miércoles, 13 de agosto de 2025

Desde el jardín (Jerzy Kosinski)

 

Mientras los demás lo miran y se dirigen a uno, se está a salvo


Desde el jardín” es uno de esos libros que te recuerdan que la realidad es bastante más absurda de lo que creemos y que la mayoría no nos estamos enterando de nada. Jerzy Kosinski, que suena a polaco que te mueres (de hecho, lo era) no escribió un tratado de jardinería. Aunque, visto el panorama, tampoco habría estado de más.


El título puede despistar. Suena a bucólico, a mariposas y a ancianitos cultivando plantas y tomates y compartiendo sabiduría con los pájaros. Pero no. O sí, pero a la manera de Kosinski: con un pie en la farsa y otro en la demolición controlada del sentido común.


Chance es un hombre que ha pasado toda su vida encerrado en una mansión cuidando un jardín. Su mundo es el jardín. Si le hablas de economía, te responde hablando de la fotosíntesis. Si le mencionas la política, contesta algo de la poda de invierno. No ha salido jamás a la calle a comprar el pan, ir al médico o respirar aire que no huela a geranio. Lo poco que sabe del mundo es lo que ve en la tele. Es como si yo viviera mi vida viendo los telediarios y creyéndome que España es solo tertulias de Abascal, los delirios de Feijóo y las declaraciones de la Ayuso.


Y de repente, se muere el dueño de la casa. Y Chance, que no sabe ni cómo funciona un recibo de la luz, sale a la calle. Imaginaos el choque: como si a un concursante de Gran Hermano lo sueltan en la Bolsa de Wall Street. Un caos.


Por accidente, supervivencia o puro azar, ese simple jardinero es catapultado a los salones del poder. Lo atropella un chófer y lo recoge un pez gordo. Y por una serie de malentendidos de los que se alimenta la comedia humana, todo el mundo lo toma por un hombre profundísimo, un genio de esos que habla poco porque piensa mucho. ¿Por qué? Porque repite lo que ha oído en la tele, pero lo dice con la candidez de quien no tiene ni idea de lo que está diciendo. Y claro, para la élite eso es maná: “¡Qué profundidad! ¡Qué visión tan original! ¡No como los pelmazos de siempre!”


Cada frase suya, cada metáfora botánica, es interpretada como una gran reflexión filosófica. Él habla de podar rosales y ellos escuchan una disertación sobre corrupción política. Lo brillante del asunto es que Chance nunca ha querido decir nada. Pero ahí están los poderosos, dispuestos a entenderlo todo por él. Es como si yo ahora me pongo a repetir anuncios de lavadoras y me invitan a la radio para dar consejos sobre limpieza.


La genialidad de Kosinski está en mostrar cómo un hombre que no tiene ideas complejas de nada, más allá del conocimiento de su jardín, acaba convertido en referente. Si eso no es un retrato fiel de la sociedad que hemos fabricado, no sé qué lo será. Aquí el que menos sabe es quien más pontifica y al que más pontifica lo sientan el primero en el sillón con vistas a una puerta giratoria.


¿Somos todos como Chance, encerrados en nuestros pequeños jardines mientras el mundo nos interpreta como le conviene? ¿O somos los que interpretan, buscando sentido y profundidad donde solo hay alguien que riega sus petunias?


Desde el jardín” es una bofetada con la mano abierta a la vacuidad del poder, a cómo la imagen devora a la sustancia. Kosinski nos advierte: la realidad es una farsa, la verdad es interpretable. Y tú te ríes, pero es esa risa nerviosa que provoca la sátira cuando acierta demasiado. Porque a veces basta escuchar según qué discursos para preguntarse: ¿por qué aplauden? Si no ha dicho nada. O ha mentido más que las etiquetas de “light”.


Si después de leer “Desde el jardín” os da por cultivar geranios, pues al menos tendréis algo bonito que mirar mientras el mundo sigue girando... o yendo de culo y sin frenos, que es lo más probable.


Yo, por si acaso, me voy a buscar un jardín. A ver si me sale alguna frase profunda mientras quito malas hierbas, aunque lo más probable es que lo único que saque sea un dolor de espalda decente.


Gracias, Jerzy Kosinski. Gracias Nelly Cacici (traductora)


©AnaBlasfuemia




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