"Me preguntaba si querrías venir alguna vez a casa a dormir conmigo.
¿Cómo? ¿A qué te refieres?
Me refiero a que los dos estamos solos. Llevamos solos demasiado tiempo. Años. Me siento sola. Creo que quizá tú también. Me pregunto si vendrías a dormir por la noche conmigo. Y a hablar"
Viuda ella. Viudo él. Más de 70 años de edad. Se conocen desde hace muchos años pero no han tenido una relación especial de amistad. Conocidos, vecinos. Y solos. Haruf no se anda con rodeos y con suavidad e incluso con aparente ligereza nos muestra sus cartas desde el inicio, lo que de entrada supone un órdago en toda regla que el lector tiene que aceptar si quiere avanzar en una lectura recién comenzada. Vale, Haruf, ya me has mostrado tus cartas, pero ahora hay que jugarlas. Haruf es un jugador esquivo pero firme, no te va a dejar que metas baza, no hay interacción posible. Esto no es un partida de mus, no hay rivales ni compañeros, hay un maestro de ceremonias que se va a marcar un solitario al que asistiremos como meros espectadores. Las cartas encima de la mesa, boca arriba. Juega, Haruf, tuya es la partida.
"Nosotros en la noche" es una crónica sin estridencias a partir de la (re)unión de dos personas en el umbral de su vida, cuyas cicatrices están prácticamente cerradas y secas, reparadas por el paso del tiempo, aunque sean visibles (especialmente en la oscuridad de la noche). Dos personas que deciden dormir juntas y hablarse, garantizarse un bienestar que interrumpa la soledad que impregna a las personas mayores. Ley de vida, dicen. También es una crónica social de una pequeña población, de sus mezquindades e hipocresías.
Esta es una historia vulgar, no en el sentido de vulgaridad, sino de cotidianidad, de común. Lo extraordinario es la decisión de Addie de pedirle a Louis que duerman juntos por la noche y la naturalidad de Louis al aceptar la propuesta. A partir de ahí asistimos a sus conversaciones (el relato está construido a base de diálogos, con apenas descripciones), a como se van conociendo y perdiendo poco a poco esa extrañeza de una situación tan atípica. Que sea una situación atípica no quiere decir que sea incorrecta, únicamente quiere decir que algo que debería de ser normal (que dos personas decidan, ya en su vejez, compartir sus soledades para hacerse compañía y espantar las noches vacías y oscuras) no ha sido "pactado" socialmente como algo aceptado.
Y, claro, ahí están los tiquismiquis de turno y los porculeros habituales para escandalizarse y llevarse las manos a la cabeza: el resto de vecinos y conocidos y, lo que es peor, los propios familiares. Los remilgados en primera fila, ahí, dando por saco. Perdonad el exabrupto: es mío, no de Haruf. Él sólo sigue enseñando sus cartas, colocándolas con ritmo ágil y desarrollando la historia con suavidad, paciencia, ternura y sin juzgar ni exasperarse ni maldecir. Para eso ya estoy yo, Haruf no pretende ser edificante ni demagogo, lo que pretende es reflejar algo y hacerlo desde el sosiego y la amabilidad. No hay juicios de valor, relata unos hechos, con los detalles justos, avanza en la historia para llevarnos a un territorio (humano) concreto y dejarnos allí, ya cada cual saque sus conclusiones.
Y con esa bondad y amabilidad, directo y muy respetuoso, va reflejando la vida y sus soledades, su compendio de ilusiones y de trampas sociales que condicionan a las personas. No va a profundizar en nada, no va a hacerlo complicado. Cuando te abruman la soledad, los años, la vulnerabilidad, las ausencias ¿qué haces?: buscar compañía. ¿Qué hacen aquellos que te rodean? Pues allá cada cual con su conciencia. Haruf construye una apertura que va desde lo pequeño y tangible del día a día de dos personas hacia lo grandioso del universo humano, con sus claroscuros y contradicciones, esas incompatibilidades entre el amor que profesamos a nuestros padres y el amor que les permitimos tener.
La sencillez de la historia me ha desarmado, y eso que yo quería cabrearme con la mojigatería y estas moralidades exageradas y fariseas de una parte de la sociedad que pensaba yo que eran de otra época o de otros países menos desarrollados pero que, reflexionando después de la lectura, me he dado cuenta de que, a lo mejor, ni pertenecen al pasado ni están tan lejos. Agradezco a Haruf el trato amable para con el lector en el que ha sido su último libro, entregado dos días antes de fallecer como consecuencia de una enfermedad terminal. Le agradezco que no nos arrolle con un caudal de sentimientos y emociones y agradezco también su control pudoroso y nada casual que consigue equilibrar la narrativa con la fluencia realista.
Como ya te comenté en Instagram tengo este libro pendiente, como tantos otros esperando a ser elegidos. Lo busqué por una reseña positiva y ahí se quedó esperando. A ver si después de mi relectura de Las ciudades invisibles lo elijo que me gusta cambiar de género de vez en cuando. Besos y gracias por recordármelo.
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