«El árbol está delante de la ventana del salón. Le pregunto cada mañana: “¿Qué hay de nuevo hoy?” La respuesta llega sin tardar, dada por centenares de hojas: “Todo”»
¿Os imagináis vivir cada instante como si TODO fuera nuevo? Como si lo descubrieras todo por primera vez, reiniciar cada momento tras un reseteo constante. Algo así es el Alzheimer. Todo por descubrir, las caras, las palabras, la vida. El desconcierto de que quienes te rodean (esos extraños) esperen de ti una memoria que tú estrenas, en un fulgor que no llega a constituirse en memoria ni en recuerdo, siempre novedad, siempre aquí, siempre ahora.
Escribe Bobin sobre el Alzheimer de su padre, sobre su propia mirada ante una enfermedad que se construye sobre pérdidas (de células, de memoria, de capacidades cognitivas…) y lo hace con una sensibilidad tan ineludible como honesta y exquisita. Bobin pone la mirada genuina del aprendiz dejando fuera toda etiqueta (“Alzheimer”, “enfermedad”…) y observando con gran respeto y delicadeza. Es casi algo territorial: vivir a estas personas como un lugar al que debemos acudir, ir a su encuentro. Ir a su encuentro. Ir. A. Su. Encuentro. Y encontrarlos. En sus manos, en sus ojos, en su espera, en su incertidumbre, en su mirada.
Como contraste, o como acompañamiento de las reflexiones de Bobin, la imagen de un árbol, una voz más que logra una armonía entre la naturaleza y la vida, entre el árbol y la enfermedad: erguido, paciente y firme, testigo de la desolación y la soledad, pero también de la resurrección: el retorno de las ramas llenas de vida. Son los ciclos de la vida, pero también un reflejo de la armonía sosegada y tolerante que necesitamos establecer con las personas enfermas que, despojadas de todo, nos devuelven la esencia pura e incorruptible de quien ya no tiene forma de defenderse.
No se trata de esquivar la crudeza y edulcorar. Se trata de gestos, gestos sencillos: coger unas manos, sostener una mirada, un contacto, un tiempo, una atención, una sonrisa, cobijar la herida, hacer nido (rama y sombra), proteger, ofrecer. La voluntad de sobrevivir, la vida moviéndose.
Cuidemos al enfermo y no sólo su enfermedad.
Me recuerda tanto el tiempo que pasé cuidando a mi madre...😔 Aún así lo leería sin dudar.
ResponderEliminarBesitos 💋💋💋
Te gustara Christian Bobin, ya lo verás ;)
EliminarUn abrazo
¡Qué dura es la enfermedad! Parece un libro bonito. No creo que lo lea en el corto plazo, pero lo tendré en cuenta.
ResponderEliminarUn beso!
Christian Bobin es un autor con gran sensibilidad. No lo pierdas de vista :)
EliminarUn abrazo
Yo no podría leerlo sin sufrir mucho, no, imposible.
ResponderEliminarbesos
Los libros, según lo veo yo, no provocan sufrimiento... lo remueven en todo caso. Pero Bobin tiene la cualidad de sostener y abrazar. No es un libro duro, es un libro sensible. No lo descartes.
EliminarUn abrazo.
justo estaba buscando cosas sobre bobin y veo tu reseña, mal acostumbrado al instagram, descuidé mis visitas a este maravilloso blog pensando que todo lo colgabas allí. Un autor maravilloso que justamente sufre con ese prejuicio del que das cuenta, de lo edulcorado o lo sensible. Nos hemos acostumbrado a que todo debe ser sufrimiento y nada más, o que todo tiene que ser desgarrador, que vaya que por momentos lo es pero también hay una parte ineludible de la vida que es su belleza y su caridad. un saludo y gracias
ResponderEliminary ahora lo veo en el instagram..no, si yo estoy medio quemado.
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