final ;)
Besotes
Una recompensa dolorosa, sin duda, pero mereció la pena.
EliminarBesos
Jajajajajajaja bueno al final aunque dolorosamente obtuviste la tan deseada montaña grande de pipas (aca en México las conocemos como "pepitas").
EliminarMe ha traido muchos recuerdos tu anecdota, ya que yo solo tengo un hermano mayor, pero por ser la niña conte con la prerrogativa de ser la consentida y con vergüenza reconozco que entre mi hermano y yo hubo mucha competencia y que me valí de mi poder y de otro tipo de argucias para salir siempre ganadora. Pobre hermano mio, alguna vez me llego a decir que en un tiempo me odió cuando fuimos niños y no fue sino hasta la adolescencia, cuando tuve un problema y mi hermano fue el que me ayudó, cuando descubrí y me avergonce de la niña tan egolatra y egoista que había sido. Fui una niña muy odiosa jajaja. Pero desde que descubrí un amigo en mi hermano y no un rival, lo adore con toda mi alma.
Gracias por tu anecdota.
¡Uyyy! ¡Cómo ha dolido! Imaginar a una criatura de cabellos rubios cayendo desde la escalera me ha dejado el corazón encogidito. Menos mal que estás aquí para contárnoslo. Pensé que los años habrían amainado ese carácter peleón, pero veo por tus comentarios que más bien no. Pues también lo celebró ;).
ResponderEliminarMi primer recuerdo también está asociado a un accidente, mucho menos emocionante, que me dejó una bonita cicatriz en la frente. Y también recuerdo las pipas, aunque me las tenía que pelar yo..., y bajar a comprarlas al quiosco para mí y para mis tres hermanos, que para eso era la pequeña ;P.
Sigue escribiendo, Ana, es un placer leerte (y tú ya sabes lo exigente que soy yo con las lecturas ;)).
Dolió!! Y era criaturita, por eso aún tenía ángel de la guarda, que ya sabes que según creces se va yendo :) ¿Amainarlos? más bien lo contrario, aunque ahora he aprendido a disimular, innoble arte que se va aprendiendo con la edad.
EliminarPues tu accidente no sería emocionante, pero la cicatriz ahí te quedó. La emocion estaba, sin duda, en que te pelaran las pipas, porque además de peleona soy impaciente y nunca he aprendido del todo a conseguir yo misma hacer un buen montón de pipas, me entra la urgencia por comerlas.
Y tú sigue comentando que para mi también es un placer leerte! Besos
¡Me ha encantado la entrada!
ResponderEliminarLa lucha entre hermanos siempre se ha dado y siempre se dará (yo, por ser la pequeña, ya tenía "todo hecho", como han dicho más arriba), pero que tu abuela tuviese esa diferencia de trato duele, una niña pequeña no puede entenderlo.
Por suerte, aunque poco a poco, va desapareciendo ese machismo tan arraigado, aunque tienes razón en que quedan retazos que son muy peligrosos, porque no se detectan tan fácilmente.
Y bueno, al final, aunque de una manera un poco dolorosa, conseguiste tu montón más grande de pipas :)
¡Un beso!
Los pequeños sois unos ventajistas :P Ya partís con muchas puertas abiertas y la guardia bajada ;) Bueno, mi abuela, mis abuelas, era lo que vivieron, fueron lo que vivieron y así se comportaban. Hasta mis padres reprodujeron mucho de eso en su educación. Ahora ya lo verían de otra forma. La vida ha ido muy rápido en estos últimos años y no es fácil seguirle el ritmo supongo. Esos retazos, esos micromachismos, y también el feminismo mal entendido, sí que me preocupan más.
EliminarBesos!
Me encantan estas entradas, son una joya! Espero que no acabaras pensando que el fin justifica los medios!!
ResponderEliminarBesos
A veces lo pienso Carax, cuando me conviene :P
EliminarGracias! Besos